martes, 15 de octubre de 2019

Los Prochinos de Teruel



Los Prochinos de Teruel



La ciudad en los años sesenta tenía un aire casi de bella durmiente del bosque franquista: nada pasaba y cuando algo sucedía, el policía de la Brigada Social lo tenía todo controlado. Las gentes paseaban poco, y escasamente se salía más allá del entorno ciudadano. En la Biblioteca Municipal el veterano Caruana repasaba legajos ensombrecidos por la patina, el tiempo y el aburrimiento. El joven Novella —que ya entonces tenía más de cien años y la vitalidad de un gnomo del bosque— intentaba renovar la cerámica turolense ante la mirada aburrida de sus paisanos que siempre acababan murmurando «...que este Angel es un bohemio». Teruel, en aquellos años era el perfecto símbolo de aquello que el «demócrata» converso señor Fraga se había inventado: «veinticinco años de Paz» ...de todos los comentarios en que este país se había convertido.

Pero poco a poco el mundo —y hasta Teruel— comenzó a moverse. Praga y París son símbolos de un año en que la luz y el aire estuvo a punto de dominar el mundo contra la voluntad de los dogmáticos de ambos bloques dominantes: los rusos acallaron las voces de los jóvenes checos, y los yankis, através del General De Gaulle, acallaron las de los jóvenes airados de París. Y Fraga, el genio de la estrategia del porrazo y tente tieso, acabó con las mínimas libertades ciudadanas alcanzadas en este país tras más de veinticinco años de paz-represión franquista Y nosotros, en Teruel, sin saberlo, hasta que alguien nos miró soterradamente y señalándonos con el dedo nos dijo:

—He ahí a los prochinos.

Y al Eloy, que siempre ha tenido cara de Mao, se le transformó el pensamiento costista en el libro rojo ese que siempre movían los guardias de idem. —¡Qué vergüenza! —murmuró indignada la tendera de la esquina—. ¡Pro chinos!

Y aquella mañana se me negó vender la botella de leche cotidiana. Era como mentar la bicha y por eso durante varios días los pro chinos de la localidad decidimos refugiarnos en la comuna de cien mil maoístas escondidos en la Sierra de Albarracín dispuestos para el asalto final.

Con la llegada del verano las cosas en Teruel cambian. Todo se hace más luminoso, ya hasta los cien mil chinos de derriten con las calores estivales, desapareciendo totalmente del panorama. Por ello, cuando el «social» de la localidad anduvo tras de nuestras huellas para detener él solo a las huestes maoístas, se encontró que todo lo que teníamos en nuestras manos era una parrilla y unos cuantos kilos de carne preparada para ser asada a la parrilla. Los fantasmas no estaban en casa, aunque si quedarán para siempre en las fichas de la Dirección General de Inseguridad Ciudadana entonces establecida por el Gobierno y no por particulares.

Los años pasan, Caruana ha abandonado la Casa de la Cultura de Teruel, Novella sigue pito que pito y hoy, que ya podía haber prochinos en la ciudad, lo único que hay es un japonés que anda a la busca y captura de los secretos de la cerámica. La historia, señor Fraga, nos traiciona a todos. ¡Una pena!



Revista Andalán. nº 383
José Antonio Labordeta, 3/07/1983



aun2019



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