Una visita a Teruel
Teruel se extiende panoramicamente desde la estación de la vía férrea hasta la meseta en que se hallan su catedral y las casas donde moraron largo tiempo, frente a frente, las familias de sus amantes. Vive de sus tradiciones y bellezas de las de su arte arriba, y de las esperanzas en el desarrollo de su riqueza abajo, despertando a la vez por el toque de las piadosas campanas que piden oraciones, y el fuerte ruido de los trenes transportadores de mercancías.
Su valle terciario se encuentra aprisionado entre cerretes formados en edades de la tierra mas vetustas, y desde la encantadora silueta general de sus construcciones se destacan las torres de ladrillo cubiertas de labores que deben ser calificadas de primorosas, ricas en brillo y color por sus azulejos esmaltados, levantadas sobre planta cuadrada reveladora de su origen y productoras de una emoción estética y singular, de la que no dan idea alguna los dibujos ni las fotografías.
Tocando a la vez a su recinto interior y a los límites de sus arrabales, está tendido sobre el profundo barranco un acueducto de la primera mitad del siglo XVI, trazado en 1537 por el arquitecto Bedel, que hizo la mina de Daroca. La útil obra es al mismo tiempo una fábrica bella, y la caliza que la forma, enrojecida por el tiempo, da a los rayos del sol amarillentos reflejos de joya del ingenio humano que luce sobre el bravío fondo de las formaciones naturales.
Templos, techumbres pintadas de un arte análogo al que engendró la virguería del claustro de Silos y del castillo de Curiel; cuadros, joyas, panos y cien objetos guardados en Teruel, Daroca y Calatayud, son dignos de estudios y descripciones que procuraremos esbozar en otros trabajos, y algunos, como el antiguo relicario de los corporales, es otro producto de orfebrería de excepcional importancia.
Las comunicaciones son ya fáciles entre todos los lugares, hasta por las carreteras en que hay que utilizar coches de línea, y los hospedajes aceptables. Si salen al paso alguna vez deficiencias, las suple con exceso la buena voluntad de las gentes del país, hospitalarias y francas en sus ofrecimientos. Los amigos que me acompañan en la excursión recuerdan con gratitud y cariño y la solicitud excepcionales de que hicieron gala todos, proporcionándoles los medios de tomar cuantos datos necesitaron.
La Ilustración Española y Americana
Una visita a Aragón
Texto: Enrique Serrano Fatigati, 08/04/1902
Fotografías: Luciano Extremerá, 1902
Sociedad Española de Excursiones
Sociedad Española de Excursiones
aun2019
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