Monumento a los héroes de 3 de julio y de 4 de agosto de 1874, en la plaza dedicada a éstos, hoy plaza de la Marquesa |
EL MES DE AGOSTO
Grandes
son los deseos que las fuerzas carlistas que manda el hermano del Pretendiente
vienen mostrando por la posesión de Teruel; deseos que hasta el presente se han
venido estrellando en la resolución de los habitantes de dicha capital, que en
ataques repetidos han logrado el triunfo, sobre las huestes del carlismo.
Después de las escenas de heroísmo que en el mes anterior presenciaron los
muros de la ciudad invicta, las fuerzas
absolutistas se presentaron a la vista de la misma el día 3 del pasado mes, y
el cabecilla: Lizarraga que las mandaba dirigió á su gobernador militar la
siguiente intimación:
«Ejercitó real del Centro y
Cataluña.—Estado mayor general.—S. A. R. el Sermo. señor infante D. Alfonso de
Borbón y Austria, general en jefe del ejército real del Centró y Cataluña, me
ordena dirigirme a usted para manifestarle que está resuelto a llevar las operaciones
de embestida contra esa plaza hasta el extremo de rendirla; que cuenta con
medios sobrados para llevar a cabo su objeto, y que espera de sus sentimientos humanitarios
que no se empeñará en una defensa que no tendrá otro fin que derramar sangre inútilmente,
y tal vez envolver en llamas a esa histórica ciudad.
En cambio, S. A. R., por un
impulso de su generoso y magnánimo corazón, acaba, en proclamas recientemente publicadas,
de prometer tratar, con benevolencia a los pueblos que reciban como amigas a
las fuerzas reales y les abran sus
puertas y entreguen sus armas.
Esto mismo ofrece a Teruel,
si contesta Vd. a esta comunicación, con la rendición de la plaza en el término
de dos horas.
Dios guarde a Vd. muchos años.
Campamento sobre Teruel a 4
de Agosto de 1874.— El general jefe de estado mayor general, Antonio Lirzárraga.
—Señor gobernador militar de Teruel.»
El
brigadier Sr. Santa Pau, contestó en los términos que siguen:
« Gobierno-militar de la
provincia de Teruel.- El honor militar tiene sus leyes, de las que no es
posible prescindir.
Este me ordena defender la
plaza hasta el último momento, cualesquiera que sean las consecuencias del ataque,
de las que yo nunca podría ser responsable.
Aunque este motivo no fuese
suficiente para tomar esta determinación, el espíritu de este vecindario, de la
guarnición entera y de las autoridades, me obligarían a seguir este camino con
el ánimo sereno y la conciencia tranquila.
Lo que tengo el gusto de
participar a Vd. por contestación a su atenta comunicación de esta fecha. Dios guarde
a Vd. muchos años. Teruel 4 de Agosto de 1874,—El brigadier gobernador, Jacinto
de Santa Pau.—Sr. D. Antonio Lizárraga.»
Según
los datos oficiales, las fuerzas sitiadoras pasaban de 10.000 hombres, mandados
por los siguientes jefes: Freixa, 3.000 de la antigua facción Santés; Cucala (padre),
cuatro batallones; Vallés, tres; Segarra, tres; Corredor, dos; Zuavos, ocho
compañías, 500 caballos al mando de Monet, titulado brigadier, y cuatro piezas
de artillería a las órdenes de un coronel.
Estas
fuerzas iban al mando de D. Alfonso y doña Blanca. Su estado mayor lo
componían: Lizárraga como general; los hijos del infante D. Enrique, coroneles;
tres comandantes, un capitán y cinco paisanos, entre ellos dos franceses.
El
día 3 al anochecer llegaron á la vista de la población, y aunque la oscuridad impedía
verles, el ladrido de los perros del arrabal les denunció; al poco rato se oía
distintamente el ruido de horadar paredes, romper puertas y formar barricadas:
eran dos batallones de Segarra y uno de
Freixa, que habían ocupado las casas. Los bravos defensores, apostados en la
muralla desde el día anterior, se limitaron á observar estos preparativos para
con la claridad del día poder hostilizar mejor al enemigo.
El
fuego rompióse antes del amanecer por una descarga hecha con sus cuatro
cañones: al momento se generalizó en toda la línea con una rapidez tal que parecía
furia, continuando así sin amenguar nada las quince horas que duró.
La
línea de defensa la formaban 150 soldados de la reserva al mando de sus
capitanes D. Rafael Hernández y D. Ambrosio Martínez; 80 guardias civiles con su
capitán D. José Zúñiga y cuatro compañías de la Milicia con sus comandantes D. Ramón Gómez y D.
Vicente Tarrat, y sus capitanes D. Manuel Garzarán, D. Mariano Muñoz Nougués,
D. Nicolás Monterde y D. Pedro Hureso; la defensa del distrito, estaba a cargo del
comandante de la caja de quintos de Vicente Gómez y Díaz de Rada.
La
artillería, servida por la compañía de Milicia al mando de su capitán D. Benito
Bonet, con algunos soldados de la reserva recientemente instruidos, fue hábilmente
colocada por el comandante de artillería de la plaza, teniente facultativo, D.
Manuel Bonet y Calza, que habilitando explanadas para tirar y utilizando postigos
consiguió dirigir las cuatro piezas sobre el enemigo.
Después
de adquirir el gobernador militar por los vigías colocados en las torres, por
los partes de los guardias y por sus propias observaciones, la certeza de que
era este el único punto de ataque, acudió a él para mejor tomar las disposiciones
en vista de las circunstancias
Como
el día adelantaba y el enemigo seguía hostilizando con igual tenacidad,
decidió apagar sus fuegos del arrabal concentrando los de toda la línea sobre aquel
punto, operación que produjo muy buen resultado, puesto que se consiguió casi
por completo,
apareciendo
luego la bandera de parlamento.
Serian
las seis de la tarde, y como había que relevar fuerzas, tomar precauciones y
arreglar cuantos detalles se creyeran convenientes, les concedió éste y mandó
cesar el fuego. Llegado el parlamentario, le entregó el oficio que hemos transcrito
y que fue inmediatamente contestado.
Despachada
ésta contestación, el Sr. Santa Pau tomó las disposiciones convenientes para
rechazar el asalto, pues no ignoraba habían llevado los pueblos inmediatos de orden
de D. Alfonso sobre 300 escalas.
Pasada
la noche sin que se notase movimiento por ningún punto, al amanecer del día 5
varias descargas del enemigo, contestadas por los defensores de Teruel, fueron
la señal de huida de los carlistas, que traspusieron los montes en dirección a
Corbalan.
La
llegada de las columnas Iriarte primero, y Lasso después, explicó más tarde el
motivo de una retirada tan precipitada.
Dignas
son de elogio ambas columnas por su atrevido movimiento para socorrer a Teruel.
Aisladas,
y con muy poca fuerza para combatir con D. Alfonso, cada una de por sí resolvió
arriesgarse, llegando la de Iriarte a las nueve de la mañana, y la de Lasso a las cinco de la tarde, si bien este, además de venir por el camino por donde D.
Alfonso se retiró, tuvo que evadir el combate con Gamundi, que tenía
instrucciones para detenerle. El gobernador militar Santa Paú, ordenó luego un
reconocimiento en el campo enemigo, donde se encontraron varios objetos de guerra,
entre ellos una cartera con el plano de Aragón y otros papeles, muchas viandas
preparadas y escalas qué fueron inutilizadas, algunas casas ardiendo y otras
con el mobiliario destrozado.
Las pérdidas de los defensores fueron cuatro muertos, 13 heridos, y siete contusos. Los carlistas, según datos adquiridos por los prisioneros y por un guarda tuvieron sobre 30 muertos y de 80 a 100 heridos.
Las pérdidas de los defensores fueron cuatro muertos, 13 heridos, y siete contusos. Los carlistas, según datos adquiridos por los prisioneros y por un guarda tuvieron sobre 30 muertos y de 80 a 100 heridos.
TERUEL, SUCESOS DEL 4 DE AGOSTO DE 1874
En
este caso, el poco o mucho mérito de los hechos indicados, corresponde única y
exclusivamente al pueblo liberal de Teruel, a los beneméritos guardias civiles;
que le ayudaron y al corto batallón provincial compuesto de quintos.
Las
facciones de Aragón, Valencia y parte de las de Cataluña, ocuparon el arrabal
de nuestra ciudad, con el mayor sigilo, en la noche del día 3 de agosto.
La
noticia de la inesperada visita de tan molestos huéspedes, cundió rápidamente
por todo el ámbito de la población, y desde luego corrimos presurosos a las armas
ocupando los puestos designados.
En
la madrugada del 4, la facción rompió contra la plaza un débil fuego de cañón
desde las alturas de Santa Bárbara y Cementerio nuevo, arrojando sobre la
ciudad algunas granadas, que por fortuna no causaron daño alguno.
La
infantería carlista parapetada en las casas del arrabal, aspilleradas durante
la noche, lanzó una lluvia de balas sobre nuestra débil muralla en el corto
trayecto desde la torre llamada Bombardera hasta el “Almundí”.
El
fuego fue horrible, intenso, sin intermisión durante catorce horas.
Las
casas del frente quedaron acribilladas a balazos, así como la muralla que ya
principiaba a resentirse.
Los
defensores contestaron vigorosamente al fuego del enemigo, no solo con el de
fusilería sino también con algunos disparos de cañón, bastante certeros, desde
el postigo de la puerta de Alcañiz.
Los
carlistas no intentaron un ataque formal por el arrabal ni por ningún otro
punto. A las cinco de la tarde, previo un parlamentario, nos intimaron la
rendición: semejante intimación, excitó la hilaridad de todos los defensores, fue
rechazada como absurda, extravagante y ridícula.
Y
lo era efectivamente, tratándose de una plaza que solo había sufrido un asedio
de catorce horas y por un punto dado; de una plaza que no tenía brecha abierta;
que no experimentará más pérdidas que la de cuatro muertos y dos heridos; de
una plaza en fin, en la que todos sus defensores lo mismo al principio que al
final, de la jornada, se hallaban firmes en sus puestos, animados y resueltos a
rechazar al enemigo y escarmentar su osadía.
Desde
las cinco de la tarde los carlistas no volvieron a hostilizarnos.
La Milicia Nacional, la denodada Guardia civil y quintos del provincial, esperaron impávidos el ataque al anochecer; lo esperaron toda la noche; pero las facciones no se atrevieron a darlo, sin duda convencidas de su impotencia, y emprendieron una vergonzosa retirada al amanecer del día cinco.
La Milicia Nacional, la denodada Guardia civil y quintos del provincial, esperaron impávidos el ataque al anochecer; lo esperaron toda la noche; pero las facciones no se atrevieron a darlo, sin duda convencidas de su impotencia, y emprendieron una vergonzosa retirada al amanecer del día cinco.
Monumento a los héroes de 3 de julio y de 4 de agosto de 1874,
en la plaza dedicada a éstos, hoy plaza de la Marquesa
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-EL MES DE AGOSTO -
-TERUEL, SUCESOS DEL 4 DE AGOSTO DE 1874-
Fotografías: Universidad de Sevilla, años 1930
Ilustración: The Illustrated London News, 1874
Ilustración: The Illustrated London News, 1874
Cosas del Año, suplemento a El Cascabel
Madrid, agosto de 1874
El Mañana, 4 de agosto de 1930
Artículo: Juan José Lorente. Teruel 11 de Agosto de 1875
Por la copia: Juan de Teruel. Teruel, 1 de agosto de 1930
Artículo: Juan José Lorente. Teruel 11 de Agosto de 1875
Por la copia: Juan de Teruel. Teruel, 1 de agosto de 1930
aun2019
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