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viernes, 7 de abril de 2017

Teruel, Toros y Ritos





Teruel. Toros y Ritos


Revista Aragón Turístico y Monumental
Zaragoza, enero de 1983
Texto y dibujos: Julio Albar



aun2017




lunes, 19 de septiembre de 2016

viernes, 8 de julio de 2016

Aportación a la Etnología turolense





Autor del artículo: Santiago Sebastián






Manuel Polo y Peirolón




Estudió Derecho y Filosofía y Letras en Valencia y Madrid. En el curso 1868-1869 enseña metafísica en la Universidad de Valencia. En 1870 accede a la cátedra de Psicología, Lógica y Ética del Instituto de Teruel que ocupa hasta 1879.

Su estancia en Aragón impregnará los contenidos de sus obras costumbristas, repletas de referencias aragonesas como "Realidad poética de mis montañas". "Costumbres de la sierra de Albarracín" (1873), "Alma y vida serrana, costumbres populares de la sierra de Albarracín" (1910) o su novela más destacada, "Los mayos: novela original de costumbres populares de la Sierra de Albarracín" (1878).

En 1879 se traslada a la cátedra del Instituto de Valencia, y comienza la redacción de su extensa obra de carácter filosófico y moral. Muchas de ellas llegan a ser libros de texto en institutos de segunda enseñanza, como sus "Elementos de Psicología" (1879), "Elementos de Lógica" (1880) y "Elementos de Ética" (1880). Sus profundas creencias católicas y convicciones tradicionalistas le aproximan al carlismo y convierten en un activo propagandística católico con una obra extremadamente prolífica: "Parentesco entre el hombre y el mono" (1878), "Elogio de Santo Tomás de Aquino" (1880), "El cristianismo y la civilización" (1881), "Intervención de la masonería en los desastres de España" (1899), "Credo y programa del partido Carlista" (1905), entre otros muchos.

León XIII le condecoró con la cruz Pro Ecclesia et Pontifice. Amigo y corresponsal de los escritores conservadores más destacados de su época, es especialmente conocida su correspondencia con Marcelino Menéndez Pelayo.

Polo y Peyrolón fue elegido diputado en el Congreso por Valencia en 1896 por el Partido Carlista, del que se convierte en uno de los principales portavoces en el Congreso. Sus intervenciones parlamentarias destacan por sus críticas al liberalismo y la masonería y por su reclamación de que el gobierno permita el uso de las lenguas regionales en las escuelas. Se convierte con ello en el primer defensor del multilingüismo en el Parlamento español.

La crónica parlamentaria indica: En el Congreso el señor Polo y Peyrolón dice que en las provincias donde se habla catalán, valenciano, vascuence, etc.; los maestros deben saber el idioma del país, pues el que no tiene amor a la patria chica, tampoco puede tenerlo a la grande.

En 1907 Polo y Peyrolón se convierte en Senador, cargo que desempeña hasta su fallecimiento.


Recogido por: Alfonso Utrillas Navarrete, 2016



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viernes, 6 de mayo de 2016

El traje regional



El Traje Regional


El traje regional es, en Teruel, el típico aragonés con muy ligeras variantes. Incluso en la provincia podemos distinguir dos modelos distintos, si bien muy parecidos.

En el hombre, en la tierra alta, por ser más fría, el calzón es de paño marrón o negro, bien ajustado; chaleco con los frentes de seda o de raso, estampado con pequeñas flores u otros dibujos, de colores muy vivos, y, sobre el, chaqueto corta de puntas redondas, también de paño del mismo color que el pantalón. A la cabeza, pañuelo de color vivo, generalmente rojo y con rayas o cuadros negros , doblado, dejando al descubierto la parte superior de la cabeza y anudado sobre la sien derecha. Medias de gruesa lana blanca y alpargata abierta o miñonera. En las grandes solemnidades y para personas de edad, amplia y larga capa de paño con gran esclavina parda o negra.





En la tierra baja, el traje es más parecido al usado en la provincia de Zaragoza. El pantalón negro y de tela más ligera, abierto por la parte exterior del muslo, dejando ver unos amplios bombachos blancos. Estas aberturas se ajustan con cintas negras. Amplia faja de color vivo desde el bajo vientre hasta el esternón, y chaleco negro de tela ligera sobre camisa blanca de amplias mangas. El pañuelo, a la cabeza, doblado en forma que quede inhiesta una alta punta sobre la frente. No es corriente la chaqueta. Medias y calzado, iguales que los de la tierra alta.

En la mujer, el atuendo se compone de amplia falda de raso estampado con ramos de vivos colores, predominando los verdes y amarillos combinados con los negros. En la zona de Alcañiz la falda es más corta y airosa que la de Teruel. Para darle vuelo, llevan en su interior  una o más enaguas almidonadas, rematadas en puntillas. Corpiño  negro y muy ajustado, con las mangas por las que sobresalen puntillas blancas, y, sobre él, o bien un mantoncillo de Manila  o una pañoleta de fina lana e historiados dibujos y ramajes sobre negros y amarillos. Las mozas del Bajo Aragón llevan en su garganta una cinta negra de raso a guisa de gargantilla y, en su amplio moño, un lazo negro.

El traje de gala, el de las grandes solemnidades, bodas, bautizos, fiestas religiosas, es la falda más larga y amplio mantón de Manila ricamente bordado. Se tocan las mujeres en esta ocasión con la llamada " mantilla redonda", de raso, con bordes de terciopelo y puntillas, todo ello en negro.

Como joyas, largos pendientes de oro o plata, con piedras incrustadas en rico trabajo de orfebrería, que penden desde el lóbulo de la oreja hasta muy cerca del hombro. Gargantillas de coral, broches o alfileres de gruesa cabeza, completan el tocado de la baturra, según su posición social.




Salvo algún anciano, por el Bajo Aragón, es difícil encontrar ya personas que lleven este atuendo. No obstante, los jóvenes han recuperado el gusto por la ropa de sus abuelos y la lucen en las fiestas, procesiones o romerías. Más corriente es ver entre los labradores de hoy una típica blusa marrón o negra, muy corta, que apenas llega a la cintura, con canesú muy plisado, persistiendo el uso de la faja, si bien negra y no de vivos colores.





Fotografía: Delegación Provincial de la Sección Femenina, AHPTE
Recogido por Alfonso Utrillas Navarrete, 2008


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jueves, 5 de mayo de 2016

Fiestas populares



Fiestas Populares
-Provincia de Teruel-


Se celebran, por lo general, el día de la Virgen de Agosto, Asunción de Nuestra Señora, el 8 de septiembre, no faltando pueblos, como Monreal del Campo, Santa Eulalia, Cella, Calanda, que las hacen coincidir con el 12 de octubre, festividad de Nuestra Señora del Pilar. En Teruel capital tienen lugar el 30 de mayo, en honor de San Fernando, sus Ferias y Fiestas, y el domingo más próximo al 10 de julio -festividad de San Cristóbal. la Vaquilla del Angel, fiesta popularísima, consistente en correr por las calles y Plaza del Torico, toros ensogados, arriesgada diversión en la que participa la población entera. Las mujeres, desde los porches de la plaza y en la bocacalles, presencian los alardes de valor y maestría de los mozos, teniendo algunas veces que esquivar en las pilastras las incursiones que el toro realiza por las porchadas y accesos callejeros. Todo ello va unido a verbenas, organizadas por diversas peñas juveniles y otros festejos populares, que están haciendo de la Vaquilla del Angel un atractivo turístico realmente importante para Teruel.

Se ignora el origen de esta fiesta, aunque se han hecho no pocas conjeturas y escrito bastantes libros y folletos sobre ella. Dicen algunos autores que el abad de la Cartuja de Portacoeli, venerable Francés de Aranda, figura insigne en el Compromiso de Caspe e ilustre turolense, dejó  un donado para esta fiesta popular en Teruel, ordenando que la carne de los toros corridos se repartiera entre los presos. Pero es probable que el origen de la Vaquilla, llamada del Angel Custodio, sea la traducción cristiana -con la advocación del Angel - de alguna antiquísima costumbre ibérica, pues ibérico es el nombre de Teruel, cuya raíz lingüística es el toro, y que fuera algún culto primitivo que los habitantes rindieran al "totem" de la población.

En las serranías de Albarracín y de Mora de Rubielos, también las fiestas populares tienen por base y fundamento los toros, como en otros muchos pueblos de la provincia. No es incomprensible  esta afición, puesto que en las cuevas del Navazo de Albarracín, encontramos pinturas rupestres donde el toro y el hombre están representados en escena de caza o de una lidia  primitiva, Allí han abundado siempre ganaderías de reses bravas, y a gala han tenido los pueblos de llevar los toros o vacas de mayor tamaño para sus fiestas mayores, lidiándolas, bien los propios mozos del pueblo o bien "maletillas" de poca monta, en improvisadas plazas de carros, vigas y tablados.

De estas fiestas de toros merecen mención las de Albarracín, por el marco extraordinario de su Plaza Mayor  convertida en coso taurino, así como las de Bronchales, Orihuela, Torres y otros pueblos comarcanos. En Albarracín se celebra un encierro de las reses a lidiar, muy similar al de Pamplona. Los mozos corren por las estrechas y empinadas calles, delante y detrás de los bravos toros, sin inmutarse tampoco cuando, desde el viejo camino de Royuela, entran en la carretera para cruzar el largo y oscuro túnel que perfora de parte a parte la montaña sobre la que se asienta el pueblo. 

En las demás localidades de la Sierra es también típico el encierro, acompañando a los mayorales, mozos del pueblo, montados en engalanadas cabalgaduras y llevando a la grupa a guapas mozas amplios mantones de Manila.

En la Sierra de Mora la fiesta tiene otra característica distinta. Allí lo típico es el toro embolado de fuego. Algo así como cuando los íberos luchaban contra los cartagineses y lanzaban sobre sus campamentos toros con bolas de fuego en los cuernos. Al toro bravo, abundante en la comarca, se le coloca un yugo y, diestramente dispuesto sobre él, un aparato de hierro sobre el cual van encendidas unas bolas confeccionadas con resina, pez y estopa. No hay peligro de que el fuego dañe al animal, puesto que las chispas caen siempre fuera de su cuerpo, pero aun así, en Rubielos de Mora por ejemplo, cubren el lomo de la res con una capa de arcilla para evitarle quemaduras. El toro corre suelto por las principales calles, tapándose las accesorias con "tarracleras", y  ante él los mozos, que han de esquivar no solo las cornadas sino también, esos otos cuernos de llamas que lleva la res en su testuz. La fiesta se celebra de noche, con el alumbrado público apagado y es de un efecto plástico extraordinario.

En Calamocha, para San Roque, se corren vaquillas sueltas por las calles, lo mismo que en Albalate del Arzobispo, San Agustín y otros pueblos, aparte de los festejos taurinos digamos profesionales.

La provincia de Teruel cuenta con las siguientes plazas de toros permanentes: Teruel, con un aforo de 7.000 personas; Alcañiz, 5.000; Calanda, Albalate del Arzobispo y Calamocha con unas 3.000 localidades; y Cella, 2.000.



Dibujo, monumento a la Vaquilla del Angel, Gonzalvo
Recogido por Alfonso Utrillas Navarrete, 2016



aun2016



Romerías y santuarios





Romerías y Santuarios


Numerosos santuarios se esparcen por la geografía turolense, dedicados especialmente a la devoción mariana. Enclavados en los lugares donde, según tradición, se apareció la Virgen a algún pastor o labrador, los pueblos comarcales celebran romerías a ellos en determinadas fechas del año, que suelen ser por el mes de septiembre, terminadas ya las más apremiantes tareas del campo. Son innumerables, pero por señalar los más importantes, indicaremos la de Pueyos, patrona de Alcañiz, en un magnífico santuario, hoy convertido en casa de Ejercicios Espirituales, a un par de kilómetros de la ciudad; el de la Virgen de la Vega, en Alcalá de la Selva, en medio de un maravilloso paisaje y donde hace años, se está construyendo una populosa colonia veraniega; el de la Fuensanta de Villel , con un manantial milagroso, de devoción en una extensa comarca incluida la capital de Teruel; el de Nuestra Señora del Tremedal , en un alto monte que domina los hermosos pinares de Orihuela del Tremedal, auténtica patrona celestial de toda la tierra de la sierra de Albarracín; la de la Zarza, en Aliaga, devotamente venerada en toda la comarca; la de la Estrella, en Mosqueruela, y tantos y tantos otros.

Era y es costumbre que, aparte del culto general se dedica a Nuestra Señora en sus distintas advocaciones populares en la fiesta de su Natividad cada pueblo de la comarca vaya en romería al santuario. Autoridades y vecindario acuden en masa, utilizando caballerías, carros engalanados y, ahora, tractores, camiones o autobuses, si hay acceso. Justo al santuario solía haber hospederías, ahora muy deterioradas por la guerra  y por el tiempo, en las cuales los respectivos pueblos de la comarca tenían sus viejas vasijas de cerámica típicamente turolense -algunas, como la de Cascante del Río en el Santuario de la Fuensanta, del siglo XIII y de la que se conservan varias piezas en el Ayuntamiento- en las que los cofrades hacían una comida común después de los actos religiosos.

Tras la misa solemne y la comida abundante, a distancia respetuosa del santuario, se celebraban las fiestas populares de bailes y danzas, que también con su ingenua alegría son culto a la Madre de Dios.



Recogido por Alfonso Utrillas Nvarrete


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Procesiones





Procesiones


El fervor del pueblo turolense se pone de relieve en sus manifestaciones de culto externo, procesiones, romerías, rosarios de la aurora, rogativas o votos realizados por sus mayores, en tiempos más o menos remotos, para cumplimiento de promesas que libraron al pueblo de alguna calamidad colectiva.

Especial mención merecen las procesiones de la Semana Santa en Alcañiz, Híjar y Calanda, Abalate del Arzobispo y Puebla de Híjar.

En la mayor parte de estas procesiones todos los hombres del pueblo, desde los niños hasta los ancianos, cuelgan un tambor en la cintura y acompañan a los Santos Pasos con redobles peculiares y solemnes. Los palillos en manos de cualquier tierrabajino sacan insospechados sonidos y redobles del cuero del tambor, que, en su versión primitiva, era tensado con gruesas cuerdas y que ahora ya se van sustituyendo por llaves mecánicas, aunque, al decir de los entendidos, no logran estos tambores "modernos" el mismo puro sonido que los tradicionales.

En los desfiles procesionales, los alcañizanos visten túnica azul celeste, los hijaranos negra y los calandinos morada, pero común a todos ellos es el capirucho sin armar, es decir, una especie de gorro con amplia prolongación triángular, muy plisada, que los más "fanfarrones" arrollan por su punta a las cuerdas del tambor.

En la noche del Viernes Santo, al "romper la hora", a las doce de la noche, previo un toque de atención dado por una corneta a orden del alcalde, todos los tambores, cientos de tambores, inician su redoble en la Plaza mayor y luego en cuadrillas se distribuyen por las calles. No se crea que el tambor es solo un instrumento musical de acompañamiento. Loa tierrabajinos saben mil redobles distintos de un auténtico valor musical, y cada cuadrilla suele tocar el suyo en su deambular por las calles. Cuando dos cuadrillas coinciden en su paso, a gala tienen unos "arrastrar" con su redoble a los otros, que poseen menos maestría o menos "oído". En Híjar cada cuadrilla lleva además un bombo.




Nadie sabe de cuando procede esta costumbre de los tambores, pero todos dirán que viene desde siempre, y no hay tierra bajino, por lejos que se encuentre de su pueblo, que no vuelva a él por la Semana Santa para vestir la túnica y participar en la extraordinaria y maravillosa manifestación tradicional.

Tan arraigados llevan estos hombres la inveterada que, durante los años de la República, cuando el sectarismo antirreligioso prohibió toda manifestación externa de culto, en aquella noche del Viernes Santo, desobedeciendo la orden gubernativa, las alcañizanos "rompieron la hora"  con redobles taborileros en todas las calles. Si los agentes de la autoridad acudían a donde sonaba el redoble, solo encontraban a un hombre con unos palillos en la mano. pero el tambor había desaparecido. Era que las mujeres alcañizanas, con una cuerda, desde los balcones, descendían el tambor hasta las manos de sus maridos y cuando llegaban los guardias lo izaban nuevamente haciendo desaparecer "el cuerpo del delito".

Si bien en casi todas las localidades de la provincia las imágenes que figuraban en los desfiles procesionales fueron fueron destruidas bárbaramente durante la ocupación marxista, los vecinos se han preocupado de reponerlas con una nueva y esplendorosa imaginería, gracias al entusiasmo y aportaciones económicas de todos sus vecinos.

Un encanto especial tienen las demás procesiones y manifestaciones de culto externo en muchos de los pueblos, en que flamean enormes banderas de la parroquia, con largísimos mástiles, que solo los fornidos son capaces de transportar y aun "bailar" delante del Santo.

En Calamocha, es admirable la procesión de San Roque en sus fiestas mayores: ante la imagen del Santo Patrón, mozos ataviados con blancos trajes y faja roja, bailas una danza primitiva y maravillosa según arte que aprenden los hijos de sus padres, como ellos lo aprendieron de los abuelos; mas, mientras la procesión discurre y los danzantes bailan, espontáneamente van surgiendo de entre las filas hombres del pueblo, que ante la imagen del abogado de las pestes, lanzan al aire su "dicho" -totalmente improvisado-, que es la mejor oración de un pueblo sencillo y creyente.

El "Abajamiento" de Monreal del Campo, no se celebra todos los años. Solo cada cinco marca la tradición que se represente en la puerta de la Iglesia, a "lo vivo", el Descendimiento de Nuestro Señor de la Cruz. Unos viejos y primitivos versos y una rara escenificación de esta parte de la Pasión, se acompañan con el estruendo de potentes trabucazos.



Recogido por Alfonso Utrillas Navarrete
Fotografía: Dirección provincial de la Sección Femenina, AHPTE
Foto postal, años 1960


aun2016