ATLANTE ESPAÑOL, REYNO DE ARAGON
PARTE I
BERNARDO ESPINALT Y GARCIA
CORREGIMIENTO DE TERUEL
CAPITULO VI
CIUDAD DE TERUEL
LA Ciudad de
Teruel se halla situada a quince grados, y cincuenta y cuatro minutos de
longitud, cuarenta grados, y treinta y ocho minutos de latitud; su figura es
circular, y sus muros fuertes; confina por la parte del Norte, con las Baylías;
con el Medio día, con el Reino de Valencia; por el Poniente, con el Obispado de
Albarracín; por el Septentrión con el partido de Daroca; y dista de la Ciudad
de Zaragoza su Capital treinta y tres leguas.
Es tan antigua esta Ciudad, que según Beuter, la fundó Hércules en el
año del Mundo 2303, y 1658 de nuestra redención, en la ribera del río Alfambra,
distante un cuarto de hora de donde se halla ahora. Se veía este sitio, por ser
llano, infestado continuamente por los Moros, y indefenso: consideraron sus
habitantes que les convenía otro paraje más seguro; lo solicitaron del Rey Don
Alonso el Casto; no se atrevía a condescender a su instancia, por no exponer
sus vidas al trance de la mudanza; pero las gentes, deseosas de hacer una Villa
fuerte, emprendieron su construcción en el paraje en que está en el día en el
año de 1171, abandonando la Villa Vieja, de que aún se conservan vestigios, y
una Ermita con su propio nombre. Desde esta última época se llamó Villa de
Teruel, sea por el río Turia que la baña, o porque en donde la fundaron
encontraron una figura de un Toro grande, sobre el cual había una estrella.
Esta Villa, en las Guerras que Aníbal tuvo contra Sagunto, era ya Plaza
de Armas. Ha sido siempre naturaleza el valor de los Turolenses, testigo la
gloriosa acción de haber logrado sacudir el yugo Sarraceno en tiempo del Rey
Don Alonso segundo de Aragón, contra la voluntad de este monarca, que conocía
lo arduo de la empresa, a costa de mucha sangre. Honró a estos valerosos
vasallos con varios privilegios, y entre otros les concedió el de que se
gobernasen por las leyes, y fueros de Sepúlveda, dando esta villa en feudo a
Don Berenguer de Entenza, con la circunstancia de que siempre que faltasen
estas leyes y fueros, pudiesen recurrir a los fueros generales de Aragón, por
haberse ganado ellos mismos con la lanza, escudo, y espada.
Se gobernaron por las expresadas leyes desde el año 1176, hasta el de
1532, cuyos cargos o empleos los gozaron siempre, mudando de Juez todos los
años.
En el primero que fue nombrado para el gobierno de la Villa de Teruel, y
su Partido, fue Don Pedro de Alba.
En el año de 1347, se aumentó la jurisdicción a las Aldeas de Teruel,
que las tenían muy limitadas, en virtud de Privilegios Reales. Las disensiones
entre los Aldeanos y los de Teruel, ocurridas por no dejárselos estos disfrutar
de tranquilidad, fue causa de que el Rey Don Felipe segundo diese a las Aldeas
toda la jurisdicción civil, mandando que solo en lo criminal estuviesen sujetos
los Aldeanos a la Ciudad de Teruel.
De esta gracia resultaron nuevos disturbios, hasta que cansados de
ellos, renunciaron las leyes de Sepúlveda en el año de 1598, y se agregaron a
las Leyes Generales de Aragón.
Tiene esta ciudad mil y trescientos vecinos, fuera de ella hay bellos
Paseos, y dos arrabales; una hermosa Vega de cuatro leguas de largo; la una
parte de ella la riega el río Alfambra;
y la otra el río Turia, que se juntan
a la vista de la Ciudad.
Los Moros dieron a estos dos Ríos el nombre de Guadalaviar que conserva,
dirigiendo su curso hasta Valencia, en cuyo Mar desagua.
Por doce puertas se entra en la ciudad, en donde hay doce Plazas, sus
calles son espaciosas y llanas, no obstante la situación de la Ciudad, por
donde andan los coches hay diez fuentes públicas, siendo la más principal la
que llaman de los Arcos; esta es una obra de las mas primorosas de Reino; por
los arcos principales pasan los coches, y toda clase de carruajes; por los de
encima las personas; y por los terceros todo el agua de que se abastece la
Ciudad: Tiene siete Parroquias, a más de la Catedral que es suntuosa, con su
Obispo sufragáneo de Zaragoza, que tiene de renta diez y ocho mil ducados; seis
Dignidades, doce Canónigos, muchos Racioneros, Beneficiados, y otros ministros,
y una Capilla de Músicos; siete Conventos de Religiosos, dos de Monjas, dos
Hospitales, siete ermitas, dos Tribunales, dos Cárceles, y Casa para Comedias.
Todas las Iglesias de la Ciudad fueron Patrimoniales hasta el año 1423, en que
fue erigida la Iglesia de Santa María en Colegiata, y se desmembró de la de
Zaragoza, a instancia del Rey Don Felipe segundo, por el Papa Gregorio XIII,
que la hizo Catedral en 1577.
En las Iglesias de Teruel no tiene el Rey Patronato, ni por conquista,
ni por la expulsión de los Sarracenos, ni por indulto Apostólico, ni donación
de la Ciudad en Capitulo. Los Patronos son los Regidores de la Ciudad, el
Capítulo, y la Iglesia.
En la Iglesia Colegial se halla la cabeza de Santa Emerenciana, que la
Ciudad erigió por su Patrona con San Lamberto; y una magnífica Custodia de
plata de más de diez y ocho arrobas de peso, cuyo coste según dicen ascendió a
trescientos setenta y cinco mil reales de vellón.
En la Iglesia del Salvador se
venera el Santo Cristo de los Milagros, por los muchos que hace. Imagen de
tiempo inmemorial, de un aspecto venerable, dolido, y respetuoso. Lo particular
de este Crucifijo es, que a más de las dos manos que tiene clavadas, tiene otra
en el lado izquierdo junto al pecho, aunque algo retirada hacia la espalda,
pero sus dedos miran al corazón, la figura de esta mano es perfecta, y se
descubre hasta la muñeca, se ignora el misterio de esta mano.
En la Iglesia antigua de San Juan, venera igualmente esta Ciudad el
portentoso hallazgo del Santo Cristo de las Misericordias.
En la Iglesia de San Pedro se conservan los famosos amantes de Teruel en
una urna, no como reliquias, sino como monumento de un caso extraordinario. Don
Manuel Marcilla, y Doña Isabel de segura eran los nombres de los dos; se
quisieron en extremo desde niños; impidieron este enlace las pocas
conveniencias del primero; dióle el padre de la Señora un término fijo para
mejorar de fortuna. Emprendió acciones gloriosas para lograrlo; pudo
conseguirlo; ufano de su dicha regresó a la Ciudad, en ocasión que había
expirado el plazo pocos momentos había; la halló ya casada con otro por este
motivo; verse los dos amantes; consideran ya imposible el logro de sus deseos;
muerte de dolor de Marcilla; pasa el entierro por la casa de Segura; acompaña
Isabel el cadáver a la iglesia; ponese junto a él, se la oprime el corazón, y
fallece; deliberan sobre el caso; los entierran juntos, y cavando después de
muchos años, los encontraron, aún enteros; los sacaron del paraje en que se
hallaban, y los colocaron en el lugar en donde existen. Están en el día en pie
mirándose el uno al otro, y los manifiestan a cualquiera que tiene curiosidad
de verlos.
Los Conventos conservan también varias prodigiosas imágenes; unas y
otras son objeto de veneración de los fieles; gozan de pingues rentas, y
particulares privilegios.
Tiene la Ciudad una huerta espaciosa en donde se coge mucha pera y
manzana, hortaliza, trigo y cáñamo.
Rodean la Ciudad tras montes muy abundantes en leña, particularmente en
pinos, cuya madera ya labrada la bajan a Valencia por el río Guadalaviar.
También abunda en Teruel y su comarca en ganado lanar, cabrío, y vacuno, y goza
de un bello clima.
A media legua de la Ciudad, y junto al río Alfambra se hallan unos
famosos baños, propios para curar toda clase de enfermedades, particularmente
el mal de orina, y dolor de hijada; están con todo aseo, y hay una casa en
donde pueden usarse con el recato correspondiente.
Ha sido siempre grande la fidelidad y amor de los naturales de Teruel a
sus Reyes, y de ello es una prueba convincente el socorro dieron al Rey Don
Jaime el conquistador, cuando hallándose en Murcia sin víveres, le enviaron
cuatro mil cahices de trigo; tres mil de harina; mil de centeno; dos mil de
cebada, veinte mil carneros, y dos mil vacas, prorrumpiendo con celo
verdaderamente Español: Si menester
fuere, serviremos con más.
Tiene por Blasón o escudo de Armas la figura de un Toro, y sobre él una
Estrella en campo rojo, como queda demostrado en la estampa.
Atlante Español, Reyno de Aragon. Parte
I. Bernardo Espinalt y García
Imprenta de Antonio Fernández. Madrid año de
1779
aun2014
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