miércoles, 9 de julio de 2014

Atlante Español - Ciudad de Teruel, 1779



ATLANTE ESPAÑOL, REYNO DE ARAGON
PARTE I

BERNARDO ESPINALT Y GARCIA

 CORREGIMIENTO DE TERUEL
CAPITULO VI
   
CIUDAD DE TERUEL

LA Ciudad de Teruel se halla situada a quince grados, y cincuenta y cuatro minutos de longitud, cuarenta grados, y treinta y ocho minutos de latitud; su figura es circular, y sus muros fuertes; confina por la parte del Norte, con las Baylías; con el Medio día, con el Reino de Valencia; por el Poniente, con el Obispado de Albarracín; por el Septentrión con el partido de Daroca; y dista de la Ciudad de Zaragoza su Capital treinta y tres leguas.

Es tan antigua esta Ciudad, que según Beuter, la fundó Hércules en el año del Mundo 2303, y 1658 de nuestra redención, en la ribera del río Alfambra, distante un cuarto de hora de donde se halla ahora. Se veía este sitio, por ser llano, infestado continuamente por los Moros, y indefenso: consideraron sus habitantes que les convenía otro paraje más seguro; lo solicitaron del Rey Don Alonso el Casto; no se atrevía a condescender a su instancia, por no exponer sus vidas al trance de la mudanza; pero las gentes, deseosas de hacer una Villa fuerte, emprendieron su construcción en el paraje en que está en el día en el año de 1171, abandonando la Villa Vieja, de que aún se conservan vestigios, y una Ermita con su propio nombre. Desde esta última época se llamó Villa de Teruel, sea por el río Turia que la baña, o porque en donde la fundaron encontraron una figura de un Toro grande, sobre el cual había una estrella.

Esta Villa, en las Guerras que Aníbal tuvo contra Sagunto, era ya Plaza de Armas. Ha sido siempre naturaleza el valor de los Turolenses, testigo la gloriosa acción de haber logrado sacudir el yugo Sarraceno en tiempo del Rey Don Alonso segundo de Aragón, contra la voluntad de este monarca, que conocía lo arduo de la empresa, a costa de mucha sangre. Honró a estos valerosos vasallos con varios privilegios, y entre otros les concedió el de que se gobernasen por las leyes, y fueros de Sepúlveda, dando esta villa en feudo a Don Berenguer de Entenza, con la circunstancia de que siempre que faltasen estas leyes y fueros, pudiesen recurrir a los fueros generales de Aragón, por haberse ganado ellos mismos con la lanza, escudo, y espada.
 
Se gobernaron por las expresadas leyes desde el año 1176, hasta el de 1532, cuyos cargos o empleos los gozaron siempre, mudando de Juez todos los años.

En el primero que fue nombrado para el gobierno de la Villa de Teruel, y su Partido, fue Don Pedro de Alba.

En el año de 1347, se aumentó la jurisdicción a las Aldeas de Teruel, que las tenían muy limitadas, en virtud de Privilegios Reales. Las disensiones entre los Aldeanos y los de Teruel, ocurridas por no dejárselos estos disfrutar de tranquilidad, fue causa de que el Rey Don Felipe segundo diese a las Aldeas toda la jurisdicción civil, mandando que solo en lo criminal estuviesen sujetos los Aldeanos a la Ciudad de Teruel.

De esta gracia resultaron nuevos disturbios, hasta que cansados de ellos, renunciaron las leyes de Sepúlveda en el año de 1598, y se agregaron a las Leyes Generales de Aragón.

Tiene esta ciudad mil y trescientos vecinos, fuera de ella hay bellos Paseos, y dos arrabales; una hermosa Vega de cuatro leguas de largo; la una parte de ella la riega el río Alfambra; y la otra el río Turia, que se juntan a la vista de la Ciudad.

Los Moros dieron a estos dos Ríos el nombre de Guadalaviar que conserva, dirigiendo su curso hasta Valencia, en cuyo Mar desagua.

Por doce puertas se entra en la ciudad, en donde hay doce Plazas, sus calles son espaciosas y llanas, no obstante la situación de la Ciudad, por donde andan los coches hay diez fuentes públicas, siendo la más principal la que llaman de los Arcos; esta es una obra de las mas primorosas de Reino; por los arcos principales pasan los coches, y toda clase de carruajes; por los de encima las personas; y por los terceros todo el agua de que se abastece la Ciudad: Tiene siete Parroquias, a más de la Catedral que es suntuosa, con su Obispo sufragáneo de Zaragoza, que tiene de renta diez y ocho mil ducados; seis Dignidades, doce Canónigos, muchos Racioneros, Beneficiados, y otros ministros, y una Capilla de Músicos; siete Conventos de Religiosos, dos de Monjas, dos Hospitales, siete ermitas, dos Tribunales, dos Cárceles, y Casa para Comedias. Todas las Iglesias de la Ciudad fueron Patrimoniales hasta el año 1423, en que fue erigida la Iglesia de Santa María en Colegiata, y se desmembró de la de Zaragoza, a instancia del Rey Don Felipe segundo, por el Papa Gregorio XIII, que la hizo Catedral en 1577.

En las Iglesias de Teruel no tiene el Rey Patronato, ni por conquista, ni por la expulsión de los Sarracenos, ni por indulto Apostólico, ni donación de la Ciudad en Capitulo. Los Patronos son los Regidores de la Ciudad, el Capítulo, y la Iglesia.

En la Iglesia Colegial se halla la cabeza de Santa Emerenciana, que la Ciudad erigió por su Patrona con San Lamberto; y una magnífica Custodia de plata de más de diez y ocho arrobas de peso, cuyo coste según dicen ascendió a trescientos setenta y cinco mil reales de vellón.

En la Iglesia del Salvador se venera el Santo Cristo de los Milagros, por los muchos que hace. Imagen de tiempo inmemorial, de un aspecto venerable, dolido, y respetuoso. Lo particular de este Crucifijo es, que a más de las dos manos que tiene clavadas, tiene otra en el lado izquierdo junto al pecho, aunque algo retirada hacia la espalda, pero sus dedos miran al corazón, la figura de esta mano es perfecta, y se descubre hasta la muñeca, se ignora el misterio de esta mano.

En la Iglesia antigua de San Juan, venera igualmente esta Ciudad el portentoso hallazgo del Santo Cristo de las Misericordias.

En la Iglesia de San Pedro se conservan los famosos amantes de Teruel en una urna, no como reliquias, sino como monumento de un caso extraordinario. Don Manuel Marcilla, y Doña Isabel de segura eran los nombres de los dos; se quisieron en extremo desde niños; impidieron este enlace las pocas conveniencias del primero; dióle el padre de la Señora un término fijo para mejorar de fortuna. Emprendió acciones gloriosas para lograrlo; pudo conseguirlo; ufano de su dicha regresó a la Ciudad, en ocasión que había expirado el plazo pocos momentos había; la halló ya casada con otro por este motivo; verse los dos amantes; consideran ya imposible el logro de sus deseos; muerte de dolor de Marcilla; pasa el entierro por la casa de Segura; acompaña Isabel el cadáver a la iglesia; ponese junto a él, se la oprime el corazón, y fallece; deliberan sobre el caso; los entierran juntos, y cavando después de muchos años, los encontraron, aún enteros; los sacaron del paraje en que se hallaban, y los colocaron en el lugar en donde existen. Están en el día en pie mirándose el uno al otro, y los manifiestan a cualquiera que tiene curiosidad de verlos.

Los Conventos conservan también varias prodigiosas imágenes; unas y otras son objeto de veneración de los fieles; gozan de pingues rentas, y particulares privilegios.

Tiene la Ciudad una huerta espaciosa en donde se coge mucha pera y manzana, hortaliza, trigo y cáñamo.

Rodean la Ciudad tras montes muy abundantes en leña, particularmente en pinos, cuya madera ya labrada la bajan a Valencia por el río Guadalaviar. También abunda en Teruel y su comarca en ganado lanar, cabrío, y vacuno, y goza de un bello clima.

A media legua de la Ciudad, y junto al río Alfambra se hallan unos famosos baños, propios para curar toda clase de enfermedades, particularmente el mal de orina, y dolor de hijada; están con todo aseo, y hay una casa en donde pueden usarse con el recato correspondiente.

Ha sido siempre grande la fidelidad y amor de los naturales de Teruel a sus Reyes, y de ello es una prueba convincente el socorro dieron al Rey Don Jaime el conquistador, cuando hallándose en Murcia sin víveres, le enviaron cuatro mil cahices de trigo; tres mil de harina; mil de centeno; dos mil de cebada, veinte mil carneros, y dos mil vacas, prorrumpiendo con celo verdaderamente Español: Si menester fuere, serviremos con más.
 
Tiene por Blasón o escudo de Armas la figura de un Toro, y sobre él una Estrella en campo rojo, como queda demostrado en la estampa.




Atlante Español, Reyno de Aragon. Parte I. Bernardo Espinalt y García
Imprenta de Antonio Fernández. Madrid año de 1779



aun2014


No hay comentarios:

Publicar un comentario