Iglesia de La Purificación |
La Iglesuela del Cid
Villa
de la provincia de Teruel, a 113,4 km. de la capital. Situada en el Sistema
Ibérico, al este de la provincia, en su límite con la de Castellón, a 1.227
metros de altitud. Temperatura media anual, 9,5°. Precipitación anual, 690 mm.
Población: en 1998, 486 hab.; en 1978, 634 hab.; en 1950, 1.075 hab.; en 1900,
1.345 hab.
La
Iglesuela del Cid está más cerca de Castellón (98 km.) que de Teruel (118 km.),
en la ruta del Alto Maestrazgo. El casco urbano está dividido en tres por otros
tantos arroyos o barrancos; los puentes se encargan de unir las orillas, en
todos los casos.
El
origen de La Iglesuela es remoto, dado que se tiene noticia de que existía
mucho antes de la llegada de los cartagineses con el nombre de Athea. Luego
conoció diversos nombres: Clesihuela, Egosuilla, Alglisuela, Layguysuela y
Delaigleisuela, hasta 1464, en que alcanzó su nombre definitivo, Iglesuela.
Después tomó el apellido «del Cid», en atención a que fue precisamente don
Rodrigo quien mandó fortificar el pueblo y levantar el correspondiente
castillo.
La
casa consistorial o Casa de la Villa ocupa lo que fue pasadizo o corredor para
llegar a la torre del homenaje del castillo, que aún se conserva hoy, aunque
los vecinos le dan otro nombre: «Torre de los Nublos». Los templarios resistieron,
desde esta misma fortaleza, a Juan II de Aragón. La Iglesia parroquial data de
1577, si bien ha sido objeto de varias restauraciones. Su primitivo estilo,
románico de transición, cedió ante los imperativos del renacimiento. En su
interior destaca la capilla de la Virgen de los Dolores, presidida por una
bella imagen donada por don José de Aliaga, en 1763.
Muchos
son, por otra parte, los edificios singulares que enriquecen el casco urbano,
dado que muchos nobles aragoneses eligieron a La Iglesuela del Cid como lugar
de residencia. Estas casas solariegas siguen mostrando hoy, orgullosamente, sus
piedras armeras sobre las fachadas, y hablan de los Matutano, los Aliaga, los
Santapau, los Daudén, etc. El patio de la casa de los Matutano continúa fiel a
la historia de ayer, con una escalera de acceso, en dos rampas alternándose,
que es una verdadera joya y a la que se conoce por el nombre de «el ruedo».
El
origen del poblamiento de la comarca de Iglesuela hay que situarlo en los
primeros momentos de la Edad de los Metales, momento en el que se ocupan las
cuevas de Matutano, Bonifacia y el Puntal del Moro. La primera de ellas parece
tener un carácter sepulcral. El yacimiento más importante es, sin embargo, el
existente en el cerro de Nuestra Señora del Cid. Se trata de un poblado de
origen ibérico, que es ocupado de manera intensa también durante la etapa
romana. De la primera etapa se conservan restos de la muralla y gran número de
viviendas, así como numerosos objetos arqueológicos (fundamentalmente cerámicas
ibéricas, útiles de bronce y algunas monedas) y dos estelas funerarias, una en
el interior de la ermita con la inscripción: ikonykeiyi ildubelesebas, y otra
en el muro exterior, de imposible lectura en la actualidad.
A
la fase romana corresponde la mayor parte de los hallazgos, tanto de cerámicas
(terra sigillata itálica, gálica, hispánica, clara, y cerámica común), como
algunas monedas y objetos de hueso y metales. El aljibe, una posible conducción
hidráulica y otros restos monumentales corresponden también a esta fase.
Destaca el conjunto de lápidas funerarias empotradas en las paredes de la
ermita, varios relieves con motivos de carácter sacro y elementos
arquitectónicos de gran envergadura que denotan la importancia que este núcleo
tuvo en la antigüedad.
•
Bibliog.: Arasa Gil, F.: «El Morrón de Cid (La Iglesuela del Cid)»; rev.
Teruel, 70, Teruel, 1983, pp. 61-185.
aun2019
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