Nicolás Ferrer y Julve
-Bisgargis
capital de la antigua Ilercabonia-
Sr.
Director de la REVISTA DEL TURIA.
Muy
Sr. mío y de toda mi consideración: Para pagar la deuda que moralmente tengo
contraída con el periódico que tan dignamente usted dirige y por tratarse de
una comarca próxima o vecina a otras de la provincia de Teruel, voy a darle a usted cuenta del resultado de una visita que el año último verifiqué a la
célebre capital de la antigua Ilercabonia, hoy en ruinas, y que yo me permito
llamar las ruinas de Bisgargis ciudad
que descubrí en las inmediaciones de Morella hace pocos años.
A
tres leguas de la reina del Maestrazgo y muy próximas a la villa del Forcall, separadas
solo por el río Cantavieja y sentados sobre una pequeña montaña que se parece
mucho por su conformación y perfiles a la que sustenta en su cúspide al célebre
castillo morellano, se hallan estas ruinas: su aspecto es el de una fortaleza
de dos cuerpos, el más inferior formado por tierras de labor de la Masía de D.
Vicente Molinos, cuya casa de campo asienta en la parte baja de la finca,
siempre fértil y bien cultivada, y el superior por unos bancos de roca caliza
de un espesor que no baja de doce metros y en sus mismas aristas y bordes se
descubren restos y murallas cuyos lienzos reproducen las ondulaciones y rompimientos
de los estratos sobre que descansan.—Paralelas a las primeras hay segundas
líneas de murallas rasantes casi a la superficie, y entre ambas huellas y vestigios
evidentes del paso de los carros, pero a una altura que hoy parece increíble su
acceso, huellas que han quedado impresas de una manera indeleble en la
superficie de la misma peña y que hacen presumir la existencia precisa en otro
tiempo de una rampa o calzada, que hoy no se ve, pero que debió ser de gran
desarrollo y extensión y que atestiguaría la importancia de la población que a
ella conducía.—Dentro ya de lo que podemos llamar fortaleza descúbranse señales
evidentes de la morada del hombre. Vasijas rotas de todas formas y tamaños,
sillares labrados, tejas planas, asperones circulares, huesos calcinados,
trozos de tubería de plomo, cimientos de edificios, paredes pintadas, vidrios
irisados, fragmentos de hierro y bronce, maderas carbonizadas, escorias
cobrizas y ferruginosas, hachas de piedra pulida y sin pulir, pequeñas vasijas
de barro sin tornear, pesos romanos semejantes a prismas perforados, broches
o imperdibles, aretes, torcas o brazaletes y otros adornos y objetos más o
menos bien conservados y curiosos, y además monedas y camafeos. Como de mi
primera y segunda visita ya di cuenta años pasados a la Sociedad Arqueológica
valenciana y al público, y el Diario las Provincias
de Valencia insertó mis descripciones que copiaron otros periódicos de
Madrid, solo voy a reseñar a V. sencillamente mis últimas impresiones de viaje y lo que he visto.
Era
un día caluroso del mes de Julio. Encontrábame en Mirambel y mi jornada debía
reducirse a recorrer la distancia que media entre esta villa y Morella. Para evitar
los ardores del sol salí a las 4 de la mañana de la villa aragonesa, atravesé
su término y el límite de la provincia de Teruel, pasé a la de Castellón por La
Mata y Todolella y una vez cruzado el puente de este nombre debí seguir por la
Roblera del Forcall costeando el río Bergantes para penetrar al medio día en
los muros de Morella, pero con deliberado propósito, no lo hice así; desde el
puente de la Todolella me dirigí por estrecho y áspero sendero a buscar al
amigo y a saludar a las tentadoras ruinas. A las 8 de la mañana estrechaba la
mano del leal y honrado D. Vicente Molinos, que rodeado de su querida y apreciable
familia y de sus hermosos nietos, Felipeta y Vicente, me recibía con todo el
cariño y deferencia que en él son proverbiales y característicos. Sabe recibir a
los huéspedes cual un magnate y pronto apagamos nuestra sed con un sencillo refresco
seguido de improvisado y sabroso almuerzo. Mi pequeño hijo Agustín que me
acompañaba se admiraba de ciertos detalles domésticos relativos al orden y aseo
de la casa que a mí ya no podían sorprenderme, y más aun, de encontrar tras
animada y sostenida plática sobre la mesa en que comimos, periódicos de
Valencia y de Madrid, que fueron como el último plato de aquel convite
campestre. Ávidos de noticias y después de carecer de ellas todo el tiempo que
duró nuestra correría por aquellos pueblos montañosos, nos fue muy grato saber algo
de Valencia, los ojeamos, y satisfecha nuestra curiosidad pasamos a ocuparnos de
los descubrimientos realizados en aquella Muela
desde mi última visita. Once años habían trascurrido...
Yo
había encarecido mucho al amigo Sr. Molinos que recogiera y guardara
cuidadosamente cuantos objetos se encontraran laboreando la tierra, pues un día
podrían ser revisados por comisiones científicas o por personas inteligentes y acaso
al ser clasificados fueran documentos importantes para ilustrar la historia
patria confirmando mis primeras inducciones sobre la existencia en aquél mismo lugar
de la ciudad de Bisgargis, una de las
principales ciudades de la antigua Ilercabonia.— Ha seguido mi consejo el propietario,
y para no hacerme difuso ni abusar de su paciencia y de la de los lectores, voy
a enumerar los objetos encontrados, todos reconocidos por mi y de los que
guardo copia auténtica .—Los distribuiré en cuatro grupos: monedas, téseras, camafeos y objetos prehistóricos.
Monedas.
Son muchas las encontradas, pertenecen unas a las épocas primitivas del imperio
romano, otras son coloniales, algunas de familias romanas, y también las hay
del bajo imperio; no faltan autónomas; unas son de plata, otras de bronce y
otras de cobre, la mayor parte en buen estado de conservación. Las hay de Augusto,
de Tiberio, Claudio, de Adriano, medianos bronces; las hay de Claudio gótico,
Galieno, Probo, Constancio y Constantino, Arcadio y Hororio, pequeños bronces.
Entre
las coloniales hay una de Iberia Julia,
con dos barcos, otra de Ilerda, otra
de Sagunto, otra de Tarraco, otras de Caesar-Augusta, otra
de Bilbilis, una de Osicerda y otras que no me atreví a determinar
por no estar clara su leyenda.
Entre
las de familias me llamaron la atención
una de plata con cabeza de guerrero con casco en el anverso, y en el reverso
una biga o sea un par de caballos a galope tirando de una carroza guiada por un
genio con esta inscripción al pié: AV. LENTVL. Otra de igual metal con un barco
y esta leyenda: IIIVIRRP.S. en el reverso las águilas romanas y los estandartes
de las legiones con esta inscripción: LEG. II.
Celtíberas hay ocho, algunas de Celsa y en general bien conservadas.
Las
Téseras son muchas, hermosas, de formas variadas y en buen estado de conservación;
las hay romboidales, circulares, ovales, semiovales, de figura de piña, etc.:
unas de mármol blanco, otras azuladas, otras rojas, violadas, etc. Las inscripciones
que ostentan son las siguientes:
«PAS-VIA.» «ADV-M.» «NICRE. F.» «AI- » NOI.- » «XO-XIII.» «SO.» «CTP.» «RVI- » « GRATI-VALERI» « NERVAGRANI.
«PAS-VIA.» «ADV-M.» «NICRE. F.» «AI- » NOI.- » «XO-XIII.» «SO.» «CTP.» «RVI- » « GRATI-VALERI» « NERVAGRANI.
También
encontramos varios trozos de barro saguntino con las siguientes marcas de
fábrica y con dibujos muy correctos y variados: «PRI.» «AEI» «Y.» Broches
de bronce de figuras elegantes, cucharas dos de marfil, el mango cilíndrico, el
ensanche circular. Tampoco faltan lacrimatorios de barro y ele vidrio, alguna
pequeña lámpara rota, con irisaciones los objetos de vidrio y todos de tamaño
reducido, parecidos a pequeñas retortas con cuello prolongado de botella. Una
pequeña estatua de barro con manto sobre los hombros; pareciome ser un fetiche o un penate.
Los camafeos allí encontrados al
remover la tierra con el arado y que cuidadosamente guarda el Sr. Molinos son
nueve, uno blanco de ágata, dos negros y siete rojos, en perfecto estado de
conservación.
El tamaño de todos ellos es pequeño y el
mayor no pasa de las dimensiones de una peseta. Tienen perfectamente esculpidas
varias figuras simbólicas, entre las que recuerdo dos delfines y un tridente agrupados
simétricamente al rededor de una columna; dos guerreros de pié, un hombre bailando
delante de una ánfora; una cabeza de Minerva, etc. Saqué copias o amprontas
exactas de todos ellos por medio de cera, pues no tenía a mano lacre, y estas
copias obran en poder de D. Teodoro Llorente, Director de las Provincias que admiró la perfección de
los dibujos y su buen estado de conservación.
Objetos
prehistóricos. En medio de estos restos de una civilización al parecer
tan adelantada, aprecié otros que corresponden, sin duda, a una época mas
primitiva y que son típicos. Está representado el uno por una vasija de barro
hecha a mano, sin intervención del torno del alfarero, es una especie de pucherito o cazolita relleno en su mitad de una sustancia colorante. El otro una hacha de piedra pulida, un poco
deteriorada por un extremo; la materia de que está formada parecióme diorita y semejante en tamaño y hechura
a las que he podido encontrar y recoger en Cantavieja, Mirambel, Morella y
Peñarroya. También distinguí flechas de pedernal y alguna punta de lanza
silícea, correspondientes a las épocas primitivas de la existencia de las
sociedades humanas, en una palabra, restos de la edad de piedra.
No puedo pasar adelante ni quiero
permitirme entrar en el terreno de las interpretaciones de los hechos. Fue solo
mi objeto darlos a conocer y llamar la atención de los hombres científicos,
principalmente de los aficionados a la Historia y sus ciencias auxiliares para
que, estudiándolos les den todo su valor y ver si logro que las corporaciones
oficiales se decidan un día a verificar una exploración metódica, ordenada y
concienzuda cual se realiza en otros países, y de ésta manera se conseguiría
sacar a luz a la que yo creo Bisgargis
ciudad principal de la antigua Ilercabonia.
Usted, con su periódico, puede
contribuir a este resultado.
Suyo afmo. amigo y S. S. Q. B. S. M.
NICOLÁS FERRER Y JULVE
Valencia Diciembre 27 del 87
Teruel, 15 de enero de 1888
Fotografía: Antonio García. Valencia, 1/01/1901
Fotografía: Antonio García. Valencia, 1/01/1901
La Moleta dels Frares
Forcall, comarca de Els Ports (Castellón)
La
Moleta dels Frares es un yacimiento ubicado a 2 km de la localidad de Forcall,
en la comarca de Els Ports. Se asienta en una pequeña muela situada sobre el
río Cantavieja, a unos 895 metros de altitud, rodeada por escarpaduras que la dotan
de una defensa natural. Con una superficie próxima a las 8 hectáreas, es uno de los
asentamientos más grandes de las comarcas castellonenses que fue ocupado desde
la Edad del Bronce hasta el periodo andalusí. Entre los siglos I y III d.n.e.
albergó la única ciudad romana conocida en nuestras tierras. Por su situación
junto a una encrucijada fluvial, fue también un importante nudo de
comunicaciones por el que pasaba un camino mencionado por los itinerarios
antiguos que desde la Vía Augusta se dirigía hasta Caesaraugusta.
Las
primeras noticias acerca de La Moleta son del año 1876 cuando Nicolás Ferrer y
Julve (Mirambel, Teruel, 10 de
septiembre de 1839 - Valencia, 16 de abril de 1901), catedrático de medicina de la Universidad de Valencia y aficionado a la
arqueología, publicó en la prensa valenciana la noticia del descubrimiento de
una ciudad romana que entonces identificó con Bisgargis, la antigua capital
de los ilercavones citada por Ptolomeo. Esta atribución se mantuvo durante un
siglo hasta que en 1977 el investigador alemán G. Alfoeldy, con la colaboración
del historiador de Forcall, José Eixarch Frasno, reinterpretó una inscripción
romana conservada en Morella: un altar dedicado a Júpiter en el año 212 d.n.e.
por la salvación del emperador Caracalla, que fue erigido por la res publica
leserensis. Así pues, Lesera debió ser una población privilegiada con el
estatuto municipal en época del emperador Augusto, que se mantuvo activa al
menos hasta principios del siglo III d.n.e. Junto a esta fuente epigráfica, su
topónimo también aparece mencionado en la Geografía que Claudio Ptolomeo
redactó hacia mediados del siglo II d.n.e.
Texto y fotografía: siap@dipcas.es
aun2019
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