Híjar
Villa
de la provincia de Teruel, a 171 km. de la capital. Situada en la Depresión del
Ebro, junto al río Martín, a 291 metros de altitud Temperatura media anual, 14,3°.
Precipitación anual, 360 mm. Población: en 2009, 1.900 hab.; en 1998, 1.949 hab.;
en 1978, 2.322 hab.; en 1950, 3.545 hab.; en 1900, 3.348 hab.
La
villa de Híjar sitúa su casco urbano en la margen derecha del río Martín, en la
zona más próxima a Zaragoza de la tierra baja turolense. La carretera general
de Castellón la ciñe en su cota mínima, lo mismo que el río. Las casas y las
calles se van situando después escalonadamente, hasta coronar el monte sobre el
que se asienta la población y en el que destacan los edificios de la iglesia
parroquial y del castillo en ruinas. Enfrente, al otro lado del río, emerge el
monte sobre el que blanquea el santuario de la Virgen del Carmen, un importante
complejo religioso con su correspondiente casa de ejercicios. Este monte,
frondoso de pinos, hace las veces de parque natural, diariamente frecuentado
por muchos hijaranos y visitantes. La devoción a la Virgen del Carmen está
arraigada profundamente en el vecindario.
El
trazado del casco urbano es pintoresco, con plazas, calles y arcos de indudable
belleza. Las grandes y típicas balconadas de hierro forjado y los salientes
aleros, son notas características de la mayoría de los edificios. El estilo
gótico está presente en la ermita de San Antonio y también en la bóveda de
crucería estrellada de la parroquial de Santa María. El castillo de Ixar (nombre
éste dado antiguamente a la villa) y la fortaleza de Albalate fueron la
salvaguarda del río Martín.
Entre
los festejos hijaranos destacan los de tipo religioso, en especial la Semana
Santa, declarada de interés turístico nacional, con extraordinarios «pasos» y
desfiles procesionales y el estruendo continuo de centenares de bombos y
tambores, que no cesa a lo largo de tres días, desde las doce de la noche del
Jueves Santo (en que se «rompe» la hora) hasta la Resurrección. La recuperación
y esplendor de esta fiesta religiosa se debe en gran parte al Cuadro Artístico
Semana-Santista de Híjar y a su director y principal impulsor Mariano Laborda
Gracia. Existe un monumento al tambor, obra de Fernando Gamundi, y una
exposición permanente de la Semana Santa en el Calvario, donde se encuentra
también la Casa del Hijarano.
En
cuanto a las fiestas patronales, que antiguamente se celebraban a finales de
septiembre, con su famosa feria de ganado, tienen lugar ahora en el mes de
agosto. Hay otros festejos y tradiciones, principalmente para San Blas y la
Virgen del Carmen. La tradición de los rosarieros o despertadores sigue vigente en nuestros días. En cuanto al
folclore se refiere Híjar contó siempre con una excelente rondalla y magníficos
bailadores y cantadores. Entre los primeros destacaron los hermanos Elhombre, y
entre los segundos Conchita Lasala. También hubo siempre gaitero y dulzainero,
algunos de gran fama en toda la comarca, como el tío Jorge, que era llamado
para amenizar las fiestas de todos los pueblos. En 1981 renace su tradicional
Dance de Palitroques con ángeles y diablos. El rico folclore hijarano queda
recogido en una grabación del Cuadro Artístico en 1980, y en el que también
figura La Gran Jota de Híjar, música de J. Calabia y letras de G. Bergua y M.
Laborda.
Los asentamientos más antiguos conocidos en este término corresponden
a época ibérica, de la que se conservan restos en los yacimientos de La
Valecia, Los Palomaricos y Cabezo de la Revelaina. De época romana conocemos
restos en Las Camarillas y en la Val de Nuria, que posiblemente correspondan a
villae romanas; entre el material aparecido destaca el hallazgo de cerámica de
terra sigillata, gálica, itálica e hispánica, algún fragmento de lucerna,
vidrios y restos de un mosaico de opus tessellatum, con dibujos geométricos.
La villa de Híjar fue conquistada por Galín Jiménez, señor de
Belchite en tiempos de Ramón Berenguer IV Posteriormente pasó a la posesión de
Rodrigo de Estada por el matrimonio de éste con la hija del conquistador de la
villa. En efecto, en 1189 éstos rinden homenaje y sumisión a Alfonso II de
Aragón por varios castillos, entre ellos el de Híjar. En 1200, Pedro II
reconoció a su madre, doña Sancha, la propiedad del castillo y villa de Híjar,
como parte de sus bienes esponsalicios. Tuvo después la villa don Miguel de
Luesia hasta 1213, cuando, al morir, pasó a su hija Guillerma, casada con
Berenguer de Entenza, razón por la cual la familia Entenza poseyó el señorío de
Híjar. En 1261, pasó a Ximeno de Urrea por un pleito que se entabló entre éste
y doña Elvira de Luesia sobre la posesión y derecho de la mitad de la villa y
su castillo. En 1267, la hija de don Ximeno cedió la mitad de Híjar a Jaime I a
cambio del castillo y villa de Tiermas. Este rey lo dio a su hijo natural, don
Pedro Fernández, cuyos descendientes tomaron el apellido de Híjar,
instituyéndose así la baronía de Híjar. En 1483 los Reyes Católicos elevaron el
señorío a la categoría de ducado. El territorio que durante la Edad Media
comprendía estaba formado por Híjar, La Puebla de Híjar, Urrea de Gaén y La Puebla
de Albortón.
Alborea la Edad Moderna en la villa con el gobierno del
VI barón, D. Juan Fernández de Íxar «el orador» (1400-1456), para adquirir el
máximo rango de la nobleza de Aragón con Fernando el Católico, que la eleva a
casa ducal en 1483 en el VII barón, D. Juan (II). Ambos, padre e hijo, de gran
relieve por su sangre principesca, talento y arrojo, protagonistas de los más
importantes acontecimientos de la época. No titubearon en adscribirse a la
causa del príncipe de Viana, quien al morir, en 1461, nombra al primer duque de
Híjar (todavía sólo VII barón) ejecutor testamentario, provocando el enojo del
rey, que le amenaza con destruir sus Estados, sin impedirle por ello su fidelidad
a Juan II.
Un
tanto a favor de este primer duque y de su amor a la cultura fue el
establecimiento en la villa, anterior a 1483, «de la más productora y notable
imprenta. con los más bellos caracteres hebraicos de España». El dato es
importante, por ser entonces apenas conocido el invento de Gütenberg en España,
y en todo el reino de Aragón solamente en Zaragoza e Híjar, lo que significa
que los judíos, más o menos conversos, gozaban en la villa de gran libertad,
como su impresor Eliezer Ben Alantansi, que pudo estampar libros tan
importantes y famosos como Sendero de la Vida, Manuale Caesaraugustanum,
Indicador de la Ciencia, Pentateuco, Johannes Patriark Of Alexandria, y otros
muchos.
Los
Híjar entran con mal pie en el siglo XVI, debido a que la casa de Austria no
mira con buenos ojos a la levantisca nobleza aragonesa, celosa de sus
prerrogativas señoriales. El ducado de Híjar desaparece del mapa de Aragón en
1517, a la muerte del II duque, D. Luis de Íxar y Beaumont, para no reaparecer
hasta 1599, en que D. Juan Francisco Fernández de Íxar consigue ser repuesto en
los honores del ducado por Felipe II. En este período, en que la casa de Híjar
«se disimula» en la casa de Belchite, dispone el césar Carlos la conversión por
decreto de la aljama morisca de Híjar, muy importante, como antes lo fuera la
judía hasta 1492, en que se produjo su desaparición. Instado por su mujer,
Beatriz de Alagón, D. Luis fundaría el convento de franciscanos recoletos que
mandó edificar sobre los cimientos de lo que fuera «Iglesia de Santa María de
la Villa Viella de Íxar», la primitiva fundación del Santo Sepulcro, primera en
todo el reino de Aragón, siglo XIII, que hiciera doña Marquesa Gil de Rada,
segunda mujer del primer señor de Híjar. Más tarde, en 1303, doña Marquesa
fundaría el Santo Sepulcro en Zaragoza.
Ya
en el siglo XVII la casa de Híjar se uniría a la de Los Silva-Salinas por el
casamiento (1622) de la V duquesa doña Isabel Margarita con D. Rodrigo
Sarmiento, conllevando el extrañamiento de Aragón para Los Híjar. La tragedia
de D. Rodrigo, acusado de imitar a su colega Braganza de Portugal, significó
para él su prisión y muerte contra toda justicia. Ambicioso y relumbrón, añadió
al escudo de Híjar los trece besantes de la casa de Salinas. Su hijo Jaime
Francisco, en cambio, VI duque de Híjar, conde-duque de Aliaga, conde de
Salinas y Ribadeo, de Belchite, etc., ocupará el virreinato de Aragón
(1681-1692) como lugarteniente del Hechizado. A su muerte, heredará la casa de
Híjar su hija Juana Petronila, que casa con otro Silva, D. Fadrique, sin que la
estirpe vuelva a afeminarse hasta la muerte de D. Alfonso de Silva, XVII
titular, fallecido en 1956, heredándola doña María del Rosario Cayetana,
duquesa de Alba, que la sigue ostentando.
El
rey Felipe V le concede el título de «Muy Noble y Leal Villa» (1708), pudiendo
poner en sus armas la flor de lis en oro.
En
el siglo XVIII, 1798, entran los Estados de la casa de Aranda en poder de los
duques de Híjar, que trasladan sus valiosos archivos al Palacio de Épila.
La
villa sigue ligada a sus señores hasta los tiempos del XI duque, D. Agustín
Pedro de Silva Fernández de Íxar y Rebolledo de Palafox, Presidente que fue de
la Diputación de Zaragoza y de Valencia, académico de la española de la Lengua y
de San Fernando. Las Cortes de Cádiz proscriben los señoríos y desde 1812 pasa
su administración al régimen general.
El
comportamiento de los hijaranos en 1808 fue ejemplar y generoso en sangre,
interviniendo en la defensa de Zaragoza. La derrota del segundo Sitio
representaría la sumisión de Híjar a los franceses, convirtiéndose en cuartel
del general Sevorili. No obstante, el llamado «cordón de Samper» dio testimonio
de su patriotismo, unidos contra el mariscal Suchet, al mando del hijarano Nicolás
Miguel.
Las
guerras carlistas serían nueva ocasión para que la sangre hijarana empapara las
tierras de España, honrada con la laureada de San Fernando en la persona del
sargento Blas Gámez.
La
dictadura de Primo de Rivera fue una pausa entre guerras por significar unos
años de paz y de progreso (1923-1930). En este feliz intervalo se enjugan las
deudas del erario municipal, pagándose las fuentes públicas, se reforman las
escuelas y se producen otras importantes mejoras.
El
Alzamiento Nacional de 1936 deja a Híjar fuera de sus fronteras, por la
defección de los elementos comprometidos en el Bajo Aragón. Durante el trienio
1936-1938 murieron en la villa 48 hijaranos, a los que hay que sumar otros 103
más, caídos en ambos frentes. La guerra desaparece de Híjar el 13-III-1938,
comenzándose a reconstruir en todos los sentidos.
Híjar,
por su firmeza ideológica cristiana, fue cuna de varios eminentísimos prelados
y ejemplares sacerdotes. Testigos son iglesias y ermitas. La parroquia,
gótico-mudéjar del siglo XIV; su archivo documental, que llega hasta el siglo
XII; su retablo mayor, de Moreto y de Ortiz, joya del plateresco aragonés
(destruido en julio de 1936, consumiéndose en el mismo incendio los valiosos
archivos); una copia exacta del altar fue hecha por los hermanos Albareda, y
bendecida en 1946.
Destaca
en el conjunto urbano de la villa la capilla de la Virgen de Arcos,
árabe-mudéjar, anterior a la Reconquista. La iglesia de San Antón, antigua
sinagoga de la aljama judía, convertida en templo cristiano en 1492. Otras
iglesias notables son la de San Valero, totalmente restaurada y transformada
hoy, en los bajos, en Residencia de Ancianos; la de San Blas, siglo XV,
auténtica joya que fue; la de Santa Bárbara, siglo XVI, restaurada en 1945; el
convento, fundado en el 1300 por doña Marquesa de Navarra, bajo la advocación
del Santo Sepulcro, reconstruido en 1517 -sirvieron sus claustros en 1832 de
refugio al ministro Calomarde, que salió disfrazado de fraile-, y de nuevo en
1904 para ocuparlo los padres capuchinos, convertido en ruinas en la guerra de
1936. La ermita del Carmen, con su anejo de la Casa de Ejercicios, en el Cabezo
del Pino, también desde los cimientos totalmente reconstruida como así la Casa
de Ejercicios y el magnífico «Rosario de Cristal», todo y gracias, como otras
importantes mejoras, a la «Adopción del Caudillo Franco» en atención a la
posición de Híjar en la guerra civil.
Y
la ermita del Santo Sepulcro -Calvario de Híjar-, edificada en 1660 sobre un
cabezo inmediato a la población; con anterioridad se le llamaba «el Cabezo de
la Cruz Grande» cruz sostenida por un montículo de cal y canto, en torno a la
cual, por la falda del monte se agrupaban gentes de toda condición los Jueves y
Viernes Santos, vistiendo sayal negro y portando tambos y «cacharros ruidosos»
golpeados fuertemente, protestando así por la muerte de Cristo Jesús; así desde
aquellos tiempos y costumbres fue «haciéndose» la famosa Semana Santa de Híjar
que, por sus reconocidos valores humanos y religiosos ha merecido, ser
declarada «de interés turístico nacional». El Cabezo del Calvario ha sido
totalmente transformado por el Cuadro Artístico en auténtico
Parque-Complejo-Cultural-Turístico, con exposición permanente de la Semana
Santa y hostal.
La
galería de hijaranos ilustres es demasiado extensa para hacerla exhaustiva.
Citaremos a los Bautista de Lanuza -Martín y Gerónimo-, prestigio de Aragón y
de España; el padre escolapio Blas Aínsa, gran matemático y astrónomo; los
hermanos Cabañero Temprado -Prudencio y Andrés-, sabios humanistas en varias
disciplinas; a don Blas Gámez Lahoz, al ya citado laureado; don Florencio
Jardiel, deán, prestigioso de la Iglesia de Zaragoza; los hermanos Dosset
Monzón -don José Antonio y mosén Pedro, académico de Medicina el uno y
sacerdote el otro-; mosén Luis Turón Aínsa, apóstol de la Caridad, fundador del
Sindicato Católico Agrícola; don Francisco Peralta Ballabriga, obispo
dimisionario de Vitoria por prudencia y celo.
Éste
es el boceto apresurado de la imagen de Híjar a partir de su entrada en la Edad
Moderna hasta nuestros días. Es una población cuya constante histórica es su
irrenunciable raigambre religiosa y su vocación de paz y trabajo hacia el
futuro.
Bibliog.:
Laborda,
M.: Recuerdos de Híjar.
Texto: Gran Enciclopedia Aragonesa, GEA 2000
Fotografía color: Turismo de Aragón
Fotografía en b/n: Biblioteca Digital Hispánica
Agencia gráfica Campúa, 1938
Fotografía color: Turismo de Aragón
Fotografía en b/n: Biblioteca Digital Hispánica
Agencia gráfica Campúa, 1938
aun2019
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