lunes, 15 de septiembre de 2014

Nekane está debajo de un azarollo

     Nekane, era en 1914 una joven pastora a la que cabe según mi conocimiento por oídas la invención del reloj, mejor dicho de una medida del tiempo y otras sutilezas, por lo menos en estos contornos.


   Salir con un pequeño rebaño de ovejas cada mañana al amanecer, no más tarde, no representaba ni era gran problema para ella, ya que su reloj biológico seguía matemáticamente sus despertares y sus labores cotidianas, en fin, una rutina de acostarse a una hora y despertarse a la misma todos los días, comer con el sol arriba y retirar el rebaño antes de amodorrado en verano por el calor.


   La arpía de su dueña, señora venida de lejos del lugar, por casamiento de conveniencia con el Miguel, heredero del amo, laboraba por lo visto con el mismo sistema, solo se presentaba en las cocinas, labores y en el pradillo a una hora determinada en los días que le parecía, y siempre tenía algún responso sobre la atención dedicada a la casa, labor de la tierra y al ganado, en este caso desperdigado, pastando en zona de poco o mal alimento, no permitida etc.


   En un día soleado, la pastorcica y el ganado reposan bajo un viejo y enorme azarollo (que no la noguera cercana que dicen es de mala sombra), la chica comiendo algunas azarollas maduras y las ovejicas a lo suyo entre las hiervas del ribazo; la parcelica ya cosechada y la sombrica del azarollo.





   - Zas… la arpía delante, sin ruido ni avistar.


   - ¡Ya veo como te ganas el jornal que te pago!


   - Holgazaneando, -bajo la sombra de este árbol, el ganado a su deriva y comiendo estas manzanitas negras y pasadas.


   - Perdón señora, pero el ganado solo come lo que su instinto le manda y no creo que las “manzanitas” sean de su apetencia.


   - ¿Y tú por que las comes?


   - Yo señora como algunas por que favorecen el estado de fertilidad en el que me encuentro.

   - ¿Y qué estado es ese rufiana?


   - Algo en la tripa, y comiendo unas pocas azarollicas de estas, todo se pone en su sitio.


   La señora, que necesitaba tener en la tripa un “seguro” que diera continuidad a su heredad y hasta el momento no había consolidado “toma nota de la mágica receta”.


   - ¿Seguro que estas frutillas dejan todo donde tiene que estar?


- ¡Claro señora! - El mejor remedio para que lo que hay metido dentro salga en su forma y a su debido tiempo…


   No mentía la pastorcica y la dueña tuvo satisfacción, retuvo y retuvo con esfuerzo y dolor, pero al final salió lo que en su torturada mente pensaba; una gran azarolla que si bien no favoreció ni mejoró su propósito si le produjo un gran descanso…


  Yo soñé este cuento. Sin embargo el sentido o la “parábola” que desprende, espero que algún día el que lo entienda tenga la bondad de explicarme. 

                                                                                                                           
Alfonso Utrillas Navarrete, 2014


aun2014




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