Altorrelieve de Aniceto Mariñas García, 1922. Escalinata |
LOS AMANTES DE TERUEL
En Teruel un
joven llamado Juan Martínez de Marcilla, se enamoró de Segura, hija de
Pedro Segura. El padre no tenía otra hija y era muy rico. Los jóvenes se
amaban mucho, hasta el punto que se hablaron. El joven le dijo que la
deseaba tomar por esposa, ella respondió que el deseo de ella era el
mismo, pero que supiese que nunca lo haría sin que su padre y madre se
lo mandasen. Entonces, él la quiso más. El era un buen joven, pero no
tenía riquezas.
El joven dijo a
la doncella que, como su padre tan sólo le despreciaba por la falta de
dinero, que si ella lo quería esperar cinco años él iría a trabajar por
mar y por tierra, donde poder ganar dinero. Ella se lo prometió.
Peleando contra los moros, ganó pasados cinco años cien mil sueldos, por mar y por tierra.
La doncella en
este tiempo fue muy importunada por el padre para que tomase marido. Su
respuesta era que había votado virginidad hasta que tuviese veinte años,
diciendo que las mujeres no debían casar hasta que pudiesen y supiesen
regir su casa. El padre como la amaba la quiso complacer.
Pasados los
cinco años el padre le dijo: Hija, mi deseo es que tomes compañía. Ella,
viendo que el plazo de los cinco años había pasado y no sabía nada del
enamorado, dijo que lo haría. En seguida el padre la desposó y al poco
tiempo se realizaron las bodas; y el otro llegó.
El enamorado se
puso tras el lecho de su amada ya desposada y le dijo: bésame que me
muero y ella repuso: No quiera Dios que yo falte a mi marido. Por la
pasión de Jesucristo os suplico que busquéis a otra, que de mí no hagáis
cuenta, pues si ha Dios no ha complacido, tampoco me complace a mí. El
dijo otra vez: bésame que me muero; repuso ella: No quiero.
Entonces el cayó
muerto. Ella, que lo veía como si fuera de día por la gran luz de la
habitación, se puso a temblar y despertó al marido diciendo que roncaba
tanto que le hacía sentir miedo, que le contase alguna cosa. Y él contó
una burla. Ella dijo que quería contar otra. Y le contó lo ocurrido y de
cómo con un suspiro Juan había muerto.
Dijo el marido:
Oh! Malvada, y ¿Por qué no lo has besado? Repuso ella: por no faltar a
mi marido. Ciertamente, dijo él, eres digna de alabanzas.
El, todo
alterado, se levantó y no sabía qué hacer. Decía: Si las gentes saben
que aquí ha muerto, dirán que yo lo he matado y seré puesto en gran
apuro.
Acordaron esforzarse y lo llevaron a casa de su padre. Lo hicieron con gran afán y no fueron oídos por nadie…
A la joven le
vino al pensamiento cuánto la quería Juan y de cuánto había hecho por
ella, y que por no quererlo besar había muerto. Acordó ir a besarlo
antes que lo enterrasen; se fue a la iglesia del señor san Pedro, que
allí lo tenían. Las mujeres honradas se levantaron por ella. Ella no se
preocupó de otra cosa más que de ir hacia el muerto. Le descubrió la
cara apartando la mortaja, le besó tan fuerte que allí murió. Las gentes
que venían que ella, que no era parienta, estaba así sobre el muerto,
fueron para decirle que se quitase de allí pero vieron que estaba
muerta. El marido contó a todos a los que había delante el caso según
ella se lo había contado. Acordaron enterrarlos juntos en una sepultura.
Los actos que aquí se hicieron fueron muchos, aquí se ha puesto tan breve como veis.
(versión actualizada del Papel de Letra Antigua, fechable a finales del siglo XIV)
Oleo de Antonio Muñoz Degrain, 1884. Museo del Prado |
Texto: FUNDACIÓN AMANTES DE TERUEL
www.amantesdeteruel.es
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