viernes, 31 de octubre de 2014

lunes, 27 de octubre de 2014

Puntos de vista

   Cuando la guerra del moro
encontrábase Facundo
-el hijo de la tía Pabla
y también del tío Cañutos-
de guardia en una avanzada
por corresponderle el turno,
añorando con nostalgia
el cariño de sus deudos
que a su vez le recordaban
desde su hogar en Pancrudo
-pueblo de la serranía
de Teruel-, en cuyo feudo,
impaciente le esperaba
con el amor más profundo
su novia, la Revesinda
que era hija del tío Tarugo,
aguardando que acabase
la milicia su Facundo
y en un santiamen el cura
les uniese con el yugo.
   En este éxtasis se hallaba
el hijo del tío Cañutos
desde su puesto de guardia
con el mosquetón a punto,
cuando divisó a lo lejos
entre las lomas e higos chumbos,
a una patrulla morisca
que en grande y compacto grupo
se aproximaba a caballo.
   Sin perder tiempo, Facundo
dió el alerta:
   -¡Mi tiniente!
¡Moros a la vista!... ¡Y muchos!
   -¿Son amigos?...
   -Deben selo,
porque vienen todos juntos!...

    GENTES DE MI TIERRA. Adelino Gómez Latorre. Imp. Carlos Nacher - Milagro, 7 - Valencia. 1972

domingo, 26 de octubre de 2014

Viviendas en Valmuel, 1957




   Diario TIERRA BAJA. Defensor de los intereses del Bajo Aragón. Número 248 - Alcañiz, 24 de noviembre 1957 - II Epoca.
  

sábado, 25 de octubre de 2014

El permiso

   Hacía tan sólo un mes
que Salustiano Mochales
hallábase incorporado
a un regimiento de infantes
en Zaragoza. Y sentía
una añoranza envidiable
de su pueblo y de la novia
que se quedó en Carrascales.
   Y tanta era su nostalgia,
que no pasaba una tarde
sin ir a esperar los coches
que llegaban siempre a pares,
transportando los viajeros 
que querían trasladarse 
de Teruel a Zaragoza
o al revés, por si al socaire
de este trasiego de gentes,
alguno de Carrascales
venía an los autobuses
y de este modo informarse
de los aires que corrían
por el pueblo.
   Y una tarde
tuvo suerte, pues llegó
sin esperarlo, el alcalde
al que, sin pensarlo mucho,
pidió el amigo Mochales
un permiso de tres días
para irse a Carrascales
a visitar la familia
y a su novia, que en el trance
suspiraba ansiosamente
para que lo licenciasen.
   -Pero ¡leñe!, Salustiano,
¿no sabes -dijo el alcalde-
que el permiso has de pedilo
en el cuartel?... Al istante
te lo dará el general
u alguno de los que mande,
pues casi nunca lo niegan
si se pide con modales.
Y menos a tú, qu'es pa ite
a ver a los familiares.
que es justo, dimpués de un mes
que hace ya que te marchastes
del pueblo a la "meli"...
   -Entonces,
¿no es cosa de los alcaldes?
   -¡Claro que nó Salustiano!
Paice mentira, tan grande 
y tan cortico...Tú, ¡mira!
Vas cuando mejor te cuadre
al capitán u al sargento,
u al que tengas a tu alcance,
y le pides el permiso.
Si t'íce que sí, no cale
que hagas ya miaja. Te cojes
el tren y a los Carrascales,
u el auto, si te acomoda
hacer en auto el viaje...
   Y al día siguiente sábado,
fué Salustiano Mochales
a solicitar permiso
para poder ausentarse,
siguiendo las instrucciones
que le dió el señor alcalde.
   Y asomándose al despacho,
llamando con golpes suaves
le preguntó al oficial
con respeto, tras cuadrarse:
   -¿Me da usté permiso?...
   ¡Sí!
-Entonces, pues, ¡hasta el martes!...

  
   GENTES DE MI TIERRA. Adelino Gómez Latorre. Imp. Carlos Nacher - Milagro, 7 - Valencia. 1972

viernes, 24 de octubre de 2014

Baraja aragonesa















Baraja aragonesa, descriptiva de trajes, arquitectura, monedas y artesanía.
Editada por la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja.
   Heraclio Fournier. Vitoria, 1979.

aun2014


 

miércoles, 22 de octubre de 2014

Escuela Elemental del Trabajo de Teruel, 1932



Escuela Elemental del Trabajo
-Teruel, 3 de abril de 1932-



Documento (minuta): En la que se comunica al Director General de Enseñanza Profesional y Técnica, de la inauguración, matrícula y clases que se imparten en la Escuela.

Clases teóricas: Ciencias, Letras, Gimnasia e Higiene Industrial. 
Clases prácticas: Carpintería, Herrería y Forja.

Sello: Patronato Local de Formación Profesional de Teruel. Salida nº 20.


***

El Patronato Local de Formación Profesional de Teruel, se formó en 1929 para la creación de un Centro de Formación Profesional.

En 1932, se logró; con la inauguración de la Escuela Elemental del Trabajo. Iniciando sus clases prácticas en la calle de San Francisco (30 años de docencia solo interrumpida por la guerra civil de 1936. En 1941-1945. 

En el mismo solar (el edificio quedó en ruinas en la Batalla de Teruel, 15/12/1937-22/02/1938), con la construcción de un edificio nuevo, continúan los cursos en la Escuela Elemental del Trabajo, cambiando su denominación en los años 1950 a Escuela de Maestría Industrial).

En el curso 1968-1969, debido al gran crecimiento en la matriculación de alumnos, hace que se construya un edificio nuevo en los Llanos de San Cristóbal (ahora Ciudad Escolar). 

Denominaciones de la Escuela:

Escuela Elemental del Trabajo
Escuela de Maestría Industrial 
Instituto Nacional de Formación Profesional 
Instituto Politécnico de Formación Profesional
Instituto de Educación Secundaria Segundo de Chomón

Actualmente imparte sus enseñanzas, en un moderno edificio construido en el barrio de La Fuenfresca (polígono Sur).


Alfonso Utrillas Navarrete



Historia de la Formación Profesional en Teruel, 1929-1969
Escuela Elemental del Trabajo - Escuela de Maestría Industrial
Alfonso Utrillas Navarrete


aun2014



jueves, 16 de octubre de 2014

El uniforme del rey

   Tres días hacía sólo
que Perico, el de Perales 
de Alfambra, estaba en Teruel 
haciendo la "mili". Y cabe 
suponer que fué a propósito 
-a juzgar por el desastre 
de uniforme que le dieron-, 
que Perico el de Perales 
parecía un adefesio 
porque todo le iba grande: 
el uniforme, la gorra, 
los zapatos y los guantes.

   Con dicho disfraz, salió
de paseo por la tarde
y en los porches se encontró
con el propio comandante,
que al verlo de aquella facha
contemplando escaparates
y sin hecerle el saludo,
le increpó de mal talante:
   -¿No sabe usted saludar
a un superior en la calle?
¿Es que no le dá verguenza
llevar de esa guisa, un traje
que es uniforme del rey?...

   -¿qu'es del ray?... ¡Ya icía yo
que me estaba masiau grande!...


   GENTES DE MI TIERRA. Adelino Gómez Latorre. Imp. Carlos Nacher - Milagro, 7 - Valencia. 1972

miércoles, 8 de octubre de 2014

Trasdado de restos al Valle de los Caidos. Instruciones del Gobierno Civil de Teruel, 1965






                                                                                                                

Gobierno Civil de Teruel 
Nicolás de las Peñas y de la Peña, 12 de mayo de 1965


AHPTE
aun2014

   

lunes, 6 de octubre de 2014

EUCORT, el primer automóvil de serie fabricado en España


   

EUCORT, el primer automóvil de serie fabricado en España


Don Eusebio (Eugenio según otras fuentes) Cortés Cherto, hombre de negocios natural de Bot (Tarragona), consiguió fundar en la ciudad de Barcelona, en el mes de enero de 1945, con un capital de siete millones de pesetas, la empresa denominada Automóviles Eucort, S. A.

La gran presentación de la marca tuvo lugar en la Feria de Muestras de Barcelona en 1946. El stand de EUCORT sorprendió por presentar un vehículo hecho en España y sobre todo por que aceptaba pedidos, cuando conseguir en España un vehículo era imposible si no fuera a través buenos contactos en el Gobierno.

Los primeros coches que salieron de la factoría EUCORT, de la calle de Nápoles, 124, de Barcelona, en 1947, fueron modelos comparables a los modelos importados de análogas características. Entregando en grandes cantidades las diversas unidades de prototipos salidos de la factoría, previendo la primera etapa un plan de producción para alcanzar la cifra de 100-150 unidades diarias de los distintos tipos y modelos.

La primera producción abarcó el modelo de coche de turismo de cuatro puertas, además del coche rural (conocido como “rubia”), sin olvidar la camioneta de reparto y el coche de servicio público.




A partir de 1950 fueron mejorados con el modelo llamado Victoria, con motor de tres cilindros, 76 x 76, de dos tiempos y de 990 c. c., como los anteriores, tenía un cambio de marchas de tres velocidades delanteras y la trasera, destacando el modelo Victoria Avión, uno de los últimos de la marca.



También en 1950 se presentó un prototipo con una singular carrocería de tipo monovolumen que iba destinada al servicio de taxi, pintada con los tradicionales colores negro y amarillo de los taxis de Barcelona.

A pesar de la magnífica labor emprendida, a partir de 1950 comienzan los problemas financieros que harían que la fábrica cerrara en 1953.

                                                                                                                    

aun2014



sábado, 4 de octubre de 2014

Retorno (15)

   No me inspiró la menor simpatía la Dictadura del general Primo de Rivera. No soy antimilitarista, al contrario admiro las virtudes castrenses cuando son auténticas y creo que el ejército, aun en la paz, puede ser buena escuela para la formación ciudadana. Pero las dictaduras no me placen y, sobre todo, me desplacen las dictaduras militares, al menos para mí, aunque tenga que reconocer que muchas veces se hacen necesarias para los demás. Esto obedece a la diferencia que yo encuentro sobre la manera de entender la disciplina  entre lo civil y lo militar, pues mientras que la disciplina militar tiene como fundamento la subordinación, es decir, el acatamiento indiscutible e indiscutido (sub ordine) a un imperativo que no se discierne, y la disciplina así concebida no es otra cosa que un ciego mecanismo.

   Teruel recibió la Dictadura, no con hostilidad, pero sí con prudente reserva. Los políticos antiguos se apartaron expectantes y los gobernadores tenían que echar mano de personas ni mejores ni peores que las que habían antes, pero que evidenciaban la desventaja de su absoluta inexperiencia en el manejo de los negocios, o bien recurriendo a tránsfugas de los viejos partidos que para no perder predominio se adaptaban a la nueva situación. Estos creo que fue igual en todas las provincias, pues la picaresca, tan nacional, fue siempre gala y prez de la política española.

   Entre los problemas de en Teruel se presentaron a los gobernadores, fue sin duda uno de los más arduos el de la designación de las personas que habían de ocupar las alcaldías, pues nadie quería ser alcalde después de la brillante etapa de Pepe Torán, que, con despilfarro y todo, había sido fecunda en útiles realizaciones.

   En los seis años largos que duró la Dictadura, se vio desfilar por la presidencia del Ayuntamiento a toda una serie de señores, desde luego la generalidad de ellos irreprochables como personas y alguno hasta prestigioso en su terreno profesional, pero totalmente inepto para el cargo, máxime en una población como Teruel que tenía el liberalismo incrustado hasta los huesos. Así entre tanteos y vacilaciones, la alcaldía fue a parar sucesivamente a manos de dos locos, don Aniceto Marqués, que llegó incluso en plena Dictadura a proclamar la República desde el balcón del Ayuntamiento y Eduardo Badenes un maníaco depresivo que incapaz de superar los problemas municipales acabó por tirarse de cabeza por el hueco de la escalera de su casa.

   Yo ya había encajado e Teruel; pero mi cacereñismo irrenunciable, el haber fallecido mi padre y las llamadas de los hermanos, alarmadísimos por la situación de nuestra casa en manos de mi madre, y mi madre en manos de sus sobrinas, me hizo regresar. Solicité la cátedra de Pedagogía de la Escuela Normal de Cáceres, y aunque yo no sabía Pedagogía, como alguien me dijera que otro tanto les ocurría a todos los pedagogos españoles sin el menor escrúpulo intelectual, en un atardecer de primavera, despedido cariñosamente por amigos, compañeros y discípulos tomé el tren camino de mi pueblo natal.

   Ello no fue sin pena. Atrás dejaba cariños como no los he vuelto a encontrar jamás y son muchas las noches que sueño que vuelvo a Teruel a afrontar sin miedo la vida de estrecheces y trabajos superados siempre por el calor sincero de aquellos maravillosos corazones.


    Memorias Turolenses, 1918-1928. Antonio Floriano Cumbreño.

 

El tío Benicio (14)

   Nunca me he dejado invadir por la tristeza. He sentido muchas veces la pena y sobre todo las penas; pero ese estado deprimente de lo afectivo que se llama tristeza, me es desconocido. Me pasa en esto algo parecido a lo que me ocurre con el miedo: no recuerdo haberlo sentido jamás, aunque muchas veces sentí lo que yo llamo miedo racional, que es una situación de angustia ante un mal conocido, cuya proximidad se presiente. Quizá la diferencia que yo veo entre pena y tristeza, no sea otra cosa sino una sutileza dialéctica, como acaso lo es también la distinción que establezco entre miedo y temor racial; pero el caso es que en mí ni en la pena intensa ni en la tristeza, jamás perdí la capacidad de reaccionar, unas veces haciéndoles frente hasta vencerlas, otras aceptándolas con una absoluta conformidad, como algo que, por ser como es, es inútil pretender que sea de otra manera.

   Ése es el secreto de mi imperturbable alegría y de mi imperturbable optimismo. No es un "no importa" o "nada importa", sino más bien un "es así" y hay que tomarlo "como es" y buscar en el "como es" el mejor asidero para conllevarlo; pues quizá el verdadero alivio para las penas esté en saber sufrirlas con reflexión, en vez de hundirse en la cobardía de la desesperanza.

   En mi casa, en los tiempos difíciles, disipábamos las tinieblas de la realidad con el resplandor luminoso de la fantasía y así es como irrumpió en nuestra vida familiar la figura del tío Benicio.

   Contar cuentos era uno de nuestros entretenimientos familiares. A la hora de comer (lo que había y cuando lo había, aunque gracias a Dios siempre hubo lo suficiente, aunque algo estricto) se contaban cuentos; cuentos bonitos, amables y sencillos, que yo solía bordar sobre cañamazo de algún hecho histórico, ambientando el relato con divagaciones y detalles pintorescos que mantenían el interés. No importaba mucho una rigurosa superposición del relato a la realidad histórica, salvo en la idea central; por eso la narración unas veces estaba llena de una emoción acentuadamente coloreada y otras brillantes incongruencias y de estrepitosos anacronismos, que al ser notados por los chicos, los coreaban con grandes carcajadas.

   Extraía los temas además de la historia, de la Biblia, de las florecillas de San Francisco, que estos últimos eran los que más gustaban. Procuraba cuidadosamente no caer en la pedantería de aleccionar ni sacar consecuencias morales. Allí de lo que se trataba era de entretener, de divertir y, de paso, evitar que los muchachos armaran ruido en la mesa. Un cuento no era el tema para un solo día, solía durar mucho, y así la historia de José me dió materia para tres semanas, pues sólo en la descripción de las plagas de Egipto empleé siete días, a día por plaga; la leyenda de la Virgen de Guadalupe nos entretuvo casi tres meses y no recuerdo cuánto tiempo anduvimos a vueltas con la Historia del Mio Cid. Mis hijos, cinco a la sazón, se entusiasmaban y a veces se emocionaban hasta el borde de las lágrimas; pero esto yo trataba de evitarlo, porque sé que las emociones deprimentes alteran la digestión.

   Al sentarnos a la mesa, uno de los chicos solía decir:

   - Papá: ¡Sigue!

   - ¿Por dónde íbamos? -preguntaba yo.

   - Nos quedamos cuando las vacas flacas eran ya tan flacas, que solamente se les veían los cuernos
.
   Y así enlazaba el relato con el día anterior.

   A veces la lección se hacía inevitable, como ocurrió durante el cuento de la Virgen de Guadalupe.

   - Sigue, papá - invitó uno de los críos según costumbre.

   - ¿Por dónde íbamos? -pregunté.

   - Íbamos cuando el perro del vaquero se encontró la vaca muerta.

   - ¿Cómo se llamaba el perro?

   - Se llamaba Temerón y era un mastín grande y peludo, que era muy valiente luchando con los lobos. Llevaba el cuello un collar ancho lleno de puntas muy afiladas...

   -¿Cómo se llama ese collar, papá? -inquiere uno de ellos.

   - Se llama carlanca.

   - Pues tú dijiste ayer que se llamaba carranca.

   - Así es como lo llaman los pastores por Cáceres, pero su verdadero nombre es carlanca.

   - Es igual -aducía impaciente- tú, sigue.

   Por aquellos días se había acabado un cuento y los muchachos me instaban a que empezara otro. Yo no estaba de humor y trataba de eludir el encargo. Pero los chicos insistían.

   - ¿Qué cuento queréis que os cuente? -rechacé fastidiado.

   - Cualquiera. Mejor uno tuyo.

   - Como no queráis que os cuente el de mi tío Benicio... -les dije por decir algo y sin saber siquiera lo que decía.

   - Pues ése mismo -aceptaron los chicos.

   Tío Benicio fue una creación espontánea, repentina e inesperada de mi imaginación. Yo había pronunciado ese nombre como podía haber expresado otro cualquiera, y, sin embargo, desde aquel mismo momento dejó de ser meramente pensado, para convertirse en una personalidad con existencia casi real, encarnada en una corporeidad extraordinaria.

   - Tío Benicio era -dije dejándome arrastrar por la imaginación- tío mío, pariente más o menos lejano de mi padre que siendo muy niño emigró a las tierras de América, a Venezuela...

   Todo punto de partida implica el movimiento inicial de un itinerario, de un camino a recorrer, y yo ya me sentía obligado a recorrer el camino iniciado con la creación de un ser que por el solo hecho de haber sido imaginado, ya tenía una indestructible forma de realidad.

   Resolví seguir adelante.

   No tenía que cavilar mucho para encontrar escenario donde situar la acción pues tenía reciente la lectura de Doña Bárbara y Rómulo Gallegos me proporcionaba el mejor que se pudiera apetecer como sostén de mi fantasía.

   Tío Benicio había emigrado siendo muchacho a América, metiéndose como polizón en un barco holandés. Lo descubrieron y en vez de desembarcarlo en el primer puerto en que tocara el barco, lo pusieron a trabajar con los demás marineros de los que conquistó la simpatía enseñándoles a torear y a cantar flamenco. Lo desembarcaron en Venezuela, metiéndole en el bolsillo una cantidad de dinero que le dio el capitán del barco, acrecentada con una aportación que hicieron los marineros. Pasó en los  primero tiempos toda clase de trabajos y penalidades  hasta caer en la estancia de una viuda riquísima que se enamoró de él y con la que terminó casándose; y como la viuda también se murió dejándole todo su capital y sus posesiones a tío Benicio, éste, hombre riquísimo, nos lo había dejado todo a nosotros, pues había muerto en Caracas haría unas tres semanas.

   Los muchachos sabían que todo esto era un cuento; pero se identificaron de tal manera con el relato, que ya se veían corriendo por la sabana tras los rebaños de los caballos salvajes, junto a los pozos de petróleo, remontando el Amazonas para matar caimanes o luchando con los indios que invadían nuestra propiedad para robarnos el ganado.

   Tenían mis hijos un amigo, que se llamaba Pedro, hijo del oficial mayor del Ayuntamiento, y a Pedro le contaron lo de la herencia de tío Benicio; Pedro se la contó a su madre, ésta a su esposo el cual lo contó en el Ayuntamiento, y en menos de una semana todo Teruel estaba lleno de la noticia de la cuantiosa herencia que Floriano había de recibir de un tío riquísimo fallecido en América. El director del Banco de Aragón se me ofreció para todas las operaciones que tuviera que hacer para el traslado o inversión del capital y mi jefe don José María Rivera, hasta se me enfadó un tanto, porque creía que yo se lo ocultaba.

   - ¡Por Dios, don José! -le dije-, Si usted cree que es cierto lo de la herencia ¿por qué no me adelanta a cuenta veinte duros que necesito para acabar el mes?

Aquello le convenció.

   Y sin embargo, tío Benicio vive entre nosotros, como la sombra de una sombra que vaga por el hogar. Así, cuando por algo extraordinario, un premio o la remuneración de un trabajo extraordinario hacía evidenciar cierto desahogo en la casa, los hijos, ya mozos, solían comentar:

   Es que ha venido tío Benicio?
   Desde luego, es evidente, que las fuerzas de la mente dan corporeidad a lo imaginario.



  Memorias Turolenses, 1918-1928. Antonio Floriano Cumbreño.


   

miércoles, 1 de octubre de 2014

BONET, el primer coche a motor construido en España

   El ingeniero don Francisco Bonet Dalmau, fabricante textil y gran aficionado a la mecánica estuvo en 1889 visitando la Exposición Universal de París, y entusiasmado por los vehículos de propulsión mecánica que en la Ville Lumiére, acababan de nacer, concibió el proyecto de construirse uno propio, con esta finalidad adquirió entre otros un motor de explosión interna de dos caballos y medio de fuerza, marca Panhard & Levassor, fabricado por Gottlieb Daimler, fundador de la fábrica de automóviles Mercedes.
   A su regreso a España, y ya en Barcelona, en su fábrica de géneros de punto de la calle de la Diputación, Bonet ayudado por un mecánico construyó un bastidor al que acopló tres ruedas de carro cuyas llantas fueron revestidas de goma maciza. Siendo la rueda trasera la motriz, activada por una correa sinfín que iba de la polea al árbol del motor. Las ruedas delanteras eran directrices y se movían mediante un sistema de articulación por medio de un manillar sujeto al salpicadero, y una especie de radiador situado delante del cárter del motor completaba aquel artefacto.




   El día 12 de diciembre de 1889, con el número de registro 10.313, Bonet presentó la memoria descriptiva del vehículo (en los planos iniciales el vehículo a construir tenía cuatro ruedas y trasmisión por cadena y diferencial) por el que se le concedió patente de invención por veinte años, el día 15 de enero de 1890.

                                                                                                                                      A. U. N.