miércoles, 2 de julio de 2014

Los Almogávares 1302-1313


Los Almogávares


A principios del siglo XIV, época de la pujanza de la Casa de Aragón, señores de Nápoles y Sicilia en Italia y potencia de primer orden en la Europa de la época.

Por ese tiempo se disputaban Sicilia los dos hermanos Jaime II y Fadrique, hijos de Pedro III de Aragón. Al morir este rey dejó a D. Jaime el reino de Sicilia, con todas las conquistas de Italia, y a su primogénito, Alfonso III, los reinos de Aragón, Cataluña y Valencia; pero muerto este último, D. Jaime cogió la corona aragonesa y D. Fadrique la siciliana.

Mas intereses de Estado pusieron a mal a los dos hermanos, y Jaime trató de traspasar al papa la corona de Sicilia.

Lo difícil en este plan era que el infante D. Fadrique no se hallaba dispuesto a obedecer. Como el papa y él no pudieron entenderse, todo parecía indicar un rompimiento. En una entrevista que tuvieron ambos, el primero dijo al segundo: "Bien se conoce, gentil mancebo, que desde niño estáis acostumbrado a llevar el peso de las armas".

Acompañaba en esta entrevista al príncipe el famoso capitán Roger de Lauria, que por mar y por tierra había conseguido singulares triunfos para las armas de Aragón. Por desgracia para D. Fadrique, este capitán le traicionó, ayudando al papa y al rey aragonés en la cuestión siciliana.

En esta campaña intervienen por primera vez unos aventureros extraños: los almogávares. 

Iniciada la guerra entre los dos hermanos, el ejército de los aliados (del papa y del rey de Aragón) puso sitio a Siracusa que hubo de alzarse por la valerosa defensa de los sitiados. Entonces Roger de Lauria desembarcó sus almogávares en el cabo Orlando, y tras sangriento combate vencieron a los sicilianos.

Don Fadrique, aunque vio que sus enemigos se apoderaban de las primeras plazas del reino, siguió la guerra, sostenida de la otra parte por la tropa de Roger de Lauria. Favorable fue la suerte de las armas unas veces al primero, otras al segundo. Cansados de guerra tan larga y desastrosa, hízose la paz, estipulándose que D. Fadrique sería rey de Sicilia durante su vida (Tratado de Caltabellota, 24 de agosto de 1302).

Dada Sicilia a D. Fadrique, los almogávares que habían militado en uno y otro bando quedaron de más en la isla, habiendo cesado la guerra. Roger se retiró a su condado en Cocentaina (Valencia), donde murió en 1305.

Aquél puñado de aventureros por su parte, eligieron por general al almirante Roger de Flor, y dejándose llevar por éste, partieron a ofrecer sus servicios a Andrómico Paleólogo, emperador de Constantinopla, muy combatido por los turcos que se enseñoreaban de sus estados del Asia Menor.

Digna de grabarse en mármoles y bronces es la expedición de catalanes y aragoneses al Oriente.

El nuevo jefe de los almogávares, Roger de Flor, era hijo de una italiana y de un capitán alemán, y asoció a su mando a Berenguer de Entenza, soldado aragonés.

Los Amogávares.- Tal era el nombre que se daba a la pequeña hueste española. Estaba compuesta por mercenarios catalanes, aragoneses y sarracenos, y su número era variable. Se alistaban por compañías, y cada una de ellas estaba a las órdenes de un caudillo llamado adalid. El grito de guerra era ¡Desperta, ferro!

Las armas eran dardos arrojadizos, una azcona ceñida al cuerpo con una cadena para arrojarla y poderla recoger, y al cinto un cuchillo o puñal. llevaban cabello largo y despeinado, la cabeza cubierta con una redecilla de alambre y vestían una especie de camiseta atada a la cintura por una ancha correa, completando su tocado unas abarcas de cuero.

Ocho mil de éstos hombres fueron los que con Roger de Flor llegaron a Constantinopla el año 1303.



    
Apenas desembarcaron, los ricos mercaderes genoveses de Constantinopla se burlaron de la extraña indumentaria de los almogávares. Estos arremetieron contra ellos e hicieron una matanza de los burlones, e intimidado Andrónico con tan terribles huéspedes se apresuró a embarcarlos para Asia.

Llegan los almogávares a la Anatolia, y en el primer encuentro matan más de 5.000 turcos y hacen cientos de prisioneros.

Envidioso Miguel, hijo de Andrónico, de las victorias del general de los almogávares, mandó asesinar alevosamente a Roger de Flor, en ocasión que éste fue a visitarle en Andrianópolis, acompañado de 30 caballeros.

Era Roger, al decir de los historiadores, de semblante áspero, de alma ardiente y tan liberal, que con sus dádivas se granjeó muchos y buenos amigos. Entre sus voluntarios figuró Ramón Muntaner, cronista de expedición tan famosa.

Un ejército trató de sorprender a los españoles en Gallípoli; pero Berenguer de Entenza se hizo fuerte en el arrabal. Dejando luego la gente allí, a cargo de Berenguer de Rocafort, el de Entenza salió a retar al emperador Andrónico; llevó la guerra hasta las mismas puertas de Constantinopla y destrozó un ejército de desembarco mandado por el hijo del emperador. Unas galeras genovesas fingieron causa común con Berenguer de Entenza; mas cuando éste dormía en la nave capitana fue hecho prisionero y pasados a deguello más de 200 almogávares.

Los españoles, al mando de Rocafort y Jimeno, tomaron de los griegos venganza cumplida, hasta el punto que aún en Oriente se habla por antonomasia de la venganza catalana.

Rocafort se dispuso a vengar ahora la muerte de Roger de Flor y la prisión de Berenguer de Entenza.

Hizo un estandarte con la imagen de San Pedro, y enarbolando la bandera de San Jorge, con armas reales de Aragón y Sicilia, salió a campaña; venció en dos batallas y se apoderó de la ciudad de Rodisco, pasando a cuchillo a sus habitantes y empezando así a vengarse.

Berenguer de Entenza recobró su libertad, pero encontró ruda oposición por parte de Rocafort.

Llegó a la sazón D. Fernando, enviado por su primo Fadrique de Sicilia. Los dos jefes almogávares obedecieron a D. Fernando, pero los soldados de Rocafort asesinaron a Entenza. El infante Fernando, hecho prisionero por una escuadra francesa, fue llevado a Nápoles, y asimismo Berenguer de Rocafort, que murió de hambre en un castillo.

Los intrépidos catalanes y aragonesas, cuando se quedaron sin jefe, entraron al servicio del conde Gualter de Brena, que acababa de heredar el ducado de Atenas, y pasando a Macadonia conquistaron muchas ciudades; atravesaron las Termópilas y se dirigieron a Atenas; y como el duque, pesaroso de haberlos llamado, tratara de deshacerse de ellos, fue vencido y muerto en una refriega.

Dueños de Atenas, nombraron por capitán a Roger de Esauro y ofrecieron el ducado a don Fadrique de Sicilia, quien lo aceptó.

La conquista de los almogávares en el Oriente duró desde 1302 al 1313, perpetuándose lo adquirido en tan memorable expedición hasta el 1453, fecha en que los turcos se apoderaron de Constantinopla.

Aquel puñado de valientes, cercados de innumerables enemigos, víctimas a cada paso de traiciones, engaños y celadas, realizaron hechos que parecen sueños fantásticos e inverosímiles, leyendas que acreditan el incomparable vigor de nuestra raza, movida por los altos ideales de los que hoy se ve privada.

Cronistas de la Expedición de catalanes y aragoneses al Oriente fueron D. Guillermo Moncada y el almogávar Ramón Muntaner, soldado e historiador de estas hazañas.



Texto: Almanaque Bailly-Bailliere. Madrid, 1914


aun2014 
   


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