martes, 23 de septiembre de 2014

Un Mundo pequeño

    Yo vivía en Bosque Grande, en la Bassa, con mi padre, mi madre y once hermanos... 

  ... Nuestros campos no acababan nunca y habríamos podido correr todo el día sin salir  de sus lindes. Mi padre no hubiera dicho ni una palabra si le hubiésemos pisoteado una hectárea de trigo en brote o si hubiésemos arrancado una hilera de vides.

   ...Cuando alguna le decía que había sido Quico, el más pequeñín, mi padre se hacía contar tres o cuatro veces la historia.

   ...Quico enfermó seriamente. Una tarde, a tiempo ya de regresar a casa, Quico se echó repentinamente al suelo y empezó a llorar. Al cabo de un rato dejó de llorar y se quedó dormido...

   En Bosque Grande nunca moría nadie, y cuando la gente supo que Quico estaba mal, todos experimentaron una enorme ansiedad.

   Mi padre mandó la calesa en busca de tres o cuatro doctores famosos. Todos palparon a Quico...  luego miraron en silencio a mi padre.

    -Solamente el buen Dios puede salvar a su hijo...

   Nos arrodillamos todos y empezamos a rogar en voz alta al buen Dios. Por turno las mujeres decían algo y nosotros y los hombres respondíamos: "Amén"... 

   -Empeora -dijo el más anciano-. No llegará a mañana.

   ... Mi padre tomó la escopeta, la cargó con balas, se la puso en bandolera, alzó un paquete grande, me lo entrego y me dijo : "Vamos".

   Caminamos a través de los campos. El Sol se había escondido tras el último boscaje. Saltamos el pequeño muro de un jardín y llamamos a una puerta.

   El cura estaba solo en casa, cenando a la luz de un candíl. Mi padre entró sin quitarse el sombrero.

   - Reverendo -prosiguió mi padre- tú soló puedes hablarle al buen Dios y hacerle saber cómo están las cosas. Hazle comprender que si Quico no sana, yo le hago volar todo. En este paquete traigo cinco kilos de dinamita. No quedará en pie un ladrillo de toda la iglesia. ¡Vamos!

   El cura no dijo palabra; salió seguido de mi padre, entró en la iglesia y fue a arrodillarse ante el altar, juntando las manos...

   Hacia medianoche mi padre me llamó:

   - Anda a ver cómo sigue Quico y vuelve enseguida.

   Volé por los campos... 

   ... Luego volví corriendo todavía más ligero...

   -¡Papá! - grité con el último aliento- , ¡Quico ha mejorado! ...

   -Está bién -dijo bruscamente mi padre.

   Y mientras el cura lo miraba con la boca abierta, sacó del bolsillo un billete de mil y lo introdujo en el cepillo de los donativos.

   -Yo los servicios los pago -dijo mi padre-, Bueñas noches.

   Mi padre nunca se jactó de este suceso, pero en Bosque Grande hay todavía algún excomulgado el cual dice que aquella vez Dios tuvo miedo.

   Esta es la tierra baja, donde hay gente que no bautiza a los hijos y blasfema, no para negar a Dios, sino para contrariar a Dios...

   Yo me acuerdo... 




UN MUNDO PEQUEÑO (Mondo Piccolo-Don Camilo).
Primera historia, Giovanni Guareschi, 1948


aun2014


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