domingo, 22 de diciembre de 2019

Nicolás Ferrer y Julve. Bisgargis capital de la antigua Ilercabonia



Nicolás Ferrer y Julve
-Bisgargis capital de la antigua Ilercabonia-



Sr. Director de la REVISTA DEL TURIA.

Muy Sr. mío y de toda mi consideración: Para pagar la deuda que moralmente tengo contraída con el periódico que tan dignamente usted dirige y por tratarse de una comarca próxima o vecina a otras de la provincia de Teruel, voy a darle a usted cuenta del resultado de una visita que el año último verifiqué a la célebre capital de la antigua Ilercabonia, hoy en ruinas, y que yo me permito llamar las ruinas de Bisgargis ciudad que descubrí en las inmediaciones de Morella hace pocos años.

A tres leguas de la reina del Maestrazgo y muy próximas a la villa del Forcall, separadas solo por el río Cantavieja y sentados sobre una pequeña montaña que se parece mucho por su conformación y perfiles a la que sustenta en su cúspide al célebre castillo morellano, se hallan estas ruinas: su aspecto es el de una fortaleza de dos cuerpos, el más inferior formado por tierras de labor de la Masía de D. Vicente Molinos, cuya casa de campo asienta en la parte baja de la finca, siempre fértil y bien cultivada, y el superior por unos bancos de roca caliza de un espesor que no baja de doce metros y en sus mismas aristas y bordes se descubren restos y murallas cuyos lienzos reproducen las ondulaciones y rompimientos de los estratos sobre que descansan.—Paralelas a las primeras hay segundas líneas de murallas rasantes casi a la superficie, y entre ambas huellas y vestigios evidentes del paso de los carros, pero a una altura que hoy parece increíble su acceso, huellas que han quedado impresas de una manera indeleble en la superficie de la misma peña y que hacen presumir la existencia precisa en otro tiempo de una rampa o calzada, que hoy no se ve, pero que debió ser de gran desarrollo y extensión y que atestiguaría la importancia de la población que a ella conducía.—Dentro ya de lo que podemos llamar fortaleza descúbranse señales evidentes de la morada del hombre. Vasijas rotas de todas formas y tamaños, sillares labrados, tejas planas, asperones circulares, huesos calcinados, trozos de tubería de plomo, cimientos de edificios, paredes pintadas, vidrios irisados, fragmentos de hierro y bronce, maderas carbonizadas, escorias cobrizas y ferruginosas, hachas de piedra pulida y sin pulir, pequeñas vasijas de barro sin tornear, pesos romanos semejantes a prismas perforados, broches o imperdibles, aretes, torcas o brazaletes y otros adornos y objetos más o menos bien conservados y curiosos, y además monedas y camafeos. Como de mi primera y segunda visita ya di cuenta años pasados a la Sociedad Arqueológica valenciana y al público, y el Diario las Provincias de Valencia insertó mis descripciones que copiaron otros periódicos de Madrid, solo voy a reseñar a V. sencillamente mis últimas impresiones de viaje y lo que he visto.

Era un día caluroso del mes de Julio. Encontrábame en Mirambel y mi jornada debía reducirse a recorrer la distancia que media entre esta villa y Morella. Para evitar los ardores del sol salí a las 4 de la mañana de la villa aragonesa, atravesé su término y el límite de la provincia de Teruel, pasé a la de Castellón por La Mata y Todolella y una vez cruzado el puente de este nombre debí seguir por la Roblera del Forcall costeando el río Bergantes para penetrar al medio día en los muros de Morella, pero con deliberado propósito, no lo hice así; desde el puente de la Todolella me dirigí por estrecho y áspero sendero a buscar al amigo y a saludar a las tentadoras ruinas. A las 8 de la mañana estrechaba la mano del leal y honrado D. Vicente Molinos, que rodeado de su querida y apreciable familia y de sus hermosos nietos, Felipeta y Vicente, me recibía con todo el cariño y deferencia que en él son proverbiales y característicos. Sabe recibir a los huéspedes cual un magnate y pronto apagamos nuestra sed con un sencillo refresco seguido de improvisado y sabroso almuerzo. Mi pequeño hijo Agustín que me acompañaba se admiraba de ciertos detalles domésticos relativos al orden y aseo de la casa que a mí ya no podían sorprenderme, y más aun, de encontrar tras animada y sostenida plática sobre la mesa en que comimos, periódicos de Valencia y de Madrid, que fueron como el último plato de aquel convite campestre. Ávidos de noticias y después de carecer de ellas todo el tiempo que duró nuestra correría por aquellos pueblos montañosos, nos fue muy grato saber algo de Valencia, los ojeamos, y satisfecha nuestra curiosidad pasamos a ocuparnos de los descubrimientos realizados en aquella Muela desde mi última visita. Once años habían trascurrido...

Yo había encarecido mucho al amigo Sr. Molinos que recogiera y guardara cuidadosamente cuantos objetos se encontraran laboreando la tierra, pues un día podrían ser revisados por comisiones científicas o por personas inteligentes y acaso al ser clasificados fueran documentos importantes para ilustrar la historia patria confirmando mis primeras inducciones sobre la existencia en aquél mismo lugar de la ciudad de Bisgargis, una de las principales ciudades de la antigua Ilercabonia.— Ha seguido mi consejo el propietario, y para no hacerme difuso ni abusar de su paciencia y de la de los lectores, voy a enumerar los objetos encontrados, todos reconocidos por mi y de los que guardo copia auténtica .—Los distribuiré en cuatro grupos: monedas, téseras, camafeos y objetos prehistóricos.

Monedas. Son muchas las encontradas, pertenecen unas a las épocas primitivas del imperio romano, otras son coloniales, algunas de familias romanas, y también las hay del bajo imperio; no faltan autónomas; unas son de plata, otras de bronce y otras de cobre, la mayor parte en buen estado de conservación. Las hay de Augusto, de Tiberio, Claudio, de Adriano, medianos bronces; las hay de Claudio gótico, Galieno, Probo, Constancio y Constantino, Arcadio y Hororio, pequeños bronces.

Entre las coloniales hay una de Iberia Julia, con dos barcos, otra de Ilerda, otra de Sagunto, otra de Tarraco, otras de Caesar-Augusta, otra de Bilbilis, una de Osicerda y otras que no me atreví a determinar por no estar clara su leyenda.

Entre las de familias me llamaron la atención una de plata con cabeza de guerrero con casco en el anverso, y en el reverso una biga o sea un par de caballos a galope tirando de una carroza guiada por un genio con esta inscripción al pié: AV. LENTVL. Otra de igual metal con un barco y esta leyenda: IIIVIRRP.S. en el reverso las águilas romanas y los estandartes de las legiones con esta inscripción: LEG. II.

Celtíberas hay ocho, algunas de Celsa y en general bien conservadas.

Las Téseras son muchas, hermosas, de formas variadas y en buen estado de conservación; las hay romboidales, circulares, ovales, semiovales, de figura de piña, etc.: unas de mármol blanco, otras azuladas, otras rojas, violadas, etc. Las inscripciones que ostentan son las siguientes: 

«PAS-VIA.» «ADV-M.» «NICRE. F.» «AI-   » NOI.-    »  «XO-XIII.» «SO.» «CTP.» «RVI-  » « GRATI-VALERI» « NERVAGRANI.

También encontramos varios trozos de barro saguntino con las siguientes marcas de fábrica y con dibujos muy correctos y variados: «PRI.» «AEI» «Y.» Broches de bronce de figuras elegantes, cucharas dos de marfil, el mango cilíndrico, el ensanche circular. Tampoco faltan lacrimatorios de barro y ele vidrio, alguna pequeña lámpara rota, con irisaciones los objetos de vidrio y todos de tamaño reducido, parecidos a pequeñas retortas con cuello prolongado de botella. Una pequeña estatua de barro con manto sobre los hombros; pareciome ser un fetiche o un penate.

Los camafeos allí encontrados al remover la tierra con el arado y que cuidadosamente guarda el Sr. Molinos son nueve, uno blanco de ágata, dos negros y siete rojos, en perfecto estado de conservación.

El tamaño de todos ellos es pequeño y el mayor no pasa de las dimensiones de una peseta. Tienen perfectamente esculpidas varias figuras simbólicas, entre las que recuerdo dos delfines y un tridente agrupados simétricamente al rededor de una columna; dos guerreros de pié, un hombre bailando delante de una ánfora; una cabeza de Minerva, etc. Saqué copias o amprontas exactas de todos ellos por medio de cera, pues no tenía a mano lacre, y estas copias obran en poder de D. Teodoro Llorente, Director de las Provincias que admiró la perfección de los dibujos y su buen estado de conservación.

Objetos prehistóricos. En medio de estos restos de una civilización al parecer tan adelantada, aprecié otros que corresponden, sin duda, a una época mas primitiva y que son típicos. Está representado el uno por una vasija de barro hecha a mano, sin intervención del torno del alfarero, es una especie de pucherito o cazolita relleno en su mitad de una sustancia colorante. El otro una hacha de piedra pulida, un poco deteriorada por un extremo; la materia de que está formada parecióme diorita y semejante en tamaño y hechura a las que he podido encontrar y recoger en Cantavieja, Mirambel, Morella y Peñarroya. También distinguí flechas de pedernal y alguna punta de lanza silícea, correspondientes a las épocas primitivas de la existencia de las sociedades humanas, en una palabra, restos de la edad de piedra.

No puedo pasar adelante ni quiero permitirme entrar en el terreno de las interpretaciones de los hechos. Fue solo mi objeto darlos a conocer y llamar la atención de los hombres científicos, principalmente de los aficionados a la Historia y sus ciencias auxiliares para que, estudiándolos les den todo su valor y ver si logro que las corporaciones oficiales se decidan un día a verificar una exploración metódica, ordenada y concienzuda cual se realiza en otros países, y de ésta manera se conseguiría sacar a luz a la que yo creo Bisgargis ciudad principal de la antigua Ilercabonia.

Usted, con su periódico, puede contribuir a este resultado.

Suyo afmo. amigo y S. S. Q. B. S. M.

NICOLÁS FERRER Y JULVE

Valencia Diciembre 27 del 87




Revista del Turia
Teruel, 15 de enero de 1888
Fotografía: Antonio García. Valencia, 1/01/1901






La Moleta dels Frares
Forcall, comarca de Els Ports (Castellón)


La Moleta dels Frares es un yacimiento ubicado a 2 km de la localidad de Forcall, en la comarca de Els Ports. Se asienta en una pequeña muela situada sobre el río Cantavieja, a unos 895 metros de altitud, rodeada por escarpaduras que la dotan de una defensa natural. Con una superficie próxima a las 8 hectáreas, es uno de los asentamientos más grandes de las comarcas castellonenses que fue ocupado desde la Edad del Bronce hasta el periodo andalusí. Entre los siglos I y III d.n.e. albergó la única ciudad romana conocida en nuestras tierras. Por su situación junto a una encrucijada fluvial, fue también un importante nudo de comunicaciones por el que pasaba un camino mencionado por los itinerarios antiguos que desde la Vía Augusta se dirigía hasta Caesaraugusta.

Las primeras noticias acerca de La Moleta son del año 1876 cuando Nicolás Ferrer y Julve (Mirambel, Teruel, 10 de septiembre de 1839 - Valencia, 16 de abril de 1901), catedrático de medicina de la Universidad de Valencia y aficionado a la arqueología, publicó en la prensa valenciana la noticia del descubrimiento de una ciudad romana que entonces identificó con Bisgargis, la antigua capital de los ilercavones citada por Ptolomeo. Esta atribución se mantuvo durante un siglo hasta que en 1977 el investigador alemán G. Alfoeldy, con la colaboración del historiador de Forcall, José Eixarch Frasno, reinterpretó una inscripción romana conservada en Morella: un altar dedicado a Júpiter en el año 212 d.n.e. por la salvación del emperador Caracalla, que fue erigido por la res publica leserensis. Así pues, Lesera debió ser una población privilegiada con el estatuto municipal en época del emperador Augusto, que se mantuvo activa al menos hasta principios del siglo III d.n.e. Junto a esta fuente epigráfica, su topónimo también aparece mencionado en la Geografía que Claudio Ptolomeo redactó hacia mediados del siglo II d.n.e.


Texto y fotografía: siap@dipcas.es


aun2019



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