A Robustiano, el de Godos
que era recluta, aquel año,
le correspondió servir
por sacar número bajo
en un regimiento de Africa.
Y tuvo que hacer en barco
la travesía del mar
a cuya vista, el muchacho
que nunca salió del pueblo,
quedó muy impresionado.
Cuando llevaban una hora
tan apenas navegando
con aguas poco tranquilas
y mar, por ende, agitado,
nuestro recluta de Godos
se sintió indispuesto, y claro,
perdió el control de su vista
y también la del estómago,
cuando asomado a la borda
convertido en un guiñapo
escrutaba en lontananza
buscando la tierra en vano
-Aquello que se ve allá...
que no sé es negro o blanco,
¿es tierra por un casual?...
- le preguntó desmayado
a una sombra que vio cerca-.
Aquello, si no me engaño
es el horizonte, amigo.
A lo que el buen Robustiano
exclamó con gran contento...
- ¡Menos mal que ya se ve algo!...
GENTES DE MI TIERRA. Adelino Gómez Latorre. Imp. Carlos Nacher - Milagro, 7 - Valencia. 1972
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