jueves, 24 de octubre de 2019

Fundación del Monasterio de Cilleruelos, Cuevas Labradas



Fundación del Monasterio de Cilleruelos       


      
      El itinerario que siguió el abad Gaufrido de Rocaberti y sus 12 monjes no se conoce con precisión. Sólo sabemos que tomaron el camino que conducía a la recién conquistada ciudad de Teruel 56. El día 19 de Mayo [de 1194] llegaron a la aldea Peralejos, situada a unos 20 Km. de dicha ciudad, y allí se asentaron, provisionalmente, hasta el mes de noviembre. Vicente de la Fuente recoge la opinión del archivero del Monasterio de Piedra, el Padre Olbes, según la cual, Gaufrido y sus monjes se encaminaron a Peralejos 57 porque el Rey les había ofrecido darles una parte de sus posesiones allí. Sin embargo, ningún documento de los custodiados en el Archivo Histórico Nacional corrobora esta información y Lafuente es el único historiador que se hace eco de ella, dudando, incluso, de su autenticidad. Vicente de Lafuente, en 1865, escribe: «Por un documento, algo sospechoso, y que ya llamó la atención de Finestres, se concede por el mismo Rey, en 1190, a Dios y a la Iglesia de Santa María de Perales, y al Convento del mismo lugar, el diezmo de las salinas de Herrera; firma allí un Gaufrido de Rocaberti; que no puede ser el mismo Abad de Piedra, puesto que no salió de Poblet hasta el año 1194. Luego ya había monjes y convento en Peralejos antes de que los primeros monjes salieran de Poblet, y aún, quizás, pudo ser la detención de estos en aquel pueblo para reformarlos o agregarlos a la orden, y con este objeto se detuvieron allí, desde Mayo hasta Noviembre» 58.

      A pesar de las desconfianzas de Lafuente, hemos confirmado que el documento se llegó a emitir puesto que se cita en el manuscrito de la Biblioteca de la Academia de la Historia: «Por otro [privilegio] en Emperelada del mes de Marzo de 1190 hace donación de las salinas de Ferrería (Herrería) al Monasterio que determinó fundar en Perales o Peralejos» 59 y además, hemos podido confirmar que Peralejos está citada como si fuera una aldea en el privilegio fundacional del monasterio de Piedra, que luego transcribiremos. Probablemente sea una aldea de tantas que quedaron despobladas como consecuencia de alguna de las sucesivas pestes y hambrunas que azotaron a Europa durante la Edad Media.

      Resulta muy sugerente pensar que, quizá, Santa María de la Peraleja o Peralejos fuese uno de tantos cenobios que habían mantenido los mozárabes dentro del territorio islámico de la Taifa de Zaragoza 60. Este hecho permitiría explicar la presencia de Gaufrido de Rocaberti en Teruel para reformar a estos monjes cristianos, de rito isidoriano, e integrarlos en su recién nacida comunidad de rito romano gregoriano. La hipótesis, con ser muy sugerente, no pasa más allá del campo de la suposición. Los Cistercienses, procedentes de Poblet, residieron en la Peraleja desde el 19 de Mayo de 1194 hasta finales de Noviembre del mismo año. Antonio Ponz, que también se hace eco de la presencia de los cistercienses de Piedra en Teruel, identifica la primera ubicación del monasterio con el Santuario de Nuestra Señora de los Cilleros, del que apenas nada hemos podido averiguar a la luz de los pocos documentos de archivo que de él se conservan 61.

      Brawnfels llega a decir que «resulta sorprendente la confianza que depositaron los abades de los grandes monasterios en muchos de sus todavía jovencísimos cofrades, a quienes enviaban, año tras año, con doce compañeros igualmente jóvenes, para que fundaran nuevas filiales en tierras ignotas y despobladas. [...] El espíritu de las nuevas fundaciones en tierras inhóspitas, se caracterizaba por la entrega incondicional. El ascetismo de los monjes rebajó la duración media de vida a 28 años. Si tenemos en cuenta que esta juventud nunca ingresaba en el monasterio antes de cumplir los 15 años, y, a menudo, después de cumplir los 21, como San Bernardo, entonces resulta que el ascetismo cisterciense sólo podía soportarse durante unos doce años. Con ocasión de su ingreso en Claraval, San Bernardo dijo a los novicios:

      –Si tenéis prisa por convertiros en personas reconcentradas, dejad fuera vuestros cuerpos. Aquí, sólo entran las almas. La carne no presta ningún servicio.» 62.

      En la actualidad, Santa María de los Cilleros es una pequeña iglesia, con abundantes restos arquitectónicos del siglo XIII. Está situada en el término municipal de Cuevas Labradas, en la mitad de la falda de un monte que protege el edificio de los fríos vientos turolenses. Los documentos más antiguos que hablan de ella, la adscriben a una aldea del mismo nombre «Cilleruelos», junto al municipio de Peralejos, que sabemos que debía existir ya antes de 1194, pues está citado en el privilegio fundacional del Monasterio de Piedra. No así tenemos constancia de la existencia de Cuevas Labradas en época tan antigua, ya que los documentos del siglo XIII que se han podido consultar, lo citan como «lugar de las cuevas» y, solo en un documento fechado el 8 de Marzo de 1355 se le da el nombre de «Cuevas Labradas» y se dice es una aldea dependiente de Teruel 63. En fecha que ignoramos, probablemente durante el siglo XIX, fueron reorganizados los límites de los términos municipales del contorno y Santa María de los Cilleros quedó adscrita al término de Cuevas Labradas. La romería de la Virgen de los Cilleruelos se celebra el primer domingo de Septiembre y en ella participan, por igual, los habitantes de las dos localidades, que atienden a su culto y devoción. Se accede hasta el edificio a través de un camino vecinal al que se llega desde Cuevas Labradas, pueblo situado, como Peralejos, en la margen de la carretera nacional 420, cuyo trazado coincide, básicamente, con el que tenía el antiguo camino real que llegaba hasta Teruel. Alrededor de la iglesia, hay un valle fértil, en el que aún se cultivan cereales, y en el que hay tres afloramientos superficiales de agua que, a buen seguro, hubieron de facilitar su habitabilidad en el medioevo.

      La iglesia es un edificio de tres naves, con tres tramos cada una, que se separan entre sí por medio de pilares de sección octogonal, coronados con sencillísimos capiteles lisos de tosca factura, que responden, en todo, a los modelos severos empleados en la arquitectura cisterciense de principios del siglo XIII. Probablemente, a finales del siglo XV o a principios del siglo XVI, aprovechando el grosor de los capiteles, se decidió modernizar su aspecto y fueron retallados los extremos angulares de los mismos, añadiéndoles cuatro perlas de Ávila, una por cada uno de los extremos. Esta renovación decorativa, sólo afectó a los capiteles de los pilares exentos que se sitúan en la nave central, lo que ha permitido que se conserven algunos capiteles primitivos, sin retallar, en los muros laterales. Todos ellos fueron policromados en rojo, imitando los jaspeados que tiene el pórfido, en fecha que ignoramos. La reciente restauración del edificio ha redescubierto algunos restos parciales de estas policromías.

      Los pilares de sección octogonal sostienen arcos fajones de medio punto en las naves laterales y apuntados en la nave central, que es más ancha y ligeramente más alta. Toda la iglesia fue construida en buena piedra, labrada y escuadrada en las zonas que así lo requieren, es decir, cimientos, zonas angulares, guiones de muro, puertas, ventanas y contrafuertes. El resto, se construyó con sillarejo de piedra mampuesto, unido con argamasa de cal hidráulica. Se conserva un grabado inciso sobre un sillar de piedra caliza que hay en el esquinazo del muro occidental, en el que se encuentra señalado el despiece de las dovelas de un arco de medio punto. Este detalle tiene su interés histórico, porque hemos podido comprobar que el número de dovelas del grafito coincide con el número de dovelas del despiece de los arcos de medio punto de las naves laterales. Hemos de suponer que se trata de un dibujo pedagógico que trazó el arquitecto, probablemente un monje, para que los canteros lo pudiesen desarrollar con corrección. La fuerza de empuje de los arcos fajones sobre los muros se contrarresta con un juego de cuatro contrafuertes situados en la pared norte y sur, que están, en la actualidad, parcialmente derrumbados.

      En su día, el templo debió cubrirse con un tejado a dos aguas, con lajas de piedra, soportado por vigas gruesas de madera. Algunas de estas vigas quedaron tapadas con enlucidos de yeso durante el barroco y no se han podido ver hasta su reciente restauración. Las lajas de piedra fueron sustituidas por teja de barro cocido en fecha que ignoramos. La capilla mayor fue totalmente rehecha en el siglo XVII, añadiéndose un arco triunfal, de trazado mixtilíneo, y una cúpula ovalada de yeso encamonado. En el extremo oriental del templo, en la parte exterior, se ve que la iglesia, en el momento de su construcción, debió ser planteada con un tamaño mayor, pues aún se pueden ver los arranques de otros dos tramos de arcadas. Es difícil averiguar si la obra se paralizó ya en el siglo XIII, o si fue, como nosotros creemos, parcialmente demolida en el XVII cuando se rehízo la cabecera.

      Antes de la Guerra Civil de 1936, la iglesia estaba decorada con retablos barrocos de madera dorada. Uno de ellos estaba consagrado a San Bernardo de Claraval y, según recuerdan los más viejos del lugar, tenía en su parte central un lienzo con la imagen del Santo Cisterciense: «cuyos ojos parecían mirar». A falta de fotografías antiguas del lienzo perdido, hemos de suponer que estaba ejecutado siguiendo los modelos naturalistas de la pintura barroca del siglo XVII.

      El retablo mayor actual sustituye al que se perdió durante la Guerra Civil y procede de la iglesia de San Martín de Teruel. La mesa de altar está decorada con un escudo que tiene como emblema cinco peras, decoración que se repite también en la predela aunque sin estar asociada a una forma heráldica, sino simplemente como racimos carnosos de fruta. El cuerpo central del retablo tiene una hornacina, protegida con un cristal, flanqueada de dobles parejas de columnas de orden corintio, que acoge en su interior una estatua, de factura muy popular, que representa a la Virgen con el Niño Jesús en brazos. Se trata de una imagen de vestir, probablemente del siglo XIX, que tiene pelo natural, sendas coronas, vestidos blancos bordados, mantos azules y diversas joyas pinjantes. El día que se celebra la romería, la imagen de la Virgen de Santa María de los Cilleruelos se procesiona y, en un momento dado de la ceremonia, se la coloca sobre un árbol.

      El retablo está rematado con un ático arquitectónico, que tiene dobles columnas de orden corintio y fuste torneado, que sostienen un entablamento y un frontón partido, sobre el que, a su vez, se sitúa el escudo heráldico que ya citamos al describir la predela, sujeto por dos niños tenantes que lo llevan en airosa situación.

      El ático incluye un óleo sobre lienzo que representa la aparición de la Virgen a San Juan Evangelista mientras estaba desterrado en la isla desierta de Patmos 64. Las hagiografías sobre este santo cuentan que Domiciano le condenó a morir frito en el interior de una tinaja de aceite hirviendo, colocada a la altura de la puerta latina de Roma, pero salió ileso y Domiciano le condenó al destierro en una isla desierta del Dodecaneso griego llamada Patmos, en la que habitó solo y donde la tradición afirma que escribió el «Apocalipsis», con la ayuda de un águila que le proveía de los materiales de escritorio, le hacía de atril y con el pico sustentaba un tintero pinjante, razón por la que San Juan pasó a ejercer patronazgo sobre escritores, teólogos, copistas, etc. El lienzo representa una visión apocalíptica, relacionada con la iconografía de la Inmaculada Concepción. San Juan recostado en el suelo, ve aparecerse a la Virgen coronada de estrellas, con el niño en brazos. Si bien desconocemos el autor del cuadro, su apariencia formal evidencia que el pintor que lo ejecutó copió, o tuvo conocimiento parcial, de una composición muy parecida que pintó el artista italiano Carlo Marata. Otra posible fuente iconográfica para el lienzo puede ser una estampa de Ribera, que representa a San Jerónimo penitente, cuya pose es análoga a la que adopta San Juan en el cuadro.

      Junto a la iglesia, al sur del edificio, se observan diversas construcciones que son parte de las dependencias del extinto priorato al que se refiere Antonio Ponz, así como gran cantidad de escombros. Sólo una excavación arqueológica sistemática podría determinar si quedan restos del antiguo monasterio. A nuestro juicio es una hipótesis más que probable. A simple vista se advierte la ubicación del horno para la cocción de pan. También se conserva un porche de madera.

      El 6 de Mayo de 1531, Fray Bernardo de la Fuente y Fray Guillén Sánchez, monjes y procuradores del Monasterio de Piedra, Martín Abril Jurado, vecino de Corbalán, Juan del Pobo y Juan Español, labradores y vecinos del mismo lugar, recorrieron las propiedades que el monasterio de Piedra tenía en Peralejos y en Cuevas Labradas y las describieron minuciosamente, fijando los mohones y los respectivos límites de la «maxada, dehesa y heredamiento de los Cilleruelos». Gracias a este documento sabemos cómo eran la iglesia y la casa antes de la Guerra Civil y de su parcial arrumbamiento.

      «Y después fueron los dichos apeadores a la Iglesia y casa de Cilleruelos, que están sitias en el centro de la dehesa llamada de los Cilleruelos, y vieron y declararon que la dicha Iglesia confrontaba con las dichas dehesa y casa de Cilleruelos, y que la Iglesia tiene tres arcadas grandes y seis pequeñas, todas de piedra picada. Y que en la dicha Iglesia ay tres capillas con sendos altares; la mayor con la imagen de Nuestra Señora de Cilleruelos, La otra con la invocación de Nuestro Padre San Bernardo, y en la tercera hay un lienzo o quadro, en el cual está pintada Nuestra Señora y otros santos de su familia. Y en la dicha capilla mayor hay un rejado de madera labrada, y en el coro de dicha iglesia ay asimismo otro rexado de madera. La dicha iglesia tiene dos puertas, una que sale hacia la dicha dehesa y la otra hacia la casa de Cilleruelos contigua.

      Y tambien la casa de silleruelos está contigua a la dicha iglesia y confronta con ella y con la dicha dehesa, y tiene las estancias y piezas siguientes. Primo un patio y entrada que tiene sobre si vueltas labradas de algez; y en ella está la puerta principal de la dicha casa que corresponde a la dicha iglesia. Y la puerta principal de la dicha casa sale a la plaza de los Olmos.

      Item dos cocinas bajas, que corresponden al dicho patio, y tienen sobre sí bueltas de algez. Item una bodega en la que hay una cuba y seis tinajas y al dicho patio corresponde la puerta.

      Item ay una sala baja con mesas de madera de refectorio y tiene bueltas sobre sí y está toda labrada de Algez. Y la puerta corresponde al dicho patio.

      Ítem mas adentro de la dicha sala baja ay tres aposentos unos dentro de otros, todos con bueltas y labrados de algez; y se mandan por una puerta que corresponde a dicha sala baja.

      Item. Subiendo por una escalera desde la dicha sala baja ay tres aposentillos labrados de algez y con bueltas, todos a un suelo, y el de en medio ay una chimenea para hacer fuego.

      Item desde el dicho patio sube otra escala a una sala grande que está sobre la dicha sala baja y tiene bueltas y está labrada de algez. Y por la dicha sala alta se mandan dos aposentos con bueltas, labrados de algez desde dicha sala se sale a un corredor de bueltas y labrado de algez con bentanage.

      Item desde dicha escala se manda hacia la mano derecha un aposento llamado el recibidor, que es de bueltas y está labrado de algez.

      Item por el dicho recibidor se manda una sala que tiene una chimenea pequeña y bueltas de tablas labradas, toda tablada de algez, que corresponde sobre la dicha bodega. Item ay un gramezo de vueltas y labrado de algez que corresponde sobre las dichas cocinas bajas.

      Las cuales obras, iglesia y casa así confrontadas y apeadas refiere esta escritura que se reedificaron y repararon, siendo abad de este monasterio el Señor Don García del Portillo.

      Item se hallaron en la dicha Iglesia de Cilleruelos 26 cirios de cera y otros presentallas= tres cálices de plata, con sus patenas= quatro casullas; las dos de fustan blanco y las otras de raso amarillo= tres albas para decir misa con sus amitos y cíngulos » 65.

      De tiempos de García Gil del Portillo, que fue el XXXV abad de Piedra y ejerció el cargo entre 1488 y 1531 deben datar los capiteles retallados con perlas de Ávila en los extremos, muy del gusto del último arte gótico, que no se corresponden con el severo estilo arquitectónico del siglo XIII.

      La última reforma que afectó a Cilleruelos y de la que tenemos noticia data del 21 de Junio de 1757, año en el que Fernando VI concedió licencia para «cortar en la dehesa de Cilleruelos los árboles que hubiese menester para sus fabricas» 66, lo que parece indicar un arreglo de su tejado.

      El «Lumen Domus Petrae» describe el modo en que se administraba la iglesia de Santa María de Cilleruelos «La dicha aldea de Cilleruelos, que nos dio el Rey Don Alonso, nuestro fundador, estaba situada muy cerca de los términos del lugar de Peralejos, donde estuvo en sus principios fundado este Monasterio, como resulta de la primera donación Real [...] y con ocasión de aber allí una iglesia dedicada a la Virgen Nuestra Señora, ha continuado el monasterio desde su fundación en poner y tener allí algún religioso sacerdote que cuidase de la dicha iglesia como lo tiene hasta ahora, con el título de Prior de Cilleruelos. Y por ser la imagen de la Virgen Nuestra Señora, que ay en la dicha iglesia, muy devota y milagrera, la visitan todos los años los lugares convecinos de la comunidad de Teruel, y la misma ciudad acude a ella implorando su favor en las necesidades que ocurren.» 67.

      Ciertamente, durante las recientes obras de restauración de la Iglesia de Cilleruelos se han encontrado varios grafitos del siglo XVII, muy deteriorados, que relatan dos curaciones milagrosas atribuidas a la Virgen.

      «A n[uestr]o S[eño]r. Joseph A[...] siendo niño [...] rompido y el año bino ha visitar la virg[en] y a decirle misa de [...] Por q[u]e la virgen [...] para mas.»

      «Año 1633 [dibujo de un pie con manchas negras que representan la enfermedad] de un flemont el pie en perdi [...] La Virgen le [...] Fecis me [...]»

      Conocemos el nombre de alguno de los priores de Cilleruelos por documentos económicos de compra, venta o arrendamiento de fincas. Fray Bernardo de la Fuente era prior en 1531.

      A principios del siglo XVI, Estéfano Valencia, rector de la iglesia de Cuevas Labradas, quiso hacerse con las décimas de Cilleruelos y se entabló un litigio judicial que solucionó Luis Sánchez, como deán de la Catedral de Teruel y Juez conservador de los bienes del Monasterio de Piedra a petición de Fray Fernando de Aragón. Acogiéndose al contenído de las bulas de Martín IV y de Sixto IV, que eximían al Monasterio de Piedra de tributación a ninguna diócesis, se deestimó la causa interpuesta por Estéfano Valencia y se emitió una sentencia por la que los arrendatarios de las tierras que pertecían a la dehesa de Cilleruelos debían pagar las décimas a los cistercienses de Piedra, con las cuales debía sostenerse en culto en Cilleruelos y se debía sostener económicamente a su prior 68.

      Tras la exclaustración, el priorato debió ser suprimido y las tierras pasaron a ser propiedad particular hasta que un accidente fortuito provocó el derrumbe del inmueble, que se utilizaba como vivienda, matando, durante la noche, a los tres hijos del granjero. Los más ancianos del lugar nos relataron esta historia sin podernos precisar la fecha exacta en que acaeció.

      En el propio Peralejos, la memoria colectiva ha preservado, en el saber popular, que el solar que actualmente ocupa el ayuntamiento era el antiguo emplazamiento de un «convento de monjes». Junto al Ayuntamiento, en la casa nº 10 de la «Calle de en medio», se conserva un arco apuntado del siglo XIII y el arranque de una galería subterránea cegada por su propio derrumbe, que bien podrían ser partes de estos ancestrales edificios. También hay una finca cercana, situada a unos metros de la casa que acabamos de citar, que suele llamarse «La huerta de los monjes». Inclusive, el recuerdo de la presencia de los cistercienses en esta parte de Teruel llevó a las autoridades de Cuevas Labradas a dedicar una de las plazas del pueblo a «Don Gaufredo de Rocaberti».

      Cilleruelos formó parte del coto inicial del Monasterio de Piedra, cuyo abad gozaba de jurisdicción plena sobre este lugar, tanto en materia civil como criminal. A través del «Lumen Domus Petrae» sabemos que, desde 1355, el Monasterio de Piedra poseía también la dehesa de Cilleruelos, cuyos productos agrícolas servían, con la ayuda de las limosnas, para alimentar al Prior de Cilleruelos 69. Esta dehesa tenía privilegio para que en ella sólo pudieran pastar los ganados que fuesen del monasterio o de quienes ellos dijeran. Desde el punto de vista etimológico, la palabra es muy elocuente, ya que deriva del término latino «cellarius» y «cella», por el que se nombra al monje mayordomo que se encarga de administrar la despensa y gobernar la despensa en sí misma. Cilleruelos debe equivales aproximadamente a «despensitas» o «los mayordomos despenseros».

      El «Libro de apeos del Monasterio de Piedra» escrito en 1344, recoge lo siguiente: «Habet monasterium de Petra en Teruel e en su termino. [...] media vinia en la rambla de Val de Cierulos, que afruenta con la otra mitat de la dita vinia, e con la carrera publica e con el cabeço. [...] En Teruel la eglesia de Peralejos, termino de Teruel. Item habet predictum monasterium in termino Turolii decimam eclesie de Peralejos, et monasterium recipit medietatem dicte decime, et aliam medietatem recipit vicarius predicte eclesie, et tenetur in dicta ecclesia missas celebrare et dare parrochianis eclesiástica sacramenta, et presentatio dicti vicarii expectat ad monasterium, et monasterium debet ipsum Semper archiepiscopo presentar, et archiepiscopus debet sibi curam comitere animarum» 70.

      El Abad nombraba cada año un justicia o alcaide encargado de garantizar la paz y la concordia entre los habitantes de este pueblo. Por causas que nos son desconocidas, quizá a raíz de los rebrotes sucesivos de la Peste Negra de 1348, Cilleruelos quedó despoblado y los monjes cistercienses del Monasterio de Piedra se vieron obligados a transformarlo en un priorato del que sabemos que permaneció activo hasta la exclaustración de 1835. Consta además, que el patronato que Piedra ejercía sobre la vicaría de Peralejos desapareció muy pronto a favor del obispado de Teruel, que pasó a designar la titularidad parroquial de la iglesia de Peralejos. No sucede lo mismo con el priorato, del que no se desprendieron, ni con los derechos ejercidos sobre el diezmo y las primicias, que retuvieron los de Piedra hasta la desamortización. Probablemente, este priorato es el que cita Ponz como Nuestra Señora de Cilleros.

      Es interesante señalar que el «Lumen Domus Petrae» recoge la existencia de la donación de Peralejos a favor del Monasterio de Piedra, pero reconoce que el privilegio sobre pergamino no había llegado al siglo XVIII, ni tampoco se tenía copia de él, sino que era sólo conocido a través de un documento de 1210, otorgado por Pedro II, que facultaba a los monjes para vender el heredamiento de Peralejos si lo consideraban oportuno «y añadió que si al dicho convento pareciese mayor conveniencia pudiese poblar los dichos heredamientos, poniendo en ellos vecinos y pactando con los pobladores, todo lo que les pareciese y fuese bien visto al dicho monasterio» 71.

      La aldea de Peralejos, próxima a Cilleruelos, perteneció al Monasterio de Piedra hasta su venta en 1211 a Pedro Sesé y a Berengaria, su esposa 72. «Vendió las aldeas y granjas o Pardinas de Peralejos y de Cilleruelos, con las casas, huertos, molinos, aguas pastos y leñas y viñas, con los términos de dichas aldeas o lugares que confrontaban en aquel tiempo por la parte de Teruel, con el barranco que está entre los términos de dicho lugar de Peralejos y del Lugar de las Cuevas [hoy Cuevas Labradas] y por la parte de Alfambra, confrontaba con el alud de los molinos de dicho lugar de Peralejos, conforme parte y divide el barranco que está en frente del dicho Alud. Y por la parte del villar plano confronta con la roca o peña que se ve y descubre desde la dicha aldea de Peralejos, conforme dicen las vertientes de las aguas que bajan desde la dicha peña, por donde pasa el camino que va al dicho villar plano. Y por parte de Escoriguela confrontaba con los dichos términos y se estendían por las vertientes de las aguas que bajan a la rambla o río Alfambra. Y esta vendición se hizo por precio de mil y ochocientos maravedíes alfonsinos de oro y de buen peso. [...] Y la dicha vemdición hizo este Monasterio de Piedra, reservándose para sí la iglesia de los dichos lugares y todas las décimas y primicias de los panes, frutos y ganados que se cogiesen y criasen en los términos de dichos lugares. Y los dichos compradores aceptaban esta vendición obligándose por sí y sus habientes derecho a pagar perpetuamente al Monasterio las dichas décimas y primicias.» 73.

      Poco tiempo después, en 1216, el convento dio a Doña Berengaria y a su hijo, Pedro Sese, «la dicha iglesia de Peralejos con todas sus posesiones y rentas [...] y esto por treudo en cada un año de veinte y cinco fanegas de trigo [...] puestas y llevadas a sus expensas a la casa u hospicio que el monasterio tuviese en la dicha ciudad de Teruel y pagadas, proporcionalmente al Monasterio en el día de San Miguel de cada año.[...] Otorgose la dicha tributación con expreso pacto que si la dicha Doña Berengaria, o, sus hijos y habientes derecho, no pagasen con puntualidad el dicho treudo, pudiese el monasterio recobrar y volver a la posesión de la dicha Iglesia y de sus posesiones y rentas, reteniéndoselo todo para siempre.» 74.

      La venta coincide con el periodo de máxima actividad arquitectónica y artística en el Monasterio de Piedra, de modo que, su venta puede interpretarse como un medio de obtener rápidamente el dinero necesario para acelerar las obras, pagar a los canteros, y garantizar la rápida construcción del cenobio. Hay que decir, no obstante, que los cistercienses de Piedra, aunque perdieron la plena jurisdicción sobre Peralejos, retuvieron su parroquia, así como los derechos sobre diezmos y primicias hasta el siglo XVIII.

      En 1231 «El obispo de Zaragoza, Don Sancho Ahones, con voluntad y consentimiento de todo el cabildo Cesaraugustano, dio por vía de limosna a este monasterio de Piedra y a su abad Semeno, para siempre, la iglesia del lugar de Peralejos, con todos los derechos y rentas a ella pertenecientes, exceptuando los derechos y rentas pertenecientes al arcediano y al arcipreste de dicho lugar. Y se reservó el dicho obispo para sí y para sus sucesores la colación canónica de los vicarios o presbíteros que ubiesen de servir el curato de la dicha iglesia. Los cuales tuviese facultad el monasterio de nombrarlos o presentarlos, y los así nombrados estuviesen sujetos a la condición y visita de dicho obispo, respecto de la administración de los sacramentos, en cuanto curas de almas. Y asimismo, declaró el dicho obispo que los dichos curas o vicarios, tuviesen la obligación de pagar y corresponder al monasterio con las rentas y frutos pertenecientes a la dicha iglesia75 El documento citado está transcrito en los siguientes términos:

      «In Christi nomine el euis gratia. Nostrum fiat universis praesentibus et futuris quod Nos Sanctuis miseratione Divina Caesaraugustanus episcopus cun consensus et voluntate totius capituli Caesaraugustani pictatis intuitu et pro remedio anime nostrae nostrumque antecesorum et sucesorum in elecmosynam damus et in praesenti traddimus in perpetuum monasterio de Petra, et tibi frati Semeno, Abati, et monachis nunc et semper ibidem Deo servientibus, et eos in corporalem eius posesionem ponimus ecclesiam de Peralellos , et quidquid juris in ia habemus, cum ómnibus Juribus praesentibus et futuris, ad dictam ecclesiam nunc pertinentibus, et in futurum pertinendis; salvo tamen Jure Archidiaconi, et Archipresbiteri loci; et retnto nobis et salvo, et nostri succesoribus, quod dictum Monasterium, vel eius abbas tencatur, nobis et nostri sucesoribus, Presbiteros vel Vicarios, in dicto loco instituendos omni tempore praesentare. Quid Presbiteri vel Vicari, nobis respondeant de cura anima dicti Loci, et nobis et nostri sucesoribus exhibita episcopalis reverentia fidelis existant in sententiis nostri et aliis mandatii canonicis observandis; et dicto monasterio respondeant de ómnibus fructibus et redditibus ecclesia dicti loci. [...]» 76.

      Más tarde, posiblemente a mediados del siglo XIII, Peralejos pasó a formar parte de la comunidad de aldeas de Teruel, bajo la sesma del Campo de Visiedo, de modo que perdió por completo su vinculación jurídica al Cister, como demuestra el hecho de que su iglesia parroquial esté advocada, actualmente, a San Bartolomé y la ermita, a la Virgen del Carmen. Sin embargo, los monjes de Piedra retuvieron sus derechos sobre la iglesia de Peralejos y sobre la ermita de Cilleruelos. En 1289, el capítulo de la Iglesia de San Martín de Teruel, intentó hacerse con las décimas y derechos económicos que a favor de Piedra se percibían de lo que producía la tierra de Peralejos en las heredades de Pedro Perales. El pleito lo dirimió Juan Pérez Catalán, procurador del Monasterio de Piedra, oficial eclesiástico del Obispo de Zaragoza en el partido de Teruel que «declaró que las dichas décimas de Peralejos pertenecían y tocaban a este Monasterio de Piedra; imponiendo silencio perpetuo al dicho capítulo de San Martín y al dicho clero universal.» 77.

      En 1344 las décimas de Peralejos se valoraron en 300 sueldos jaqueses cada año, de los que 150 revertían a las arcas del monasterio y la otra mitad servían para pagar al vicario de dicha iglesia, que se beneficiaba también con el «pie de altar» o preces y ofrendas voluntarias que los fieles daban para el templo 78. Se conocen los nombres de varios vicarios que ejercieron sus trabajos pastorales bajo estas reglamentaciones: Domingo Marco, propuesto y aceptado en 1345, Bartolomé Cavero, Pedro Marco, propuesto en 1351, Pedro de Atodo, que lo fue hasta 1508, Fernando Gil, propuesto en 1508, Miguel de Urrea, propuesto en 1557, el licenciado Francisco Gómez, propuesto en 1593. Interesa señalar que una nota a pie de página, en el «Lumen Domus Petrae», demuestra que existió un «Libro Cabreo de Cilleruelos», aunque no consta su contenido e ignoramos su paradero actual: «Del Cabreo de Cilleruelos consta (fol. 164) que el año 1447 presentó el Monasterio de Piedra por vicario de Peralejos Don Martín de Aznar, monje Presbítero de nuestro Monasterio» 79.
      
      Tras visitar varios lugares 80, el 20 de noviembre de 1194, los monjes cistercienses fijaron su residencia en Piedra Vieja 81: una atalaya o pequeña fortaleza islámica que Alfonso II poseía en la margen izquierda del río que les da nombre. Según algunas fuentes documentales tardías, el paraje se llamaba «Pena Vieja», probablemente por corrupción vocálica de la voz «Piedra». Parece ser que el traslado se realizó por iniciativa, o, cuanto menos, con el consentimiento del Rey. En realidad, el valle del río Piedra era un lugar que se prestaba mejor a la soledad necesaria para el desarrollo de las actividades religiosas de la orden del Cister. Los monasterios de esta orden tenían que estar construidos en lugares despoblados, montañosos, alejados de ciudades, aldeas, pueblos y castillos. Por esa razón preferían los valles estrechos, montañosos, pobres y boscosos. Peralejos estaba demasiado cerca de Teruel y su proximidad a este centro urbano, así como el constante tránsito de viajeros por el camino que llevaba a la urbe, desaconsejaba su definitivo asentamiento en esta zona de la provincia de Teruel. A buen seguro, el tránsito de viajeros, los hospedajes y la atención a los peregrinos, perturbaba la tranquilidad de los monjes y su meditación.




      56 El fuero de Teruel, «Forum Turoli», se conserva en el Archivo Histórico Provincial de Teruel (A. H. P. T.). Consta de 207 hojas de pergamino y se fecha hacia 1240. Su análisis es de gran interés por el contraste que se advierte con otros fueros que hemos citado. Para más información Vid: Barrero García, Ana María, El fuero de Teruel: Su histori, proceso de formación y reconstrucción crítica de sus fuentes. Madrid, 1979. Castañé Llinás, José, El Fuero de Teruel. Teruel, 1989.
      57 Peralejos, situado a la orilla derecha del río Alfambra, poseía en 1849, 66 casas y una iglesia parroquial advocada a San Bartolomé. Todos los Diccionarios que recogen su existencia coinciden en lo accidentado del terreno y en la pobreza agrícola del suelo. Madoz, Op. Cit. Tomo 12, p. 800. Espasa Calpe, Tomo 43, p. 510.
      58 Fuente, Vicente de la, España Sagrada. La Santa Iglesia de Tarazona, en sus estados antiguo y moderno. Madrid, 1865, p. 240-241.
      59 Manuscrito B-138 de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, sig. 9-5222, fol. 155.
      60 Menéndez Pidal, Ramón, «Islam y cristiandad. España entre las dos culturas». En Analecta Malacitana. Málaga, 2001. El problema de los mozárabes y su comportamiento frente al Islam lo analiza en las P. 103- 118. dividiendo sus diversas actitudes en tres periodos. El primero, hasta el 932. El segundo, entre el 932 y el 1099. El tercero durante todo el siglo XII.
      61 Ponz, Antonio, Viaje de España en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas que hay en ella. Madrid, 1785, Tomo XIII, p. 79-80.
      62 Braunfels, Wolfgang, La arquitectura monacal en occidente. Barcelona, 1975, p. 122.
      63 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. fol. 657.
      64 Reau, Louis, Iconografía del Arte Cristiano. Iconografía de los Santos de la G a la O. Barcelona, 2001, p. 187 y 194-195
      65 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. fol. 668-670.
      66 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. fol. 678.
      67 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. fol. 656.
      68 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 670-673.
      69 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 653-655.
      70 FuEente Cobos, Concepción de la, Libro de apeos del Monasterio de Piedra (1344). Libro de cuentas de la bolsería del monasterio de Piedra. (1307-1348). Zaragoza, 2001, 35 y 38. Libro de apeos. Fol. 8, r y fol. 9.
      71 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. fol. 1381.
      72 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1381.
      73 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1382.
      74 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1383.
      75 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1383-1384.
      76 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1384.
      77 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1385.
      78 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1386.
      79 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1389.
      80 No es extraño a la Orden del Cister el elegir cuidadosamente el lugar donde ubicar sus monasterios. Incluso, llegan a dudar, o cambiar varias veces de sitio, hasta encontrar uno óptimo. La costumbre tiene su origen en el comportamiento de San Benito de Nursia, quien, jamás construía sus monasterios en el interior de las ciudades, ni en burgos, ni en dominios episcopales, sino que elegía lugares retirados y poco frecuentados por el hombre, para garantizar la concentración de los monjes en la oración. Los cistercienses, desde su origen, pretenden el cumplimiento estricto de la regla de San Benito. La cuidadosa elección del lugar en el que ubicar el monasterio remite a un comportamiento que imita al del santo al que tanto admiran. Sírvanos de ejemplo paralelo al Monasterio de Piedra el del cercano Monasterio de Santa María de la Huerta (Soria), que, en su origen, se asentó en Cantabos y que estuvo allí de 1144 a 1151, fecha en la que cambiaron la casa monacal a su actual emplazamiento, por considerarlo más saludable. Para más información vid. Catalina García, Juan, Santa María de Huerta. Madrid, 1891. Se podrían argumentar más ejemplos porque este hecho es una constante en las fundaciones cistercienses.
      81 Lumen Domus Petrae. Op. Cit. Fol. 1407.



Herbert GONZÁLEZ ZYMLA, 2003
Colaborador del Departamento de Historia del Arte I (Medieval) de la UCM


aun2019



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