miércoles, 17 de septiembre de 2014

El reloj de El Campillero

    En un pobladico cercano a Teruel capital, y no podía ser otro que El Campillo, de escasos pero activos habitantes (dice la leyenda urbana que cuando el primer astronauta norteamericano pisó la Luna ya lo recibió, estando establecido un tal Vicente Martínez, natural de El Campillo) que se hallan dispersos por todas las comunidades de la península como si se tratara de un gran pueblo Bíblico de los cuales se dice además, que llegaron en sus tratados (léase tratos) a todos los lugares del mundo conocido, había un pastorcico, asalariado de corta o menguada paga (más bien tardía que temprana) de un tío segundo o tercero de la rama familiar, erasé este tío, un señor adelantado de América (indiano, creo les decían) y prepotente en el pueblo.

   El muchacho, como digo, en sus largas horas y días de soledad en los campos, discurrió una medida del tiempo, que en sesudas y pacientes experiencias había ido desarrollado.

   Sin más estudios ni ciencia que su despierta inquietud o quietud en la placentera observación del transcurrir de los días y de los meses. En definitiva, del aspecto anual del tiempo y de la época, fue planificando en el suelo o mejor dicho en el suelo de varios lugares por los que pastoreaba y alrededor de algunos árboles altos, un semicírculo de este a oeste marcando con algún signo sobre piedras de canto incrustadas en el terreno las horas del día. Tomando como eje el sol arriba, sobre su cabeza como la hora central (las doce del mediodía) la salida antes, y luego la puesta del Sol.

   Como es natural de una estación a otra la cosa cambiaba, pero ya la rectificaba con el advenimiento de los años y del fruto de su continua experiencia.

   Finalmente, en su otoñada, no necesitaba más que clavar su garrote de pastor en cualquier lugar en un día que el astro Sol luciera, para saber por el ángulo de la sombra proyectada, la hora exacta.

   Por cierto, los descendientes de su "amo" -¡cómo no! podían consultar en esa época la hora, fuese con Sol o nublado en sus modernos relojes de bolsillo; eso sí, debían de acordarse cada 24 horas de darle “cuerda” a la corona de la cajica mecánica y plateada que ostentosamente llevaban enlazada con cadenica del ojal del chaleco a su siempre y eterno “cerrado” bolsillo.



   
     El reloj de bolsillo de la imagen, en efecto, no es de la época del cuento, sin embargo bien pudiera ser de un nieto o biznieto de aquel pastorcico, él indudablemente no lo necesitaba.


 Alfonso Utrillas Navarrete, 2014

aun2014



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