Nekane, era en 1914 una joven pastora a la que cabe según mi
conocimiento por oídas la invención del reloj, mejor dicho de una medida del
tiempo y otras sutilezas, por lo menos en estos contornos.
Salir con un pequeño rebaño de ovejas cada mañana al amanecer, no más
tarde, no representaba ni era gran problema para ella, ya que su reloj
biológico seguía matemáticamente sus despertares y sus labores cotidianas, en
fin, una rutina de acostarse a una hora y despertarse a la misma todos los
días, comer con el sol arriba y retirar el rebaño antes de amodorrado en verano
por el calor.
La arpía de su dueña, señora venida de lejos del lugar, por casamiento
de conveniencia con el Miguel, heredero del amo, laboraba por lo visto con el
mismo sistema, solo se presentaba en las cocinas, labores y en el pradillo a
una hora determinada en los días que le parecía, y siempre tenía algún responso
sobre la atención dedicada a la casa, labor de la tierra y al ganado, en este
caso desperdigado, pastando en zona de poco o mal alimento, no permitida etc.
En un día soleado, la pastorcica y el ganado reposan bajo un viejo y
enorme azarollo (que no la noguera cercana que dicen es de mala sombra), la chica
comiendo algunas azarollas maduras y las ovejicas a lo suyo entre las hiervas
del ribazo; la parcelica ya cosechada y la sombrica del azarollo.
- Zas… la arpía delante, sin ruido ni avistar.
- ¡Ya veo como te ganas el jornal que te pago!
- Holgazaneando, -bajo la sombra de este árbol, el ganado a su deriva y
comiendo estas manzanitas negras y pasadas.
- Perdón señora, pero el ganado solo come lo que su instinto le manda y
no creo que las “manzanitas” sean de su apetencia.
- ¿Y tú
por que las comes?
- Yo señora como algunas por que favorecen el
estado de fertilidad en el que me encuentro.
- ¿Y qué estado es ese rufiana?
- Algo en la tripa, y comiendo unas pocas azarollicas de estas, todo se
pone en su sitio.
La señora, que necesitaba tener en la tripa un “seguro” que diera
continuidad a su heredad y hasta el momento no había consolidado “toma nota de
la mágica receta”.
- ¿Seguro que estas frutillas dejan todo donde tiene que estar?
- ¡Claro señora! - El mejor remedio para
que lo que hay metido dentro salga en su forma y a su debido tiempo…
No mentía la pastorcica y la dueña tuvo satisfacción, retuvo y retuvo con
esfuerzo y dolor, pero al final salió lo que en su torturada mente pensaba; una
gran azarolla que si bien no favoreció ni mejoró su propósito si le produjo un
gran descanso…
Yo soñé este cuento. Sin embargo el sentido o la “parábola” que
desprende, espero que algún día el que lo entienda tenga la bondad de explicarme.
Alfonso Utrillas Navarrete, 2014
aun2014
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