Fundación del Monasterio de Cilleruelos
El itinerario que siguió el abad Gaufrido
de Rocaberti y sus 12 monjes no se conoce con precisión. Sólo sabemos que
tomaron el camino que conducía a la recién conquistada ciudad de Teruel 56. El día 19 de Mayo [de 1194] llegaron a la
aldea Peralejos, situada a unos 20 Km. de dicha ciudad, y allí se asentaron,
provisionalmente, hasta el mes de noviembre. Vicente de la Fuente recoge la
opinión del archivero del Monasterio de Piedra, el Padre Olbes, según la cual,
Gaufrido y sus monjes se encaminaron a Peralejos 57
porque el Rey les había ofrecido darles una parte de sus posesiones allí. Sin
embargo, ningún documento de los custodiados en el Archivo Histórico Nacional
corrobora esta información y Lafuente es el único historiador que se hace eco
de ella, dudando, incluso, de su autenticidad. Vicente de Lafuente, en 1865,
escribe: «Por un documento, algo
sospechoso, y que ya llamó la atención de Finestres, se concede por el mismo
Rey, en 1190, a Dios y a la Iglesia de Santa María de Perales, y al Convento
del mismo lugar, el diezmo de las salinas de Herrera; firma allí un Gaufrido de
Rocaberti; que no puede ser el mismo Abad de Piedra, puesto que no salió de
Poblet hasta el año 1194. Luego ya había monjes y convento en Peralejos antes
de que los primeros monjes salieran de Poblet, y aún, quizás, pudo ser la
detención de estos en aquel pueblo para reformarlos o agregarlos a la orden, y
con este objeto se detuvieron allí, desde Mayo hasta Noviembre» 58.
A pesar de las desconfianzas de Lafuente,
hemos confirmado que el documento se llegó a emitir puesto que se cita en el
manuscrito de la Biblioteca de la Academia de la Historia: «Por otro [privilegio] en Emperelada del mes de Marzo de 1190 hace
donación de las salinas de Ferrería (Herrería) al Monasterio que determinó
fundar en Perales o Peralejos» 59 y
además, hemos podido confirmar que Peralejos está citada como si fuera una
aldea en el privilegio fundacional del monasterio de Piedra, que luego
transcribiremos. Probablemente sea una aldea de tantas que quedaron despobladas
como consecuencia de alguna de las sucesivas pestes y hambrunas que azotaron a
Europa durante la Edad Media.
Resulta muy sugerente pensar que, quizá,
Santa María de la Peraleja o Peralejos fuese uno de tantos cenobios que habían
mantenido los mozárabes dentro del territorio islámico de la Taifa de Zaragoza 60. Este hecho permitiría explicar la presencia de
Gaufrido de Rocaberti en Teruel para reformar a estos monjes cristianos, de rito
isidoriano, e integrarlos en su recién nacida comunidad de rito romano
gregoriano. La hipótesis, con ser muy sugerente, no pasa más allá del campo de
la suposición. Los Cistercienses, procedentes de Poblet, residieron en la
Peraleja desde el 19 de Mayo de 1194 hasta finales de Noviembre del mismo año.
Antonio Ponz, que también se hace eco de la presencia de los cistercienses de
Piedra en Teruel, identifica la primera ubicación del monasterio con el
Santuario de Nuestra Señora de los Cilleros, del que apenas nada hemos podido
averiguar a la luz de los pocos documentos de archivo que de él se conservan 61.
Brawnfels llega a decir que «resulta sorprendente la confianza que
depositaron los abades de los grandes monasterios en muchos de sus todavía jovencísimos
cofrades, a quienes enviaban, año tras año, con doce compañeros igualmente
jóvenes, para que fundaran nuevas filiales en tierras ignotas y despobladas. [...] El espíritu de las nuevas fundaciones en
tierras inhóspitas, se caracterizaba por la entrega incondicional. El ascetismo
de los monjes rebajó la duración media de vida a 28 años. Si tenemos en cuenta
que esta juventud nunca ingresaba en el monasterio antes de cumplir los 15
años, y, a menudo, después de cumplir los 21, como San Bernardo, entonces
resulta que el ascetismo cisterciense sólo podía soportarse durante unos doce
años. Con ocasión de su ingreso en Claraval, San Bernardo dijo a los novicios:
–Si tenéis prisa por convertiros en
personas reconcentradas, dejad fuera vuestros cuerpos. Aquí, sólo entran las
almas. La carne no presta ningún servicio.» 62.
En la actualidad, Santa María de los
Cilleros es una pequeña iglesia, con abundantes restos arquitectónicos del
siglo XIII. Está situada en el término municipal de Cuevas Labradas, en la mitad
de la falda de un monte que protege el edificio de los fríos vientos
turolenses. Los documentos más antiguos que hablan de ella, la adscriben a una
aldea del mismo nombre «Cilleruelos»,
junto al municipio de Peralejos, que sabemos que debía existir ya antes de
1194, pues está citado en el privilegio fundacional del Monasterio de Piedra.
No así tenemos constancia de la existencia de Cuevas Labradas en época tan
antigua, ya que los documentos del siglo XIII que se han podido consultar, lo
citan como «lugar de las cuevas» y, solo en un documento fechado el 8 de Marzo
de 1355 se le da el nombre de «Cuevas
Labradas» y se dice es una aldea dependiente de Teruel 63. En fecha que ignoramos, probablemente durante
el siglo XIX, fueron reorganizados los límites de los términos municipales del
contorno y Santa María de los Cilleros quedó adscrita al término de Cuevas
Labradas. La romería de la Virgen de los Cilleruelos se celebra el primer
domingo de Septiembre y en ella participan, por igual, los habitantes de las dos
localidades, que atienden a su culto y devoción. Se accede hasta el edificio a
través de un camino vecinal al que se llega desde Cuevas Labradas, pueblo
situado, como Peralejos, en la margen de la carretera nacional 420, cuyo
trazado coincide, básicamente, con el que tenía el antiguo camino real que
llegaba hasta Teruel. Alrededor de la iglesia, hay un valle fértil, en el que
aún se cultivan cereales, y en el que hay tres afloramientos superficiales de
agua que, a buen seguro, hubieron de facilitar su habitabilidad en el medioevo.
La iglesia es un edificio de tres naves,
con tres tramos cada una, que se separan entre sí por medio de pilares de
sección octogonal, coronados con sencillísimos capiteles lisos de tosca
factura, que responden, en todo, a los modelos severos empleados en la
arquitectura cisterciense de principios del siglo XIII. Probablemente, a
finales del siglo XV o a principios del siglo XVI, aprovechando el grosor de
los capiteles, se decidió modernizar su aspecto y fueron retallados los
extremos angulares de los mismos, añadiéndoles cuatro perlas de Ávila, una por
cada uno de los extremos. Esta renovación decorativa, sólo afectó a los
capiteles de los pilares exentos que se sitúan en la nave central, lo que ha
permitido que se conserven algunos capiteles primitivos, sin retallar, en los
muros laterales. Todos ellos fueron policromados en rojo, imitando los
jaspeados que tiene el pórfido, en fecha que ignoramos. La reciente
restauración del edificio ha redescubierto algunos restos parciales de estas
policromías.
Los pilares de sección octogonal
sostienen arcos fajones de medio punto en las naves laterales y apuntados en la
nave central, que es más ancha y ligeramente más alta. Toda la iglesia fue construida
en buena piedra, labrada y escuadrada en las zonas que así lo requieren, es
decir, cimientos, zonas angulares, guiones de muro, puertas, ventanas y
contrafuertes. El resto, se construyó con sillarejo de piedra mampuesto, unido
con argamasa de cal hidráulica. Se conserva un grabado inciso sobre un sillar
de piedra caliza que hay en el esquinazo del muro occidental, en el que se
encuentra señalado el despiece de las dovelas de un arco de medio punto. Este
detalle tiene su interés histórico, porque hemos podido comprobar que el número
de dovelas del grafito coincide con el número de dovelas del despiece de los
arcos de medio punto de las naves laterales. Hemos de suponer que se trata de
un dibujo pedagógico que trazó el arquitecto, probablemente un monje, para que
los canteros lo pudiesen desarrollar con corrección. La fuerza de empuje de los
arcos fajones sobre los muros se contrarresta con un juego de cuatro
contrafuertes situados en la pared norte y sur, que están, en la actualidad,
parcialmente derrumbados.
En su día, el templo debió cubrirse con
un tejado a dos aguas, con lajas de piedra, soportado por vigas gruesas de
madera. Algunas de estas vigas quedaron tapadas con enlucidos de yeso durante
el barroco y no se han podido ver hasta su reciente restauración. Las lajas de
piedra fueron sustituidas por teja de barro cocido en fecha que ignoramos. La
capilla mayor fue totalmente rehecha en el siglo XVII, añadiéndose un arco
triunfal, de trazado mixtilíneo, y una cúpula ovalada de yeso encamonado. En el
extremo oriental del templo, en la parte exterior, se ve que la iglesia, en el
momento de su construcción, debió ser planteada con un tamaño mayor, pues aún
se pueden ver los arranques de otros dos tramos de arcadas. Es difícil
averiguar si la obra se paralizó ya en el siglo XIII, o si fue, como nosotros
creemos, parcialmente demolida en el XVII cuando se rehízo la cabecera.
Antes de la Guerra Civil de 1936, la
iglesia estaba decorada con retablos barrocos de madera dorada. Uno de ellos
estaba consagrado a San Bernardo de Claraval y, según recuerdan los más viejos
del lugar, tenía en su parte central un lienzo con la imagen del Santo
Cisterciense: «cuyos ojos parecían mirar». A falta de fotografías antiguas del
lienzo perdido, hemos de suponer que estaba ejecutado siguiendo los modelos
naturalistas de la pintura barroca del siglo XVII.
El retablo mayor actual sustituye al que
se perdió durante la Guerra Civil y procede de la iglesia de San Martín de
Teruel. La mesa de altar está decorada con un escudo que tiene como emblema
cinco peras, decoración que se repite también en la predela aunque sin estar
asociada a una forma heráldica, sino simplemente como racimos carnosos de
fruta. El cuerpo central del retablo tiene una hornacina, protegida con un
cristal, flanqueada de dobles parejas de columnas de orden corintio, que acoge
en su interior una estatua, de factura muy popular, que representa a la Virgen
con el Niño Jesús en brazos. Se trata de una imagen de vestir, probablemente del
siglo XIX, que tiene pelo natural, sendas coronas, vestidos blancos bordados,
mantos azules y diversas joyas pinjantes. El día que se celebra la romería, la
imagen de la Virgen de Santa María de los Cilleruelos se procesiona y, en un
momento dado de la ceremonia, se la coloca sobre un árbol.
El retablo está rematado con un ático
arquitectónico, que tiene dobles columnas de orden corintio y fuste torneado,
que sostienen un entablamento y un frontón partido, sobre el que, a su vez, se
sitúa el escudo heráldico que ya citamos al describir la predela, sujeto por
dos niños tenantes que lo llevan en airosa situación.
El ático incluye un óleo sobre lienzo que
representa la aparición de la Virgen a San Juan Evangelista mientras estaba
desterrado en la isla desierta de Patmos 64.
Las hagiografías sobre este santo cuentan que Domiciano le condenó a morir
frito en el interior de una tinaja de aceite hirviendo, colocada a la altura de
la puerta latina de Roma, pero salió ileso y Domiciano le condenó al destierro
en una isla desierta del Dodecaneso griego llamada Patmos, en la que habitó
solo y donde la tradición afirma que escribió el «Apocalipsis», con la ayuda de un águila que le proveía de los
materiales de escritorio, le hacía de atril y con el pico sustentaba un tintero
pinjante, razón por la que San Juan pasó a ejercer patronazgo sobre escritores,
teólogos, copistas, etc. El lienzo representa una visión apocalíptica,
relacionada con la iconografía de la Inmaculada Concepción. San Juan recostado
en el suelo, ve aparecerse a la Virgen coronada de estrellas, con el niño en
brazos. Si bien desconocemos el autor del cuadro, su apariencia formal evidencia
que el pintor que lo ejecutó copió, o tuvo conocimiento parcial, de una
composición muy parecida que pintó el artista italiano Carlo Marata. Otra
posible fuente iconográfica para el lienzo puede ser una estampa de Ribera, que
representa a San Jerónimo penitente, cuya pose es análoga a la que adopta San
Juan en el cuadro.
Junto a la iglesia, al sur del edificio,
se observan diversas construcciones que son parte de las dependencias del
extinto priorato al que se refiere Antonio Ponz, así como gran cantidad de escombros.
Sólo una excavación arqueológica sistemática podría determinar si quedan restos
del antiguo monasterio. A nuestro juicio es una hipótesis más que probable. A
simple vista se advierte la ubicación del horno para la cocción de pan. También
se conserva un porche de madera.
El 6 de Mayo de 1531, Fray Bernardo de la
Fuente y Fray Guillén Sánchez, monjes y procuradores del Monasterio de Piedra,
Martín Abril Jurado, vecino de Corbalán, Juan del Pobo y Juan Español,
labradores y vecinos del mismo lugar, recorrieron las propiedades que el
monasterio de Piedra tenía en Peralejos y en Cuevas Labradas y las describieron
minuciosamente, fijando los mohones y los respectivos límites de la «maxada, dehesa y heredamiento de los
Cilleruelos». Gracias a este documento sabemos cómo eran la iglesia y la
casa antes de la Guerra Civil y de su parcial arrumbamiento.
«Y después fueron los dichos apeadores a
la Iglesia y casa de Cilleruelos, que están sitias en el centro de la dehesa
llamada de los Cilleruelos, y vieron y declararon que la dicha Iglesia
confrontaba con las dichas dehesa y casa de Cilleruelos, y que la Iglesia tiene
tres arcadas grandes y seis pequeñas, todas de piedra picada. Y que en la dicha
Iglesia ay tres capillas con sendos altares; la mayor con la imagen de Nuestra
Señora de Cilleruelos, La otra con la invocación de Nuestro Padre San Bernardo,
y en la tercera hay un lienzo o quadro, en el cual está pintada Nuestra Señora
y otros santos de su familia. Y en la dicha capilla mayor hay un rejado de
madera labrada, y en el coro de dicha iglesia ay asimismo otro rexado de
madera. La dicha iglesia tiene dos puertas, una que sale hacia la dicha dehesa
y la otra hacia la casa de Cilleruelos contigua.
Y tambien la casa de silleruelos está
contigua a la dicha iglesia y confronta con ella y con la dicha dehesa, y tiene
las estancias y piezas siguientes. Primo un patio y entrada que tiene sobre si vueltas
labradas de algez; y en ella está la puerta principal de la dicha casa que
corresponde a la dicha iglesia. Y la puerta principal de la dicha casa sale a
la plaza de los Olmos.
Item dos cocinas bajas, que corresponden
al dicho patio, y tienen sobre sí bueltas de algez. Item una bodega en la que
hay una cuba y seis tinajas y al dicho patio corresponde la puerta.
Item ay una sala baja con mesas de madera
de refectorio y tiene bueltas sobre sí y está toda labrada de Algez. Y la
puerta corresponde al dicho patio.
Ítem mas adentro de la dicha sala baja ay
tres aposentos unos dentro de otros, todos con bueltas y labrados de algez; y
se mandan por una puerta que corresponde a dicha sala baja.
Item. Subiendo por una escalera desde la
dicha sala baja ay tres aposentillos labrados de algez y con bueltas, todos a
un suelo, y el de en medio ay una chimenea para hacer fuego.
Item desde el dicho patio sube otra
escala a una sala grande que está sobre la dicha sala baja y tiene bueltas y
está labrada de algez. Y por la dicha sala alta se mandan dos aposentos con
bueltas, labrados de algez desde dicha sala se sale a un corredor de bueltas y
labrado de algez con bentanage.
Item desde dicha escala se manda hacia la
mano derecha un aposento llamado el recibidor, que es de bueltas y está labrado
de algez.
Item por el dicho recibidor se manda una
sala que tiene una chimenea pequeña y bueltas de tablas labradas, toda tablada
de algez, que corresponde sobre la dicha bodega. Item ay un gramezo de vueltas y
labrado de algez que corresponde sobre las dichas cocinas bajas.
Las cuales obras, iglesia y casa así
confrontadas y apeadas refiere esta escritura que se reedificaron y repararon,
siendo abad de este monasterio el Señor Don García del Portillo.
Item se hallaron en la dicha Iglesia de
Cilleruelos 26 cirios de cera y otros presentallas= tres cálices de plata, con
sus patenas= quatro casullas; las dos de fustan blanco y las otras de raso
amarillo= tres albas para decir misa con sus amitos y cíngulos » 65.
De tiempos de García Gil del Portillo, que
fue el XXXV abad de Piedra y ejerció el cargo entre 1488 y 1531 deben datar los
capiteles retallados con perlas de Ávila en los extremos, muy del gusto del
último arte gótico, que no se corresponden con el severo estilo arquitectónico
del siglo XIII.
La última reforma que afectó a
Cilleruelos y de la que tenemos noticia data del 21 de Junio de 1757, año en el
que Fernando VI concedió licencia para «cortar
en la dehesa de Cilleruelos los árboles que hubiese menester para sus fabricas»
66, lo que parece indicar un arreglo de su tejado.
El «Lumen Domus Petrae» describe el modo
en que se administraba la iglesia de Santa María de Cilleruelos «La dicha aldea
de Cilleruelos, que nos dio el Rey Don Alonso, nuestro fundador, estaba situada
muy cerca de los términos del lugar de Peralejos, donde estuvo en sus principios
fundado este Monasterio, como resulta de la primera donación Real [...]
y con ocasión de aber allí una iglesia dedicada a la Virgen Nuestra Señora, ha
continuado el monasterio desde su fundación en poner y tener allí algún
religioso sacerdote que cuidase de la dicha iglesia como lo tiene hasta ahora, con
el título de Prior de Cilleruelos. Y por ser la imagen de la Virgen Nuestra
Señora, que ay en la dicha iglesia, muy devota y milagrera, la visitan todos
los años los lugares convecinos de la comunidad de Teruel, y la misma ciudad
acude a ella implorando su favor en las necesidades que ocurren.» 67.
Ciertamente, durante las recientes obras
de restauración de la Iglesia de Cilleruelos se han encontrado varios grafitos
del siglo XVII, muy deteriorados, que relatan dos curaciones milagrosas atribuidas
a la Virgen.
«A n[uestr]o S[eño]r. Joseph A[...] siendo niño [...] rompido y
el año bino ha visitar la virg[en] y a
decirle misa de [...] Por q[u]e la virgen [...] para mas.»
«Año 1633 [dibujo de un pie con manchas negras que
representan la enfermedad] de un flemont el
pie en perdi [...] La Virgen le [...] Fecis me [...]»
Conocemos el nombre de alguno de los
priores de Cilleruelos por documentos económicos de compra, venta o
arrendamiento de fincas. Fray Bernardo de la Fuente era prior en 1531.
A principios del siglo XVI, Estéfano
Valencia, rector de la iglesia de Cuevas Labradas, quiso hacerse con las
décimas de Cilleruelos y se entabló un litigio judicial que solucionó Luis Sánchez,
como deán de la Catedral de Teruel y Juez conservador de los bienes del
Monasterio de Piedra a petición de Fray Fernando de Aragón. Acogiéndose al
contenído de las bulas de Martín IV y de Sixto IV, que eximían al Monasterio de
Piedra de tributación a ninguna diócesis, se deestimó la causa interpuesta por
Estéfano Valencia y se emitió una sentencia por la que los arrendatarios de las
tierras que pertecían a la dehesa de Cilleruelos debían pagar las décimas a los
cistercienses de Piedra, con las cuales debía sostenerse en culto en
Cilleruelos y se debía sostener económicamente a su prior 68.
Tras la exclaustración, el priorato debió
ser suprimido y las tierras pasaron a ser propiedad particular hasta que un
accidente fortuito provocó el derrumbe del inmueble, que se utilizaba como
vivienda, matando, durante la noche, a los tres hijos del granjero. Los más
ancianos del lugar nos relataron esta historia sin podernos precisar la fecha
exacta en que acaeció.
En el propio Peralejos, la memoria
colectiva ha preservado, en el saber popular, que el solar que actualmente
ocupa el ayuntamiento era el antiguo emplazamiento de un «convento de monjes». Junto al Ayuntamiento, en la casa nº 10 de la
«Calle de en medio», se conserva un
arco apuntado del siglo XIII y el arranque de una galería subterránea cegada
por su propio derrumbe, que bien podrían ser partes de estos ancestrales
edificios. También hay una finca cercana, situada a unos metros de la casa que
acabamos de citar, que suele llamarse «La
huerta de los monjes». Inclusive, el recuerdo de la presencia de los
cistercienses en esta parte de Teruel llevó a las autoridades de Cuevas
Labradas a dedicar una de las plazas del pueblo a «Don Gaufredo de Rocaberti».
Cilleruelos formó parte del coto inicial
del Monasterio de Piedra, cuyo abad gozaba de jurisdicción plena sobre este
lugar, tanto en materia civil como criminal. A través del «Lumen Domus Petrae» sabemos que, desde 1355, el Monasterio
de Piedra poseía también la dehesa de Cilleruelos, cuyos productos agrícolas
servían, con la ayuda de las limosnas, para alimentar al Prior de Cilleruelos 69. Esta dehesa tenía privilegio para que en ella
sólo pudieran pastar los ganados que fuesen del monasterio o de quienes ellos
dijeran. Desde el punto de vista etimológico, la palabra es muy elocuente, ya
que deriva del término latino «cellarius»
y «cella», por el que se nombra al
monje mayordomo que se encarga de administrar la despensa y gobernar la
despensa en sí misma. Cilleruelos debe equivales aproximadamente a «despensitas» o «los mayordomos despenseros».
El «Libro
de apeos del Monasterio de Piedra» escrito en 1344, recoge lo siguiente: «Habet monasterium de Petra en Teruel e en
su termino. [...] media vinia en la
rambla de Val de Cierulos, que afruenta con la otra mitat de la dita vinia, e
con la carrera publica e con el cabeço. [...] En Teruel la eglesia de Peralejos, termino de Teruel. Item habet
predictum monasterium in termino Turolii decimam eclesie de Peralejos, et
monasterium recipit medietatem dicte decime, et aliam medietatem recipit
vicarius predicte eclesie, et tenetur in dicta ecclesia missas celebrare et
dare parrochianis eclesiástica sacramenta, et presentatio dicti vicarii
expectat ad monasterium, et monasterium debet ipsum Semper archiepiscopo
presentar, et archiepiscopus debet sibi curam comitere animarum» 70.
El Abad nombraba cada año un justicia o
alcaide encargado de garantizar la paz y la concordia entre los habitantes de
este pueblo. Por causas que nos son desconocidas, quizá a raíz de los rebrotes
sucesivos de la Peste Negra de 1348, Cilleruelos quedó despoblado y los monjes
cistercienses del Monasterio de Piedra se vieron obligados a transformarlo en
un priorato del que sabemos que permaneció activo hasta la exclaustración de
1835. Consta además, que el patronato que Piedra ejercía sobre la vicaría de
Peralejos desapareció muy pronto a favor del obispado de Teruel, que pasó a
designar la titularidad parroquial de la iglesia de Peralejos. No sucede lo
mismo con el priorato, del que no se desprendieron, ni con los derechos
ejercidos sobre el diezmo y las primicias, que retuvieron los de Piedra hasta
la desamortización. Probablemente, este priorato es el que cita Ponz como
Nuestra Señora de Cilleros.
Es interesante señalar que el «Lumen Domus Petrae» recoge la
existencia de la donación de Peralejos a favor del Monasterio de Piedra, pero
reconoce que el privilegio sobre pergamino no había llegado al siglo XVIII, ni
tampoco se tenía copia de él, sino que era sólo conocido a través de un
documento de 1210, otorgado por Pedro II, que facultaba a los monjes para
vender el heredamiento de Peralejos si lo consideraban oportuno «y añadió que si al dicho convento pareciese
mayor conveniencia pudiese poblar los dichos heredamientos, poniendo en ellos
vecinos y pactando con los pobladores, todo lo que les pareciese y fuese bien
visto al dicho monasterio» 71.
La aldea de Peralejos, próxima a
Cilleruelos, perteneció al Monasterio de Piedra hasta su venta en 1211 a Pedro
Sesé y a Berengaria, su esposa 72. «Vendió las aldeas y granjas o Pardinas de Peralejos
y de Cilleruelos, con las casas, huertos, molinos, aguas pastos y leñas y
viñas, con los términos de dichas aldeas o lugares que confrontaban en aquel
tiempo por la parte de Teruel, con el barranco que está entre los términos de
dicho lugar de Peralejos y del Lugar de las Cuevas [hoy Cuevas Labradas] y por la parte de Alfambra, confrontaba con
el alud de los molinos de dicho lugar de Peralejos, conforme parte y divide el
barranco que está en frente del dicho Alud. Y por la parte del villar plano
confronta con la roca o peña que se ve y descubre desde la dicha aldea de
Peralejos, conforme dicen las vertientes de las aguas que bajan desde la dicha
peña, por donde pasa el camino que va al dicho villar plano. Y por parte de
Escoriguela confrontaba con los dichos términos y se estendían por las vertientes
de las aguas que bajan a la rambla o río Alfambra. Y esta vendición se hizo por
precio de mil y ochocientos maravedíes alfonsinos de oro y de buen peso. [...] Y la dicha vemdición hizo este Monasterio
de Piedra, reservándose para sí la iglesia de los dichos lugares y todas las
décimas y primicias de los panes, frutos y ganados que se cogiesen y criasen en
los términos de dichos lugares. Y los dichos compradores aceptaban esta
vendición obligándose por sí y sus habientes derecho a pagar perpetuamente al
Monasterio las dichas décimas y primicias.» 73.
Poco tiempo después, en 1216, el convento
dio a Doña Berengaria y a su hijo, Pedro Sese, «la dicha iglesia de Peralejos con todas sus posesiones y rentas [...] y esto por treudo en cada un año de veinte
y cinco fanegas de trigo [...]
puestas y llevadas a sus expensas a la casa u hospicio que el monasterio
tuviese en la dicha ciudad de Teruel y pagadas, proporcionalmente al Monasterio
en el día de San Miguel de cada año.[...] Otorgose la dicha tributación con expreso pacto que si la dicha Doña Berengaria,
o, sus hijos y habientes derecho, no pagasen con puntualidad el dicho treudo,
pudiese el monasterio recobrar y volver a la posesión de la dicha Iglesia y de
sus posesiones y rentas, reteniéndoselo todo para siempre.» 74.
La venta coincide con el periodo de
máxima actividad arquitectónica y artística en el Monasterio
de Piedra, de modo que, su venta puede interpretarse como un medio de obtener rápidamente
el dinero necesario para acelerar las obras, pagar a los canteros, y garantizar
la rápida construcción del cenobio. Hay que decir, no obstante, que los
cistercienses de Piedra, aunque perdieron la plena jurisdicción sobre
Peralejos, retuvieron su parroquia, así como los derechos sobre diezmos y
primicias hasta el siglo XVIII.
En 1231 «El obispo de Zaragoza, Don Sancho Ahones, con voluntad y
consentimiento de todo el cabildo Cesaraugustano, dio por vía de limosna a este
monasterio de Piedra y a su abad Semeno, para siempre, la iglesia del lugar de
Peralejos, con todos los derechos y rentas a ella pertenecientes, exceptuando los
derechos y rentas pertenecientes al arcediano y al arcipreste de dicho lugar. Y
se reservó el dicho obispo para sí y para sus sucesores la colación canónica de
los vicarios o presbíteros que ubiesen de servir el curato de la dicha iglesia.
Los cuales tuviese facultad el monasterio de nombrarlos o presentarlos, y los
así nombrados estuviesen sujetos a la condición y visita de dicho obispo,
respecto de la administración de los sacramentos, en cuanto curas de almas. Y
asimismo, declaró el dicho obispo que los dichos curas o vicarios, tuviesen la
obligación de pagar y corresponder al monasterio con las rentas y frutos pertenecientes a la dicha iglesia.» 75 El documento citado está transcrito en los
siguientes términos:
«In Christi nomine el euis gratia. Nostrum
fiat universis praesentibus et futuris quod Nos Sanctuis miseratione Divina
Caesaraugustanus episcopus cun consensus et voluntate totius capituli
Caesaraugustani pictatis intuitu et pro remedio anime nostrae nostrumque
antecesorum et sucesorum in elecmosynam damus et in praesenti traddimus in
perpetuum monasterio de Petra, et tibi frati Semeno, Abati, et monachis nunc et
semper ibidem Deo servientibus, et eos in corporalem eius posesionem ponimus
ecclesiam de Peralellos , et quidquid juris in ia habemus, cum ómnibus Juribus
praesentibus et futuris, ad dictam ecclesiam nunc pertinentibus, et in futurum
pertinendis; salvo tamen Jure Archidiaconi, et Archipresbiteri loci; et retnto
nobis et salvo, et nostri succesoribus, quod dictum Monasterium, vel eius abbas
tencatur, nobis et nostri sucesoribus, Presbiteros vel Vicarios, in dicto loco
instituendos omni tempore praesentare. Quid Presbiteri vel Vicari, nobis
respondeant de cura anima dicti Loci, et nobis et nostri sucesoribus exhibita
episcopalis reverentia fidelis existant in sententiis nostri et aliis mandatii
canonicis observandis; et dicto monasterio respondeant de ómnibus fructibus et
redditibus ecclesia dicti loci.
[...]» 76.
Más tarde, posiblemente a mediados del
siglo XIII, Peralejos pasó a formar parte de la comunidad de aldeas de Teruel,
bajo la sesma del Campo de Visiedo, de modo que perdió por completo su
vinculación jurídica al Cister, como demuestra el hecho de que su iglesia
parroquial esté advocada, actualmente, a San Bartolomé y la ermita, a la Virgen
del Carmen. Sin embargo, los monjes de Piedra retuvieron sus derechos sobre la
iglesia de Peralejos y sobre la ermita de Cilleruelos. En 1289, el capítulo de
la Iglesia de San Martín de Teruel, intentó hacerse con las décimas y derechos económicos
que a favor de Piedra se percibían de lo que producía la tierra de Peralejos en
las heredades de Pedro Perales. El pleito lo dirimió Juan Pérez Catalán,
procurador del Monasterio de Piedra, oficial eclesiástico del Obispo de
Zaragoza en el partido de Teruel que «declaró
que las dichas décimas de Peralejos pertenecían y tocaban a este Monasterio de
Piedra; imponiendo silencio perpetuo al dicho capítulo de San Martín y al dicho
clero universal.» 77.
En 1344 las décimas de Peralejos se
valoraron en 300 sueldos jaqueses cada año, de los que 150 revertían a las
arcas del monasterio y la otra mitad servían para pagar al vicario de dicha
iglesia, que se beneficiaba también con el «pie
de altar» o preces y ofrendas voluntarias que los fieles daban para el
templo 78. Se conocen los nombres de varios
vicarios que ejercieron sus trabajos pastorales bajo estas reglamentaciones:
Domingo Marco, propuesto y aceptado en 1345, Bartolomé Cavero, Pedro Marco,
propuesto en 1351, Pedro de Atodo, que lo fue hasta 1508, Fernando Gil,
propuesto en 1508, Miguel de Urrea, propuesto en 1557, el licenciado Francisco Gómez,
propuesto en 1593. Interesa señalar que una nota a pie de página, en el «Lumen Domus Petrae», demuestra que
existió un «Libro Cabreo de Cilleruelos»,
aunque no consta su contenido e ignoramos su paradero actual: «Del Cabreo de Cilleruelos consta (fol. 164)
que el año 1447 presentó el Monasterio de Piedra por vicario de Peralejos Don
Martín de Aznar, monje Presbítero de nuestro Monasterio» 79.
Tras visitar varios lugares 80, el 20 de noviembre de 1194, los monjes
cistercienses fijaron su residencia en Piedra Vieja 81:
una atalaya o pequeña fortaleza islámica que Alfonso II poseía en la margen
izquierda del río que les da nombre. Según algunas fuentes documentales
tardías, el paraje se llamaba «Pena
Vieja», probablemente por corrupción vocálica de la voz «Piedra». Parece ser que el traslado se
realizó por iniciativa, o, cuanto menos, con el consentimiento del Rey. En
realidad, el valle del río Piedra era un lugar que se prestaba mejor a la
soledad necesaria para el desarrollo de las actividades religiosas de la orden
del Cister. Los monasterios de esta orden tenían que estar construidos en
lugares despoblados, montañosos, alejados de ciudades, aldeas, pueblos y
castillos. Por esa razón preferían los valles estrechos, montañosos, pobres y boscosos.
Peralejos estaba demasiado cerca de Teruel y su proximidad a este centro
urbano, así como el constante tránsito de viajeros por el camino que llevaba a
la urbe, desaconsejaba su definitivo asentamiento en esta zona de la provincia
de Teruel. A buen seguro, el tránsito de viajeros, los hospedajes y la atención
a los peregrinos, perturbaba la tranquilidad de los monjes y su meditación.
56 El fuero de Teruel, «Forum Turoli», se conserva en el Archivo Histórico Provincial de
Teruel (A. H. P. T.). Consta de 207 hojas de pergamino y se fecha hacia 1240.
Su análisis es de gran interés por el contraste que se advierte con otros
fueros que hemos citado. Para más información Vid: Barrero García, Ana María, El fuero de Teruel: Su histori, proceso de
formación y reconstrucción crítica de sus
fuentes. Madrid, 1979. Castañé Llinás, José, El Fuero de Teruel. Teruel, 1989.
57 Peralejos, situado a la orilla derecha del río
Alfambra, poseía en 1849, 66 casas y una iglesia parroquial advocada a San
Bartolomé. Todos los Diccionarios que recogen su existencia coinciden en lo
accidentado del terreno y en la pobreza agrícola del suelo. Madoz, Op. Cit. Tomo 12, p. 800. Espasa Calpe, Tomo 43, p. 510.
58 Fuente, Vicente de la, España Sagrada. La Santa Iglesia de Tarazona, en sus estados
antiguo y moderno. Madrid, 1865, p. 240-241.
59 Manuscrito B-138 de la Biblioteca de la Real
Academia de la Historia, sig. 9-5222, fol. 155.
60 Menéndez Pidal, Ramón, «Islam y cristiandad. España entre las dos culturas». En Analecta
Malacitana. Málaga, 2001. El problema de los mozárabes y su comportamiento
frente al Islam lo analiza en las P. 103- 118. dividiendo sus diversas
actitudes en tres periodos. El primero, hasta el 932. El segundo, entre el 932
y el 1099. El tercero durante todo el siglo XII.
61 Ponz, Antonio, Viaje de España en que se da noticia de las cosas más apreciables y
dignas que hay en ella. Madrid, 1785, Tomo XIII, p. 79-80.
62 Braunfels, Wolfgang, La arquitectura monacal en occidente. Barcelona, 1975, p. 122.
63 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. fol. 657.
64 Reau, Louis, Iconografía del Arte Cristiano. Iconografía de los Santos de la G a la
O. Barcelona, 2001, p. 187 y 194-195
65 Lumen
Domus Petrae. Op. Cit. fol. 668-670.
66 Lumen
Domus Petrae. Op. Cit. fol. 678.
67 Lumen
Domus Petrae. Op. Cit. fol. 656.
68 Lumen
Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 670-673.
69 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol.
653-655.
70 FuEente Cobos, Concepción de la, Libro de apeos del Monasterio de Piedra
(1344). Libro de cuentas de la bolsería del monasterio de Piedra. (1307-1348). Zaragoza,
2001, 35 y 38. Libro de apeos. Fol.
8, r y fol. 9.
71 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. fol. 1381.
72 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1381.
73 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1382.
74 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1383.
75 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol.
1383-1384.
76 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1384.
77 Lumen
Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1385.
78 Lumen
Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1386.
79 Lumen
Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1389.
80 No es
extraño a la Orden del Cister el elegir cuidadosamente el lugar donde ubicar
sus monasterios. Incluso, llegan a dudar, o cambiar varias veces de sitio,
hasta encontrar uno óptimo. La costumbre tiene su origen en el comportamiento de
San Benito de Nursia, quien, jamás construía sus monasterios en el interior de
las ciudades, ni en burgos, ni en dominios episcopales, sino que elegía lugares
retirados y poco frecuentados por el hombre, para garantizar la concentración
de los monjes en la oración. Los cistercienses, desde su origen, pretenden el
cumplimiento estricto de la regla de San Benito. La cuidadosa elección del
lugar en el que ubicar el monasterio remite a un comportamiento que imita al
del santo al que tanto admiran. Sírvanos de ejemplo paralelo al Monasterio de
Piedra el del cercano Monasterio de Santa María de la Huerta (Soria), que, en
su origen, se asentó en Cantabos y que estuvo allí de 1144 a 1151, fecha en la
que cambiaron la casa monacal a su actual emplazamiento, por considerarlo más saludable.
Para más información vid. Catalina García, Juan, Santa María de Huerta. Madrid, 1891. Se podrían argumentar más
ejemplos porque este hecho es una constante en las fundaciones cistercienses.
81 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1407.
Herbert
GONZÁLEZ ZYMLA, 2003
Colaborador
del Departamento de Historia del Arte I (Medieval) de la UCM
aun2019
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