lunes, 29 de septiembre de 2014

Alcorán o Libro Verde de Teruel, Notas

    
    


Copia L. V. del Libro Verde


Ya hemos citado más de una vez en estas páginas el denominado Alcorán o Libro Verde de Teruel. Ampliaremos aquí a las alusiones expuestas que esta elección de diversos papeles, manuscritos e impresos, se formó en los comienzos del siglo XIX, recogiendo toda clase de curiosidades de distintas épocas, procedencias, categorías y solvencia científica. Había entre éstos algunos de curiosidad inestimable referentes a festejos, entrada de monarcas en Teruel, aniversarios, concesiones, memorias de guerras y motines, natalicios de príncipes, etc., etc.; pero entre estos se deslizaron algunas donosas fantasías y no pocas falsedades. En general, casi todo su curiosísimo contenido, sin un exceso de crítica, podía ser utilizado en la construcción histórica.

Este libro sufrió muchas y muy curiosas vicisitudes. Los investigadores de la pasada centuria lo tomaron como fuente muchas veces única para la historia de Teruel y fue objeto de codicias que hubieron de terminar en que un gobernador civil cargara con él y se lo llevara a Valencia, razón por la cual no lo pudo consultar Llabrés en 1882, ni tampoco Víctor Pruneda, autor de una Historia de Teruel cuyo manuscrito se conserva en el Instituto de Segunda Enseñanza.

Merced a las gestiones de Doporto, el códice volvió a Teruel y fue ampliamente utilizado en nuestras investigaciones.

En este libro, y hacia su mitad, se incluye una lista de jueces de Teruel. Su paralelismo con el códice A (llamado de las Crónicas de Teruel) es casi absoluto, en cuanto a la nómina de estos magistrados y en mucha parte en lo que se refiere a sucesos; pero antepone a una y otra un largo prólogo narrativo de la fundación de la villa, en su conquista por los adalides de Alfonso II, más una explicación harto pintoresca de la etimología del nombre de la villa, con su toro, su estrella y toda una serie de lindas puerilidades de ésas con que la erudición del barroquismo solía aderezar sucesos semejantes.

No hay para que insistir en esto. El prólogo es falso superficial y lo creemos redactado en 1620, aproximadamente, y, por Juan Yagüe de Salas, que estaba muy ducho por entonces en tales menesteres.

La copia del Libro Verde ha sido la fuente de la que se han extraído todas las nóminas posteriores, o que, cuanto menos, ha servido para completar sus informaciones, y, aparte el prólogo, del que ya dejamos enunciado todo cuanto se puede enunciar acerca de su valoración como testimonio histórico, no hay que lamentarlo demasiado, pues es bastante fiel al códice A, y su transcripción, si no puede, naturalmente, reputársela como modelo de escrupulosidad paleográfica, no tiene excesivos errores, ni los que pudieran destacársele son de demasiado bulto.


LAS EFEMERIDES TUROLENSES. Notas preliminares

Cuadernos de Historia "Jerónimo Zurita" Institución Fernando el Católico (CSIC) de la Excma. Diputación Provincial, Zaragoza, 1954

Por Antonio C. Floriano Cumbreño



aun2014




miércoles, 24 de septiembre de 2014

"Dios a la vista" (10)

   En Teruel el casino es una necesidad social. El invierno era largo, y aunque el cielo estaba comúnmente despejado, el sol calentaba poco y el frío persistía, con las naturales oscilaciones, a lo largo de toda la jornada. Se hacía pues necesario refugiarse en alguna parte en las horas del ocio, pues en las calles no se podía parar.

   En los casinos se formaban peñas, cuyos componentes se aglutinaban por amistad o por simpatía, sin que importaran para nada la diversidad de profesiones o de opiniones políticas, literarias o religiosas. En esto había en Teruel un eclecticismo del que ya vimos una muestra en el claustro de la Escuela Normal.

   La peña en la que yo me enrolé a mi llegada estaba centrada en el doctor Borrajo, buen facultativo y hombre de estrepitosas simpatías y sorprendentes brusquedades. Republicano de tipo dogmático, vivía como nadie sobre la base de las afirmaciones incontrovertibles y parecía nacido para definir; pero como poseía un gran corazón, se esforzaba siempre en comprender las razones de los demás, aunque no las compartiera.

   Su conversación entretenía mucho, porque revalorizaba sus relatos con exageraciones pintorescas, tratando de dar valor de pensamientos profundos hasta a las cuestiones más triviales.

   En aquella tertulia se hablaba de todo, de lo divino y de lo humano, y no siempre con un exceso de respeto ni por lo uno ni por lo otro. A veces la discusión adquiría cierta viveza y entonces el doctor cortaba con la estrepitosidad que remataba don Gregorio Montesinos con una paradoja. Don Gregorio era un tipo notable. Catedrático del Instituto, donde explicaba Agricultura, los muchachos le querían porque en su clase se pasaba muy bien, a causa de las salidas y los chistes con los que el profesor esmaltaba sus explicaciones. Acerca de su saber en la materia que explicaba ello se había sintetizado en un gráfico que, entre otros muchos, ilustraban las paredes del retrete del Instituto.

   Decía así:

          Don Gregorio Montesinos
          Es un gran agricultor,
          Siembra nabos en su huerto
          Y le nace coliflor.

   Yo no sé si esto era verdad o simple desahogo lírico de un adolescente. Lo que sí es cierto, es que en conversaciones por mí sostenidas con don Gregorio, lo encontré muy versado en Ciencias Naturales.

   Lo que desde luego sobresalía en él era el humorista, de humor fino y de una agilidad mental realmente sorprendente. Otro ejemplar también notable era el director del Instituto, don Antonio Desbeltrán. Don Antonio vivía, literalmente, en el casino. Entraba en él a las dos de la tarde y salía a las diez de la noche para ir a cenar, regresando después de la cena para permanecer en el círculo hasta la una de la madrugada. Sus idas y venidas tenían una nota pintoresca, pues el gato del casino le había cobrado un singular cariño, y le acompañaba por la calle tanto al ir como al volver y era muy gracioso ver al director del Instituto atravesar la plaza del Torico seguido por un gato como si fuera un perro.

   Don Antonio era un poco así como un padre para el profesorado joven, que no solamente lo asesoraba en cuestiones administrativas, sino que además les adelantaba dinero cuando lo necesitaban.

   A mí no más llegar, me dijo:

   - Mira chico, el sueldo de entrada de un profesor de Escuelas Normales es una porquería y todos tenéis que pasar muchos apuros. Yo soy soltero y puedo ayudarte en cualquier apuro adelantándote algunas pesetas. Me las devolverás cuando puedas. Eso sí, me las tienes que devolver...

   - No vaya usted a hacer con don Antonio lo que conmigo ha hecho Escribano -terció en la conversación don Gregorio, que había escuchado el ofrecimiento.

   Escribano era el profesor, no sé si de Caligrafía o de Dibujo del Instituto. Era hijo de don Godofredo Escribano, un cacique desaprensivo que brujuleaba mucho por el Ministerio vendiendo caras sus influencias. El hijo se dedicaba al sableo y al chantaje. Yo lo conocía bastante bien, pues durante mi etapa de interino había tratado de extorsionarme para obligarme a aceptar los nefandos textos de Pedagogía de su padre.

   - Pues ¿qué le ha hecho a usted? -pregunté a don Gregorio.

   - Pues nada. Cuando llegó aquí hace dos años, a poco de tomar posesión, me pidió cincuenta duros y ésta es la hora en que todavía no me los ha devuelto; y ayer se me presentó con la pretensión de que le prestara otros cincuenta duros. Yo me pregunté: ¿Qué hago? ¿Se los doy? ¿No se los doy? Por fin adopté un término medio...

   - Le dio usted ciento veinticinco pesetas -dijo don Antonio.

   - No. Lo mandé a la mierda -concluyó Montesinos.

   Aquella tarde, cuando yo llegué a la tertulia, ésta estaba muy animada. Alguien había pronunciado la palabra "tabú", y Víctor Sancho se esforzaba en hacer comprender a los demás el significado de dicha palabra.

   Víctor Sancho, licenciado en Historia, y que por aquel tiempo preparaba oposiciones, era hombre de clara inteligencia, pero de tan retorcida expresión, que complicaba al exponerlas hasta las cuestiones más triviales. Su definición de "tabú" no había convencido a nadie.

   - No nos enteramos con tu explicación -dijo el doctor Borrajo, y dirigiéndose a mí me invitó: -a ver tú, ¿qué es eso de "tabú"?

   Lo ha definido bien Víctor. "tabú" es una forma superior del respeto, basado en motivos religiosos, o supersticiosos si se quiere, o en preocupaciones o temores de carácter social.

   Yo no sé si con esta definición un poco pedantesca -todas lo son, según Ortega- había definido el "tabú"; pero yo me quedé tan tranquilo; Borrajo, sin embargo, accedió:

   -¡Maño! "tabú" es todo aquello que no se puede tocar, bien por una preocupación o ya por un escrúpulo; por ejemplo, el sofá.

   Todos nos quedamos extrañados.

   - ¿El sofá? ¿Qué sofá?

   Borrajo era el médico director de la Casa de la Beneficencia de Teruel, establecimiento que, como era corriente en aquellos tiempos, contenía en sí el Hospital provincial, la Casa cuna, el Hospicio y una especie de manicomio para casos leves (un tonticomio, como diría Unamuno) que no requerían un enérgico tratamiento.

   - ¡Bueno! ¿Y qué pasa con el sofá? -preguntó uno de los contertulios.

   - En el rellano de la escalera principal de la Casa de la Beneficencia -comenzó a explicar don José- hay un sofá en el que no se sienta nadie. Es un mueble forrado de yute rameado que pretende imitar un recamado de oro. Comúnmente está defendido por una funda de cretona estampada; pero en las festividades está al descubierto y adornado en los brazos y en el respaldo por unos tapetillos de encaje, que con toda reverencia coloca sobre el mueble sor Venancia. Hace unas semanas, a causa de no sé qué ceremonia, el sofá estaba descubierto. Pasó por allí el Mamo, un pobre imbécil al qué mimaban mucho las monjas a causa de su infatigable resistencia para partir leña, y se tropezó en el rellano con la Emerenciana, otra como él y también muy utilizada en las cocinas. Los dos tontos se miraron, sintieron el reactivo de una simpatía biológica y apretadamente abrazados se lanzaron al sofá, decididos a colmar los afanes de sus instintos. Pasó por allí sor Venancia, que al contemplar la escena salió corriendo por los pasillos gritando horrorizada: ¡En el sofá! ¡En el sofá! ¡En el sofá! Dando a entender que el hecho en sí no la trastornaba; que acaso por su larga experiencia hospitalaria comprendía toda la fuerza que tienen estos impulsos primarios entre los enfermos mentales, y que para ella, lo verdaderamente nefando era que aquello hubiese ocurrido ¡en el sofá! y es que el Mamo y la Emerenciana habían violado el "tabú".

   Terminó Borrajo su relato que yo no garantizaría que fuera comprendido por todos los oyentes. Su suegro, don Miguel Vallés, un viejo maestro ultraderechista, se levantó haciendo gestos de reprobación. Yo glosé:

   - Decididamente, don José, es usted un narrador formidable. Pero siempre arrimando el ascua a su irreligiosidad.

   - ¿Y quién te ha dicho a tí que yo soy antirreligioso? -rechazó.

   - Usted no cree en Dios.

   - Tampoco eso es cierto. Yo creo en Dios. Lo que ocurre es que el concepto que yo tengo de Dios no es el que tenéis tú y la señora Damiana la del Tozal. Ese Dios que está esperando a que nos muramos para premiarnos o castigarnos en la otra vida, según que en ésta hayamos sido buenos o malos. Según mi Dios, el que aquí la hace, aquí la paga. No he visto a ningún granuja que se haya marchado sin pagar de una manera o de otra sus granujadas. Y quedarse con Dios (el mío o el vuestro) me voy de visita.

   Y se marchó dejándonos entretenidos en nuestros comentarios.

   Al poco de marchar Borrajo, se acercó a la mesa Teodoro, el conserje del casino.

   - ¿Saben ustedes lo que pasa? -dijo-. Al agujetero le han dado una paliza tremenda y lo han encontrado medio muerto debajo del puente de la Reina. Decían que tiene tres o cuatro costillas rotas y varias descalabraduras. Miren ustedes. Ahora lo traen al Hospital de la Asunción.

   - ¿Quién es? -pregunté.

   - Cómo se conoce que está usted recién llegado a la ciudad. De haber estado aquí algo más de tiempo, ya hubiera usted oído hablar de él -me dijo Montesinos-, es el agujetero, un punto no sé si catalán o valenciano, que cayó por aquí hará unos diez años y que se hizo célebre por sus trapacerías: usurero, estafador, dicen que también pederasta y ahora se dedicaba a reclutar chicas por la provincia, para surtir los prostíbulos de Valencia y Barcelona.

   - ¿Y las autoridades? -pregunté.

   - No lo podían coger, pues se escurría con mucha habilidad. Menos mal que de cuando en cuando aparecía como ahora, con una buena paliza encima. Ésta es la tercera vez que le pegan. Y lo curioso es que nunca se sabe quién se las da.

   - Yo sí lo sé -dijo don Antonio Desbeltrán.

   - ¿Si? ¿Quién es?

   - El Dios de Borrajo -respondió don Antonio con una convicción absoluta.


  Memorias Turolenses, 1918-1928. Antonio Floriano Cumbreño.


    

martes, 23 de septiembre de 2014

Alcorán o Libro Verde de Teruel, Indice












   "ALCORÁN o LIBRO VERDE de TERUEL"
   Documento manuscrito e impreso (1)
  

El indice de los eventos se añadió cuando se formó el códice (se observa numeración de imprenta folio I: C. 9427947, folio II: 9427949, folio: III: 9427950 y folio IV: C. 9427948) con diversos papeles, manuscritos e impresos. (1) Los folios 61 a 68 de imprenta [Con licencia: En Zaragoza. Año de 1679.].


   Signatura: Concejo_36 _ 3. AHPTE



aun2014



Martín el Bulero


MARTÍN EL BULERO


Un recién nacido a las puertas de un viejo monasterio benedictino  en un recóndito paraje del Mediodía francés en el siglo XIII. Nada nuevo en aquella época. Así comienza la historia de Martín y la primera novela de La Crónica de San Rogelio de Beucaire; donde el nuevo abad, Prudencio de Mesina, pretende convertir el viejo monasterio en el monasterio más poderoso de la Cristiandad. Y para ello el joven Martín se convertirá en elemento fundamental para la consecución de tal empresa.
En Martín, el Bulero, el casi niño Martín viaja en su primera misión a la Corte del todopoderoso rey de Aragón para entregarle……..

  
   CRÓNICA DE SAN ROGELIO DE BEUCAIRE
   MARTÍN EL BULERO
   José Carlos Utrillas

   https://www.bubok.es/


La increíble historia de Juan Buhonero

 

 LA INCREÍBLE HISTORIA DE JUAN BUHONERO

  
Esta es la historia que le podía haber ocurrido a cualquier español en la época imperial en la que las esperanzas y las frustraciones convivían en una misma sociedad. Una sociedad abierta, pendenciera con sus tercios victoriosos, cabeza de un Imperio Católico y por lo tanto Universal. Y junto a esta España rebosante de vitalidad, la vieja España secular, ramplona, silenciosa y acomplejada que mira con reticencia a todo lo que no conoce.
La misma España donde los sueños se convierten en realidad con la misma celeridad que las realidades se transforman en sueños.

La España del poeta:

“”Decir que sueño es engaño;
bien sé que despierto estoy””

Pedro Calderón de la Barca. La vida es sueño.


   Novela
   LA INCREÍBLE HISTORIA DE JUAN BUHONERO
   José Carlos Utrillas

 http://www.bubok.es/libros/221173/La-increible-historia-de-Juan-Buhonero
 

Un Mundo pequeño

    Yo vivía en Bosque Grande, en la Bassa, con mi padre, mi madre y once hermanos... 

  ... Nuestros campos no acababan nunca y habríamos podido correr todo el día sin salir  de sus lindes. Mi padre no hubiera dicho ni una palabra si le hubiésemos pisoteado una hectárea de trigo en brote o si hubiésemos arrancado una hilera de vides.

   ...Cuando alguna le decía que había sido Quico, el más pequeñín, mi padre se hacía contar tres o cuatro veces la historia.

   ...Quico enfermó seriamente. Una tarde, a tiempo ya de regresar a casa, Quico se echó repentinamente al suelo y empezó a llorar. Al cabo de un rato dejó de llorar y se quedó dormido...

   En Bosque Grande nunca moría nadie, y cuando la gente supo que Quico estaba mal, todos experimentaron una enorme ansiedad.

   Mi padre mandó la calesa en busca de tres o cuatro doctores famosos. Todos palparon a Quico...  luego miraron en silencio a mi padre.

    -Solamente el buen Dios puede salvar a su hijo...

   Nos arrodillamos todos y empezamos a rogar en voz alta al buen Dios. Por turno las mujeres decían algo y nosotros y los hombres respondíamos: "Amén"... 

   -Empeora -dijo el más anciano-. No llegará a mañana.

   ... Mi padre tomó la escopeta, la cargó con balas, se la puso en bandolera, alzó un paquete grande, me lo entrego y me dijo : "Vamos".

   Caminamos a través de los campos. El Sol se había escondido tras el último boscaje. Saltamos el pequeño muro de un jardín y llamamos a una puerta.

   El cura estaba solo en casa, cenando a la luz de un candíl. Mi padre entró sin quitarse el sombrero.

   - Reverendo -prosiguió mi padre- tú soló puedes hablarle al buen Dios y hacerle saber cómo están las cosas. Hazle comprender que si Quico no sana, yo le hago volar todo. En este paquete traigo cinco kilos de dinamita. No quedará en pie un ladrillo de toda la iglesia. ¡Vamos!

   El cura no dijo palabra; salió seguido de mi padre, entró en la iglesia y fue a arrodillarse ante el altar, juntando las manos...

   Hacia medianoche mi padre me llamó:

   - Anda a ver cómo sigue Quico y vuelve enseguida.

   Volé por los campos... 

   ... Luego volví corriendo todavía más ligero...

   -¡Papá! - grité con el último aliento- , ¡Quico ha mejorado! ...

   -Está bién -dijo bruscamente mi padre.

   Y mientras el cura lo miraba con la boca abierta, sacó del bolsillo un billete de mil y lo introdujo en el cepillo de los donativos.

   -Yo los servicios los pago -dijo mi padre-, Bueñas noches.

   Mi padre nunca se jactó de este suceso, pero en Bosque Grande hay todavía algún excomulgado el cual dice que aquella vez Dios tuvo miedo.

   Esta es la tierra baja, donde hay gente que no bautiza a los hijos y blasfema, no para negar a Dios, sino para contrariar a Dios...

   Yo me acuerdo... 




UN MUNDO PEQUEÑO (Mondo Piccolo-Don Camilo).
Primera historia, Giovanni Guareschi, 1948


aun2014


lunes, 22 de septiembre de 2014

Construcción del acueducto "Los Arcos", Teruel

   
   
"FABRICA INSIGNE DE LOS ARCOS DE TERUEL"


"En el año 1537 empezó a fabricar el insigne Arquitecto Pierres Bedel la existente obra de los Arcos de Teruel y fue el que hizo la Mina de Daroca y el que cortó una Pierna a la torre de la Iglesia Parroquial de San Martín de dicha Ciudad de Teruel. La cual obra se hizo para conducir el agua de una Fuente que dista Media Legua de la Ciudad para el abasto de ella habiéndose gastado en taladrar un Monte con una Mina y en hacer más de 140 Arcas de Piedra Picada para que en dicho trecho repose el Agua coronando esta obra en el remate de ella con Ocho Arcos de ... para pasar encima -- valle".
  
"Altura Maravillosa. Primor que tiene y es obra de las más admirables de España teniendo cada Arco de concavidad 94 Palmos Geométricos y costó más de Cincuenta Mil Escudos =".





   
   
Documento pergamino manuscrito: "Alcorán o Libro Verde de Teruel". AHPTE

   Fotografía: Los Arcos. Postal, años 1910


aun2014


  

sábado, 20 de septiembre de 2014

Antiguas firmas comerciales, Barcelona



























   Estas facturas se conservan, junto con otro tipo de documentos en el archivo del I.E.S Segundo de Chomón, heredero directo de la Escuela Elemental del Trabajo, después Escuela de Maestría Industrial, luego Instituto Nacional de F.P. o más tarde, Instituto Politécnico de F.P. (ver en este blog: HISTORIA DE LA FORMACIÓN PROFESIONAL EN TERUEL 1929-1969 Escuela Elemental del Trabajo-Escuela de Maestría Industrial - Alfonso Utrillas Navarrete)

jueves, 18 de septiembre de 2014

Antiguas firmas comerciales, Madrid





































   Estas facturas se conservan, junto con otro tipo de documentos en el archivo del I.E.S Segundo de Chomón, heredero directo de la Escuela Elemental del Trabajo, después Escuela de Maestría Industrial, luego Instituto Nacional de F.P. o más tarde, Instituto Politécnico de F.P. (ver en este blog: HISTORIA DE LA FORMACIÓN PROFESIONAL EN TERUEL 1929-1969 Escuela Elemental del Trabajo-Escuela de Maestría Industrial - Alfonso Utrillas Navarrete)